LA
CIUDAD AMARILLA
La ciudad amarilla de Castañeda
ha regresado. Y, lo más grave, la pintadera que estamos presenciando sobrepasa
largamente el carácter de recurso de propaganda, para convertirse en una
constancia que la Metrópoli ha sido tomada por un grupo al que solo le interesa
hacer sentir que con ellos los que mandan. Las ausencias del alcalde a las
sesiones del Consejo Metropolitano, remarcan que lo que este organismo discute
es de mero trámite. Hasta regidores castañedistas se han quejado que los llevan
a votar sin explicarles lo que se está resolviendo.
Castañeda, entretanto, aparece
cuando menos se espera, para decir una sola cosa: que la anterior gestión casi
no existió, que la reforma del transporte es una mentira porque aquí lo único
que existe es el Metropolitano, que él mismo no pudo dejar terminado cuando dejó
la alcaldía para postularse a la presidencia, sin dejar de relevo a ninguno de
los tipos que ahora usa para conducir el Municipio, en medio de sus ausencias.
Mientras tanto ha saboteado de manera sistemática el proceso avanzado de
ordenamiento del transporte masivo, desconociendo estudios, contratos, deudas y
obligaciones, y decretando el estatus quo de combis, coasters y accidentes casi
diarios.
En varios lugares de la ciudad
uno puede ver banderolas y carteles que indican que tal o cual obra (por
ejemplo, la costa Verde), fue dejada sin concluir por su antecesora. No que el
nuevo alcalde va concluirla en su tiempo, como se siguieron sus obras
incompletas a partir del 2011, sino que antes que él solo hubo ineficiencia e
ineptitud. Lo mismo hizo con el legado de Andrade después del año 2003. En
todos lados, además, aún en los tachos de basura, se lee que, ahora sí, se está
“construyendo”, y todo con la firma de Luis Castañeda, el único mudo figureti
del que se tenga noticia. Pero, ¿qué está construyendo?, ¿qué plan tiene para
la ciudad?
La mano de pintura que está
cayendo sobre los murales, las escaleras y los edificios municipales, indican
una concepción totalitaria sobre la imagen de las cosas. Ahora toda la ciudad
es del partido de Castañeda, las minorías virtualmente no existen (por lo menos
para el alcalde), las opiniones informadas y técnicas no importan, y así
sucesivamente. Un tipo aburrido aparece ante cámaras de vez en cuando para
hablarnos con un tono como si no se le entendiera que él sabe todo sobre
dirección municipal.
Ese es el mundo al que nos hemos
condenado los limeños al darle una votación virtualmente plebiscitarias para
quién venía de dos gestiones previas, sobre las que existen tremendo mitos, que
ahora se están contrastando con la realidad amarilla.
FUENTE: Raúl Wiener Periodista,
Analista Político y Económico peruano.
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