COCA
COLA: 100 AÑOS ENFERMANDO A LA GENTE
Por Carlos Ruperto Fermín
“No es 100 años vieja, sino 100
años joven y 100 años nueva”. Con esas erráticas palabras la transnacional
estadounidense Coca Cola, festeja el centenario de su icónica botella de vidrio
Contour, que desde el año 1.915 viene lavándole el cerebro a toda la Humanidad,
destruyendo la salud de sus inocentes víctimas, contaminando los recursos
naturales del Medio Ambiente, y adorando ciegamente a la chispa del dios
dinero, que le paga con religiosidad las infernales estrategias de marketing.
nque comenzó siendo vendida en
las farmacias de Estados Unidos, el tónico cerebral Coca Cola generaba una gran
adicción al juntarse con la saliva, con la lengua y con la garganta de sus
hipnotizados pacientes, por lo que el espíritu capitalista del farmacéutico
Pemberton, convertiría el codiciado jarabe para la tos en el famoso refresco
americano, que representa la máxima expresión cultural del gran pueblo
estadounidense.
¿Por qué es tan oscuro el líquido
de la Coca Cola? Si bien Samuelson intentó disimularlo con la elegancia de una
silueta curva en relieve, no pudo limpiar la sucia imagen de la botella
americana, que sigue siendo imposible de mirarla fijamente a los ojos, porque
desconocemos el grosor de las cicatrices que burbujean en su turbio corazón. Yo
me quedo admirando la forma y el fondo de la Coca Cola, solo para preguntarme
¿Cómo es posible que la gente ingiera litros y más litros de la atrofiada
pócima mágica? Seguro que Dalí, Warhol, Baker y Rockwell se arrepienten de
haber manchado el óleo y la tinta de sus obras de arte, con el simplismo
taciturno de la estampida del buey.
Si no entiendes el significado de
mis laicas palabras, es porque te encanta beber y eructar con una refrescante
Coca Cola en la palma de tu mano, mientras te rascas el trasero lleno de
flatulencias y hemorroides con el imperdible control remoto, esperando
disfrutar la televisión basura que entretiene desde el cómodo sofá de tu hogar.
Dicen que el Universo es tan
infinito como la ilimitada estupidez humana. Agua para que florezcan las
plantas del soleado jardín, y Coca Cola para enfermar nuestros envejecidos
cuerpos. La gente ya no distingue el bien del mal, el amor del odio y la verdad
de la mentira. ¡Qué fácil es lavarle el cerebro a la Sociedad Moderna! Basta
con un constante bombardeo publicitario en las calles, con hiperactivos spots
en la TV, con pegajosos jingles en la radio y con coloridos banners en la
Internet, para que el Tío Sam y su legendario adoctrinamiento de masas Made in
USA, logre conseguir todas las metas que se proponga en la vida.
No es casualidad que uno de los
slogans de la Coca Cola, para celebrar los 100 años de la botella Contour sea
"Contiene recuerdos y otros ingredientes secretos". Precisamente, en
sus ingredientes secretos radica el mayor éxito de la Coca Cola, pues transmite
oralmente enfermedades degenerativas a todos sus consumidores, gracias a la
prematura llegada de la diabetes que te vuelve adicto a la inyección de una
trágica insulina, por toda la glucosa que se acumula en la sangre producto de
la obesidad de los enfermos, quienes tarde o temprano acabarán postrados en una
cama, preguntándose ¿Qué hice yo para merecerme esto?
Hasta la Organización Mundial de
la Salud (OMS), que cada año recibe el jugoso financiamiento económico de la
empresa Coca Cola, tuvo que reconocer públicamente que la venta indiscriminada
de refrescos alrededor del planeta Tierra, es uno de los factores principales
que acelera la aparición de la hiperglucemia, de la osteoporosis, de la
hipertensión, de la gastritis aguda, de los cálculos renales, de la taquicardia
y del deterioro del esmalte dental por la presencia de caries.
Recientemente leía comentarios
escritos en las redes sociales por unos fanáticos de la Coca Cola, quienes no
reconocían los daños a la salud causados por su ingesta. Ellos criticaban al
resto de los foristas, y argumentaban sus opiniones a favor del refresco
diciendo lo siguiente: "Váyanse a la mierda hijos de puta. ¡Aguante la
Coca Cola!" "No digas boludeces maricón, andá a cagar"
"Vergación si hablan paja, son una bola de huevones".
