PARA QUE
LA GENTE DESPREVENIDA ENTIENDA LO QUE ESTÁ PASANDO, CONSIGNO UN RESUMEN SOBRE
LO QUE LA CIA HIZO CONTRA ALLENDE, SEGÚN FUENTES OFICIALES DE EE UU:
El
derrocamiento del Presidente Salvador Allende contado por Washington
Desde 1961,
apenas posesionado, el presidente John F. Kennedy nombró un comité encargado de
las elecciones que se desarrollarían en Chile tres años después. Según la
investigación de la Comisión Church del Senado estadounidense [1], estuvo
compuesto de altos responsable del Departamento de Estado, la Casa Blanca y la
CIA. Este Comité fue reproducido en la embajada estadounidense en Santiago,
capital chilena. El objetivo era impedir que el candidato socialista, Salvador
Allende, ganara los comicios [2].
Allende era un
marxista convencido de que por la vía pacífica se podía llegar al gobierno, y,
desde ahí, dar un vuelco a las estructuras del Estado en beneficio de las
mayorías empobrecidas. Expresaba que para lograr tal objetivo se debía
nacionalizar las grandes industrias, priorizando las que estaban en manos
estadounidenses, al ser éstas las que explotaban los recursos estratégicos.
Estos, y otros ideales sociales, lo convirtieron en un indeseable para
Washington: podría servir de ejemplo para los pueblos de otras naciones
latinoamericanas.
Para hacerle
oposición, varios millones de dólares fueron distribuidos entre los partidos
políticos de centro y de la derecha para que realizaran su propaganda. Al
momento de elegir el candidato a la presidencia, Washington decidió apoyar a
Eduardo Frei, del partido Demócrata Cristiano, un personaje que impuso a sus
otros financiados.
En total, la
operación costó unos veinte millones de dólares, una suma inmensa para la
época, al punto de sólo poderse comparar con lo gastado en las elecciones
presidenciales estadounidenses. Es que Washington no tanto invirtió en el
candidato Frey, sino que realizó toda una campaña de propaganda anticomunista a
largo plazo.
La Comisión del
Senado dijo: “Se explotaron todos los medios posibles: prensa, radio,
películas, volantes, folletos, correos, banderolas, pinturas murales.” La
Comisión reconoció que la CIA realizó, por intermedio de sus partidos comprados
y varias organizaciones sociales, una “campaña alarmista” donde el objetivo
principal fueron las mujeres, a las cuales se les aseguraba que los soviéticos
y los cubanos llegarían para arrebatarle a sus hijos si ganaba Allende. Afiches
distribuidos masivamente mostraban a niños llevando en la frente un tatuaje con
la hoz y el martillo. La tradición religiosa también fue manipulada al máximo
para que se temiera al “comunismo ateo e impío.”
La operación
psicológica funcionó por encima de las expectativas: Frei logró el 56% de
votos, mientras que Salvador Allende el 39%. La CIA, según la Comisión del
Senado, aseguró que “la campaña de inculcar miedo anticomunista había sido la
más eficaz de todas las actividades adelantadas”.
Fue una
operación psicológica, con carácter de guerra, cuya base eran los planes
aplicados en Guatemala que terminaron derrocando al presidente Jacobo Arbenz,
en junio de 1954 [3]. Una operación que en Chile no se desmanteló con el
triunfo de Frei, porque, a pesar de todo, la cantidad de votos logrados por
Allende fue alta. Y el vencido tenía todas las intenciones de presentarse a las
futuras elecciones.
En sus Memorias
William “Bill” Colby, jefe de la CIA entre 1973 y1976, cuenta que, durante las
elecciones presidenciales de 1970, “la CIA debió dirigir todos los esfuerzos
contra el marxista Allende. Ella se encargó de organizar una vasta campaña de
propaganda contra su candidatura” [4]. La operación se llamó “Segunda Vía”.
Todo por orden directa de Richard Nixon.
Henry Kissinger,
el consejero para la Seguridad Nacional del presidente, expresaría durante una
reunión del Consejo de Seguridad sobre Chile, el 27 de junio de 1970: “Yo no
veo por qué debemos quedarnos indiferentes, mientras un país cae en el
comunismo por culpa de la irresponsabilidad de su pueblo” [5]. O sea, la
soberana decisión de los ciudadanos no podía ser válida si no estaba en
concordancia con los intereses estadounidenses. Durante esta reunión se decidió
sumar trescientos mil dólares a la operación de propaganda que ya se adelantaba.