Navegando de incógnito en la Web,
me preguntaba en silencio ¿Qué relación existirá entre la gente boca sucia y
los consumidores de Coca Cola? Uno sale a la calle y observa que la mayoría de
los individuos groseros, vulgares y obstinados que nacen, crecen y se
reproducen en la amalgama multicultural de nuestras ciudades, son acérrimos
adeptos de las bebidas carbonatadas que ofrece la transnacional estadounidense
Coca Cola.
Antes de perder mi fe en la
Humanidad, leí otro comentario que decía "Es un tema complejo, porque
todos sabemos lo dañina que es la Coca Cola para la salud, pero con hielo y
estando bien fría, qué mas da, jajaja". Tras leer su mensaje le pregunté
en calidad de invitado "Amigo ¿Por qué no lees lo que acabas de escribir? Él
me dijo ¿A qué te refieres? Y yo le dije ¿Cómo es posible que sigas bebiendo
Coca Cola, si tú mismo reconoces que es perjudicial para el organismo?
Finalmente me respondió "No lo sé, algún día supongo que la voy a dejar,
no sé cómo ni cuándo, pero de que la dejo, la dejo", y me colocó un
emoticón de carita feliz para terminar con su sincera respuesta.
Esa triste forma de pensar, es un
espejo social de la adicción generada por el consumo de los refrescos a escala
mundial. Hay mucho conformismo, terquedad y necesidad en dejar que otros
decidan nuestro propio estilo de vida, incluyendo los hábitos alimenticios, los
tiempos de ocio, los perfiles laborales, los gustos musicales, el estado civil,
los prejuicios morales y hasta las preferencias sexuales. Vemos que la presión
social de encajar con los ovejas del rebaño, nos deja esclavizados a obedecer
la mediática voz de mando, sin pensar en el quiebre de la capacidad analítica y
reflexiva que yace con independencia en cada uno de nosotros.
Quisiéramos preguntarle a la
bondadosa Sylvia Likens, qué sintió después que la obligaron a meterse en dos
ocasiones, una botella de Coca Cola dentro de su vagina. Por infortunio, ella
murió y jamás reveló la fórmula secreta del alucinante refresco. Pero nos dejó
una gran lección de vida: La Coca Cola es un fiel reflejo del deshumanizado
Mundo en el que vivimos, donde el materialismo, la hipocresía, la sed de
venganza, el rencor, el orgullo, la soberbia y la envidia, van de la mano con
la refrescante chispa de la vida.
Pregúntate y respóndeme con
sinceridad ¿Le habrías salvado la vida a Sylvia? Yo creo que le hubieras hecho
bullying hasta cansarte, luego le tomarías un selfie mientras se desangra
frente a ti, y finalmente subirías la macabra foto a tu muro de Facebook, para
obtener con rapidez un millón de nuevos seguidores.
Desde su fundación que data del
año 1886, la Coca Cola se transformó en el gran símbolo de la guerra, del
racismo y del genocidio impuesto por el régimen norteamericano, representando con
gran fidelidad la fútil idiosincrasia de su gente. No sólo porque financió la
campaña electoral del genocida George W Bush, quien ya tiene asegurado un
puesto V.I.P en el infierno, sino porque la Coca Cola siempre ha estado
involucrada en desfalcos, sobornos, actos de corrupción, secuestros, torturas,
paramilitarismo y asesinatos que cobraron la vida del sindicalista Pedro
Quevedo en Guatemala, cuya sangre llena de impunidad social, sigue
resplandeciendo en el hermético vestíbulo del Hotel Mezhdunarodnaya en Rusia.
Con su hashtag #BotellaÚnica, la
Coca Cola viene desarrollando una agresiva campaña de marketing para festejar
sus 100 años de poca madre. Desde las redes sociales de Twitter y Facebook,
hemos visto analogías que comparan la ingesta de la Coca Cola con el cosquilleo
que produce dar el primer beso. Se afirma que la felicidad se destapa cuando
compartes una Coca Cola. Piden que la efervescencia alcance las estrellas
dentro de sus botellas. Nos aseguran que el sonido perfecto "Phsst, fizzzz,
clink clink, glug, glug? ahhh" proviene de una Coca Cola. Y hasta un
fanático extremo reconoce que sus dos amores en la vida son la videoconsola
X-Box 360 y una botella de Coca Cola.
Yo creo que la Coca Cola se
convirtió en una religión adorada por los "cocacoleros", porque nos
acompaña en los momentos de alegría y nos ayuda en los momentos de tristeza. Es
omnipresente, pues se vende en más de 200 países del Mundo. Todos los días la
compramos y la honramos como si fuera un mandamiento o un manuscrito bíblico. Ninguna
religión es más todopoderosa que la canonizada Coca Cola, ya que rompe con las
barreras culturales, lingüísticas y sociales que separan a diario a su
feligresía universal.
Tanto así, que Coca Cola inspiró
a 200 jóvenes de distintas nacionalidades, para que cantaran desde una colina
en Italia "Me gustaría hacer del Mundo un hogar, quiero enseñarles a
cantar y enviar un mensaje de paz". Definitivamente ¡Lo lograron! Por eso
nos deleitamos al observar que todas y todos le rinden pleitesía al monoteísmo
de la Coca Cola, y se gozan al máximo cada bendito sorbo que ilumina la chispa
de la vida, simbolizando una luz de esperanza para mantener la paz que habita
en el esquizofrénico planeta.
Cabe destacar, que en su nuevo
spot titulado "Un Mundo Generoso", podemos ver el altruismo que
despierta la Coca Cola en sus solidarios consumidores. Desde un agradable
turista en un kiosco, pasando por una enojada monja a quien le remolcaron su
accidentado carro con una grúa, y llegando hasta un valiente bombero rescatista,
se inhiben de beber el codiciado refresco para entregarle "la
felicidad" a otra persona menos favorecida. ¡WOW! Es sorprendente ver el
júbilo de la monja al aceptar la Coca Cola, y tenerle más fe a una sagrada
botella de vidrio que al rezo de los grandes misterios del rosario.
No hay duda que vivimos inmersos
en un despiadado proceso de transculturación, de hipnosis colectiva y de
alienación social, que deja a la Pachamama al borde del fatal ecocidio. Pese a
la alegría de la monjita, debemos considerar que por culpa de la reluciente
botella Contour, el tono rojizo de la Coca Cola se convirtió en un baño de
sangre para la Madre Tierra. Tenemos el anecdótico caso del río Matasnillo y de
la Bahía de Panamá, donde Coca Cola derramó miles de litros de un colorante
químico, que perturbó la hermosísima flora y fauna panameña e impactó el iris
de los atónitos pobladores, quienes pensaron ser testigos de la primera de las
plagas egipcias.
Sabemos que la prestigiosa
confederación Oxfam ubicó a la Coca Cola, en la lista de las 10 transnacionales
menos comprometidas en frenar los estragos ambientales, causados por las
emisiones de gases de Efecto Invernadero en el planeta Tierra. La colosal quema
de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón), facilita la retención
en la atmósfera del dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Así, se
acrecienta el problema del Cambio Climático y de sus drásticas alteraciones
meteorológicas, que incluyen sequías, incendios forestales, pérdidas de
cosechas y desertificación de los suelos, para que se acelere el implacable
Calentamiento Global en los cimientos de la biosfera.
En calles, plazas, aceras,
parques y demás espacios públicos de nuestras ciudades, hay un sinfín de latas
y botellas de Coca Cola aglomeradas en el suelo, las cuales van destruyendo el
equilibrio ecológico de ríos, playas, humedales y campos rurales. Es común
visualizar el recorrido citadino de los gigantescos camiones rojos de la Coca
Cola, llenos de humo diesel para quemar la santidad del aire a través del tubo
de escape, y provocar enfermedades respiratorias en los malogrados pulmones del
prójimo. Los camioneros deben mear y entregar con premura el adictivo refresco
a los restaurantes, a los kioscos, a las tiendas, a los colegios, a las canchas
deportivas, a los bodegones y a los centros comerciales.
Pero nunca se aprecia que los
monstruosos camiones o sus diminutos consumidores, se dediquen a recoger,
reutilizar y reciclar todos los envases de plástico, vidrio y aluminio que se
acumulan en la capa vegetal o en el asfalto. La apatía ecológica de la Coca
Cola, es comprobable viendo el etiquetado especial de sus botellas, para evocar
los 100 años de la inigualable Contour. Si observamos en detalle la información
de la etiqueta, resultará casi imposible hallar el símbolo de respeto
ambiental, que invita a desechar el envase en un contenedor de basura.
Recordemos que el plástico y el
vidrio son dos de los materiales sintéticos, que generan mayor polución en el
entorno biofísico que albergamos, pues la Naturaleza tarda de 100 a 4000 años
en lograr la biodegradación total de los tóxicos envases inorgánicos. Por culpa
de transnacionales irresponsables como Coca Cola, hay más de 8 millones de
toneladas métricas de plástico flotando en los océanos del planeta Tierra, que
se están transformando en basureros marinos repletos de tereftalato de
polietileno (PET), por la falta de políticas públicas que prioricen el
reciclaje y protejan a las especies de fauna acuática.