Según la
Comisión Church del senado, Richard Helms, jefe de la CIA desde 1966, envió a
dos oficiales de la CIA, a los que conocía desde los primeros preparativos de
invasión a Cuba, como responsables; ambos especialistas de la guerra
psicológica y la desinformación; con importante participación en el golpe de
Estado en Guatemala, y acababan de desembarcar de la guerra en Indochina: David
Atlee Phillips y David Sánchez Morales. La Comisión del Senado dijo que una de
las consignas que englobaba la campaña era: “La victoria de Allende significa
la violencia y la represión estalinista”.
Pero el 4 de
septiembre de 1970 Allende ganó las elecciones. Escribe Colby que “Nixon entró
en cólera. Él estaba convencido de que la victoria de Allende haría pasar a
Chile al campo de la revolución castrista y anti–americana, y que el resto de
América Latina no tardaría en seguirle los pasos”. Prosigue el ex patrón de la
CIA: Nixon convocó a Helms “y le impuso claramente la responsabilidad de evitar
que Allende asumiera sus funciones”. En la misma reunión Nixon encargó a
Kissinger darle un seguimiento estricto al complot.
Es que quedaba
una posibilidad para evitar que Allende asumiera la presidencia: había
triunfado, pero con una mayoría relativa, debido a que las fuerzas de izquierda
se habían dividido, carcomidas por la campaña mediática y/o el dinero que la
CIA logró inyectar a ciertos grupos. Por tanto, el Congreso chileno se debía
reunir el 24 de octubre para decidir entre Allende y Jorge Alessandri,
candidato del partido conservador y quien obtuviera la segunda votación.
El plan de
Washington era, entonces, comprar el voto de congresistas para que no
confirmaran el triunfo del socialista. Helms envió a un “grupo de trabajo” que
mantuvo una “actividad frenética” durante seis semanas, según relata Colby.
Esto tampoco funcionó y Allende sería declarado ganador de las elecciones.
Los operarios
especiales de la CIA tomaron contacto con responsables políticos y militares
para seleccionar aquellos que podrían estar listos para actuar contra Allende,
“y determinar con ellos la ayuda financiera, las armas y el material que fuera
necesario para barrerlo de la ruta hacia la presidencia”, según Colby.
La mayor
esperanza se centró en las Fuerzas Armadas, pero todo dependía de su comandante,
el general René Schneider. El problema que encontró la CIA es que este militar
había expresado claramente que su institución respetaría la Constitución. Y
Colby, en sus Memorias, reconoce con una naturalidad espeluznante: “Entonces
era un hombre a matar. Se organiza contra él una tentativa de secuestro que
termina mal: fue herido al oponer resistencia y muere poco después debido a las
heridas.”
Según la
Comisión Church el 22 de octubre, muy temprano en la mañana, la CIA entregó a
conspiradores chilenos metralletas y municiones “esterilizadas”, denominadas
así porque en caso de investigación no es posible determinar su origen. Horas
después se produjo el atentado. Tres días después moriría Schneider, “el hombre
a matar”. Inmediatamente el Presidente Nixon envió un cínico mensaje a su
homólogo chileno: “Yo quisiera hacerle parte de mi dolor ante este repugnante
acto”.
El 3 de
noviembre de 1970 Allende se posesionó como Presidente: Nixon no le envió el
regular mensaje de felicitación que exige el protocolo diplomático, ni el
embajador estadounidense asistió a la investidura.
Ahora
correspondía preparar la desestabilización del nuevo gobierno, lo cual se
encargaría a la Dirección del Hemisferio Occidental de la Agencia. Una
dependencia que desde 1972 tuvo como director a un oficial con gran experiencia
en operaciones clandestinas: Ted Shackley. Y éste nombró a su hombre-sombra,
Tom Clines, para que se concentrara en el “caso Allende”, teniendo bajo su
responsabilidad a los viejos colegas Sánchez Morales y Atlee Phillips.
En marzo del
siguiente año Bill Colby vuelve a ser el superior de Shackley y Clines como
subdirector de Operaciones Especiales. Este trío regresaba de estar al frente
de la guerra sucia en Indochina, muy particularmente en Vietnam.
Desde 1972 este
equipo de la CIA, en Washington y Chile, fue desarrollando la operación más
perfeccionada de desinformación y sabotaje económico que hasta ese momento se
conociera en el mundo.
Colby confesó
que fue una “experiencia de laboratorio que demostró la eficacia de la
inversión financiera para desacreditar y derrocar a un gobierno” [6].
No fue todo.
Según la Comisión del Senado estadounidense, la estación de la CIA en Santiago
se dedicó a recoger toda la información necesaria para un eventual golpe de Estado.