Es consabido que la Coca Cola
junto a sus salvajes aliados comerciales, que abarcan a Monsanto, Nestlé,
McDonald´s y Cargill, están involucrados en graves delitos ambientales, que
engloban la deforestación progresiva de los bosques nativos y la contaminación
de fuentes de agua dulce y salada en la geografía del Mundo, por la expansión
de la frontera agrícola y por las frecuentes descargas de residuos industriales
que polucionan los hábitats. Así, se priva del vital líquido a los pueblos y a
los lugareños que se cruzan con el mercantilizado camino de la ambición
corporativa, buscando que las atemporales concesiones, las explotaciones de
pozos o las kilométricas hectáreas, tengan espacio de sobra para aniquilar los
ecosistemas y la biodiversidad autóctona.
Usted seguramente desconoce que
por cada litro de la azucarada Coca Cola, se requieren en promedio 2,5 litros
de agua, para comprobar el fracaso de los Objetivos del Milenio emprendidos por
la ONU, y reeditar el triunfo del incontrolable empobrecimiento global. Basta
con mover la brújula a Chiapas, Kerala, Concón, Fontibón o Nejapa, para beber
un poco de los efluentes cancerígenos que se llevan la vida de los agricultores
y de los campesinos. No obstante, duele reconocer que esos aguerridos
compatriotas en pie de lucha, también se beben los litros de la espumosa Coca
Cola mientras protestan por los derechos de sus tierras, ya que la
transnacional yanqui sabe confundir, engañar y lavarles el cerebro a las
comunidades globales.
Además, la Coca Cola es con
insistencia demandada por la explotación laboral, por los despidos masivos y
por el incumplimiento de contratos que afectan a sus trabajadores. Ellos no son
vistos como Seres Humanos, sino como máquinas borregas dominadas por el sistema
opresor de turno. Basta con viajar a la planta embotelladora de Coca Cola en
Fuenlabrada (España), y apreciar como el desmantelamiento de sus instalaciones
perjudicó a gran parte de la masa obrera, que fue echada a la calle, golpeada y
reprimida por la policía española al servicio de la transnacional americana.
Un gran número de asalariados no
fueron reenganchados a sus puestos de trabajo, incumpliendo las decisiones
judiciales de los organismos competentes en España. Pero cuando se trata de
cumplir con la ley, la Coca Cola siempre evita pagar los sueldos, las
prestaciones sociales, los seguros médicos y demás beneficios contractuales,
porque tiene maletines dolarizados por doquier para comprar los bolsillos de
los jueces, de los tribunales y de las salas constitucionales. Incluso, los
recortes de personal establecidos sin previo aviso, sumado a las pésimas
condiciones de trabajo y a la sobrecarga laboral impuesta por la Coca Cola, han
llevado al suicidio forzado a muchísimos de sus empleados, tal como aconteció
con los trabajadores de Télécom en Francia o de Foxconn en China.
¡Qué loco se ha vuelto este
Mundo! Se encuentra tan oscuro como el pasado, el presente, y el futuro de la
hitleriana Coca Cola en el Cuarto Reich. Antes nos exterminaban dentro de las
cámaras de gas, con el ácido cianhídrico enlatado en el Zyklon B. Ahora nos
asesinan a cielo abierto, con el ácido fosfórico embotellado de la Coca Cola.
Ambos son potentes pesticidas que causan la muerte de sus cándidas víctimas.
Seguimos estando presos en el holocausto de Auschwitz. El Zyklon B lo siguen
vendiendo para exterminar la plaga de insectos y roedores checos. La Coca Cola
la siguen vendiendo en casi todo el planeta Tierra, para exterminar insectos,
roedores y al Homo Sapiens. Ayer nos decían con entusiasmo Arbeit macht frei.
Hoy nos dicen con alevosía zu Tode Trinken.
Creemos que si las personas se
atrevieran a triturar una lata con el puño cerrado, o a romper una botella de
vidrio con furia en el pavimento, seguro que se les quitarían las ganas de
ingerir litros y más litros de la gasolina con hielo. La gente bebe Coca Cola
como una ridícula treta psicológica para sacarse las frustraciones, el stress,
los corajes y las ansiedades que se amontonan en la vida diaria de ancianos,
adultos y niños.
Sin embargo, dicen que la única
forma de que la Coca Cola pueda causarle daño a un niño, sería que alguien
lanzara una botella por la ventana y le cayera encima. Por eso me entristece
ver que jovencitos y hasta bebés recién nacidos, se la pasan chupando Coca-Cola
por la completa irresponsabilidad de sus padres, quienes acabaron traumados por
tantas botellas de Coca Cola que les lanzaron desde la ventana en la etapa de
la infancia.