“Listas de personas a detener; infraestructuras y personal civil que debían ser
protegidos con prioridad; instalaciones gubernamentales a ocupar; planes de
urgencia previstos por el gobierno si se diera un levantamiento militar” [7].
Según el ex funcionario
del Departamento de Estado, William Blum, esta información sensible de Estado
fue obtenida a partir de la “compra” de altos funcionarios y de dirigentes
políticos de la coalición partidaria de Allende, La Unidad Popular [8].
Mientras que en Washington los empleados de la embajada chilena se quejaban de
la desaparición de documentos, no sólo de la sede diplomática sino de sus
propios domicilios. Sus comunicaciones fueron sometidas a escucha. Un trabajo
realizado por el mismo equipo que muy poco después se involucraría en el
Watergate [9].
La acción contra
Allende necesitó de una campaña internacional de difamación e intrigas. Buena
parte de ella fue encargada a un inexperto en política exterior y casi
desconocido político, aunque viejo conocido del Presidente Nixon y de los
hombres que adelantaban la operación: George H.W. Bush. Esa tarea la realizó
como embajador en la ONU, función que ocupaba desde febrero de 1971. Cuando fue
nombrado para el cargo nadie quiso recordar que pocos meses antes había
logrado, como representante a la Cámara de Texas, que se restableciera en ese
Estado la pena de muerte para los “homosexuales reincidentes”.
El 11 de
septiembre de 1973 se da el sangriento golpe de Estado contra el gobierno de
Allende, encabezado por el general Augusto Pinochet, y se desata una terrible
represión. Aunque Shackley había dejado su cargo unos días antes de aquel
fatídico día, fue la figura clave en el operativo. Su biógrafo afirma:
“Salvador Allende murió durante el golpe. Cuando el humo se disipó, el General
Augusto Pinochet, dirigente de la Junta Militar, estaba en el poder
dictatorial, debido en parte al arduo trabajo de Shackley […]” [10].
Casi un mes
después, el 16 de octubre, Henry Kissinger recibiría el Premio Nobel de la Paz…
Al año siguiente del golpe, mientras la dictadura seguía ensangrentando a la
nación, el Presidente Gerald Ford declaraba que los estadounidenses habían
actuado “por los mejores intereses de los chilenos y, obviamente, para los de
Estados Unidos” [11].
Mientras que en
1980 Nixon escribiría: “Los detractores se preocupan únicamente por la
represión política en Chile, e ignoran las libertades fruto de una economía
libre […] Más que reclamar la perfección inmediata en Chile, deberíamos apoyar
los progresos realizados” [12].
NOTAS:
1- Comisión especial presidida
por el senador Frank Church: “Alleged Assassination Plots Involving foreign
Leaders.” November, 1975. U.S. Government printing office 61-985, Washington,
1975.
2- Cover Action in Chile,
1963-1973. The Select Committe to Study Governmental Operations with Respect to
Intelligence Activities, US Senate. Washington, 18 décembre 1975.
3- El Presidente Dwight David
Eisenhower autorizó a la CIA el derrocamiento de Arbenz, aplicando un plan
integral, inédito hasta ese momento en el continente, que contenía acciones de
guerra sicológica, mercenaria y paramilitar, cuyo nombre en clave fue
PBSUCCESS. Ver: Cullather, Nick. “Secret History: the CIA Classified Accounts
of its Operations in Guatemala, 1952-1954”. Stanford University. 1999.
4- Colby, William. “30 ans de
C.I.A.” Presses de la Renaissance. París, 1978.
5- Newsweek. Washington, 23
septembre 1974.
6- New York Times. 8 septembre
1974.
7- Cover Action in Chile,
1963-1973. Ob. Cit.
8- Blum, William. “Les guerres
scélérates”. Parangon, París 2004.
9- Watergate se llamaba el
edificio donde ese encontraban las oficinas del Partido Demócrata. Ilegalmente,
en 1972 Nixon ordenó que fueran puestas bajo escucha. Ante las pruebas y el
escándalo el presidente debió renunciar en agosto de 1974. Ver: Marchetti,
Victor y Marks, John. “La CIA et le culte du renseignement”. Ed. Robert
Laffont. París, 1975.
10- Corn, David. Blond Ghost,
“Ted Shackley and the CIA’s Crusades”. Simon & Schuster. New York, 1994.
11- New York Times. 17 septembre
1974.
12- Nixon, Richard. “La vraie
guerre”. Albin Michel. París, 1980.
Fuente: Cuba Debate.
Por Hernando Calvo Ospina. Es
periodista y escritor colombiano, radicado en Francia. Autor del libro “Ron
Bacardí: la guerra oculta”, entre otros.
Santiago, 12 de septiembre 2020.
Crónica Digital.
Si
comparamos los hechos descritos, con lo que viene sucediendo en Perú, nos
daremos cuenta que la conducta de la señora KK, la del fiscal miembro del JNE,
la intriga al interior de la izquierda y de PL, la campaña contra Cerrón, las
movidas del Parlamento, el rol de la prensa, la campaña contra Bellido, la
campaña contra Héctor Béjar, la trampa mediática en la que ha caído la
izquierda que se suma al descontento prefabricado y toda la guerra sucia
desatada contra el nuevo gobierno, veremos que hay una similitud muy clara.
Salvo que no quieran verlo.
Para EE
UU y la CIA, el más peligroso del nuevo gobierno era Héctor Béjar, por su
honestidad, capacidad y liderazgo. La prensa mercenaria ha propalado noticias
engañosas mezclando información pasada con la actual. Una conversación informal
en la que Béjar aparece dando una opinión personal sobre el terrorismo en
mérito a la libre expresión y que sucedió meses antes de las elecciones de
abril, es “sembrada” en las noticias actuales indebidamente, cuando ya era
canciller, para crear animadversiones, especialmente de la oficialidad naval
que es la entidad más macartista.
Los
medios ocultaron que el Dr. Héctor Béjar ha sido profesor del Centro de Altos
Estudios Militares- CAEM y que tiene ascendencia entre sus alumnos. Es decir,
la prensa oculto información que no convenía a la maniobra del complot. En
aquellos días, ni tenía idea de que sería nombrado canciller. Pero en la guerra
sucia no hay moral y han logrado apartarlo del gabinete. Pero el objetivo, no
es Béjar en sí mismo. ¡Qué va!
Lo que
ha asustado a EE UU, a la CIA y a la oposición, ha sido la importancia de Béjar
en la geopolítica continental. Lo imaginaron reactivando la integración
regional que tanto trabajo les ha costado desactivar. Lo imaginaron defendiendo
la soberanía nacional y oponiéndose en los organismos internacionales al
bloqueo contra Cuba, Venezuela y, Nicaragua. Entonces dijeron ¡Eso no puede
ser!
El
psicosocial mediático consiguió impactar en desprevenidos como el ministro
Torres que no ven los entretelones de las maniobras desestabilizadoras. Nada de
esta sucia maniobra política hubiera sucedido si el ganador de las lecciones
hubiera sido un político tradicional. Alineados con la derecha, sí. Con la
izquierda, no. Corruptos sí Lavadores de dinero sí. Pura sangre japonesa sí,
pura sangre nativa, no.
La
verdad es que Héctor Béjar es contrario a todo terrorismo, venga de donde
venga. Cuando era Director del Centro de Estudios para el Desarrollo y la
Participación –CEDEP, tuvo la amarga experiencia de un ataque terrorista contra
el proyecto de Repoblamiento de Alpacas en el Callejón de Huaylas en apoyo a
las comunidades campesinas. Con este propósito, viajaron a Puno los genetistas
científicos Alberto Pumayalla, decano de la facultad de zootecnia de la UNALM y
Glicerio Gonzáles para seleccionar el ganado, en compañía de Edilberto Márquez,
sobreviviente de la incursión guerrillera por Puerto Maldonado.
El 3 de
junio de 1990, cuando estaban en esta misión con el ganadero Manuel Barrera,
fueron sorprendidos por los terroristas de “Sendero Luminoso”. Márquez pudo
escapar, pero los demás fueron asesinados. De modo que, no es que Héctor Béjar
haya sido defenestrado por sus declaraciones sobre terrorismo. Ese es el engaño
y la verdad es otra. No quieren personas honestas en el gobierno del país.
Rompería la tradición de gobernantes genuflexos, ante el amo yanqui “revuelto y
brutal que nos desprecia” (J. Martí).
Si
piensan que con su renuncia se quedarán tranquilos, lo comprobarán muy pronto.
Hay quienes están acostumbrados a renegar viendo solamente a la derecha para
todo. No ven más allá. Pero, no hay en el mundo mayor aparato terrorista que la
CIA. Pruebas hay muchas, como el atentado al avión cubano, que mató a 73
pasajeros, entre los que se encontraban los victoriosos jóvenes cubanos de la
delegación deportiva de esgrima.
Aquí no
acaba esta guerra política. Sacar de carrera a Béjar no significa que el
gobierno renunciará también a su política internacional. ¿O sí?
Agosto
17- 2021
Escribe: Milcíades Ruiz