Es la auténtica verdad. Sus
progenitores juegan con la salud de sus hijos, sin pensar en las consecuencias
negativas de malograr el hígado, los riñones, el páncreas, la vesícula, los
dientes, y los huesos de sus gordísimos retoños lactantes. Lo que empiezan
siendo calambres musculares, se convierten en úlceras que terminan en
amputaciones, por los kilos de azúcar que la diabética Coca Cola deposita e incinera
en el reloj biológico del cuerpo humano.
Hirviéndola en una cazuela a
fuego lento o mezclándola con leche descremada, con filetes de carne, con
pastillas de mentas, con bichos del jardín o con tornillos oxidados, es
impresionante dilucidar al alto poder corrosivo de la Coca Cola, que se
transforma en azul petróleo, en huevo podrido, en desinfectante del inodoro, en
aceite lubricante, en explosión doméstica y en plaguicida de bajo costo.
Vale aclarar, que la combinación
de agua carbonatada con ácido ortofosfórico, cafeína, aspartamo, benzoato de
sodio, fenilalanina, metanol, color caramelo, fructosa, acesulfame de potasio,
y demás ingredientes adheridos a las gaseosas de Coca Cola (Original, Light,
Zero, Stevia), influyen con mayor daño en nuestro organismo que los
cigarrillos, los energizantes y las cervezas.
Es tanta la perversión
consumista, que Coca Cola le paga a famosos nutricionistas, instructores de
gimnasios y expertos del fitness, para que tiren a la basura su ética
profesional y afirmen en blogs, en periódicos y en revistas como "American
Heart Month", que una lata pequeña de Coca Cola constituye "una buena
merienda" para mantener ejercitado el cuerpo. De igual manera, se maquilla
el veneno con el uso de saborizantes artificiales (vainilla, limón, naranja,
cereza, uva), que envician las papilas gustativas de los adictos cocacoleros,
para que rechacen cualquier bebida, zumo o alimento de origen natural.
Seamos sinceros, la composición
química de la Coca Cola demuestra claramente que es una droga vendida sin
prescripción médica. Usted se está drogando a diario consumiendo una sustancia
transgénica invasiva, que desequilibra el bienestar físico y mental del cuerpo
humano. Si supieran que la vida es un pequeñísimo instante sideral en retrospectiva,
no fueran tan tontos para asfixiar por voluntad propia el pequeñísimo sueño
cósmico de la vida, bebiendo la ignorante chispa que honra la muerte.
Piensa que tu abuelo podría haber
vivido 10 años más, tu mamá podría haber vivido 5 años más, y tú tienes la vida
entera para recapacitar y no continuar haciéndole un irreparable daño al
organismo. Yo no lo digo porque escribí un artículo de opinión o porque
investigué bastante al respecto. Lo afirmo, porque como la gran mayoría de las
personas, yo también compraba los refrescos de la Coca Cola, pero fue por mi
propia mala experiencia que dejé de ingerirlos hace más de 10 años.
Recuerdo que cuando estudiaba en
la universidad y bebía Coca Cola, me daba con recurrencia acidez estomacal. El
centro del pecho se me endurecía muchísimo, hasta pensaba que me daría un
infarto por el fuerte dolor torácico. Los ojos se me enrojecían. Sentía que mis
dientes se estaban volviendo arcilla, y perdía la paciencia con facilidad. Era
obvio que las bebidas carbonatadas me estaban enfermando.
Por eso, decidí cambiar
drásticamente mis hábitos alimenticios, bebiendo ocho vasos de agua al día que
activan los órganos internos, favorecen la digestión, bajan la presión
arterial, aumentan la energía, reducen el riesgo de sufrir problemas
cardiovasculares, hidratan la piel y desintoxican el sistema linfático. A su
vez, le dí prioridad a las galletas integrales, a los jugos naturales, a las
ensaladas, a los cereales, a las frutas y a la milagrosa práctica del
veganismo. Ese cambio radical en mi estilo de vida, me ha transformado en un
hombre más positivo ante los retos que trae consigo la vida, mejorando mi
estabilidad emocional y mi concentración, para desenvolverme como periodista en
mi querida Venezuela.
Dicen que no hay mal que dure cien
años, ni cuerpo que lo resista. Pero parece que el flash capitalista en el
centenario de Coca Cola, inmortalizará el destino de todos sus ángeles caídos.
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