Ante
el aumento de los precios de las materias primas y el acaparamiento de algunos minerales
por ciertas economías emergentes, Europa afila las uñas para facilitarse el
acceso a los mismos.
Los
pasados días, los gigantes de la industria minera a nivel mundial, los temidos
“majors”, estuvieron reunidos en un lujoso hotel de Barcelona, evento que pasó
totalmente desapercibido, al igual que las misteriosas conclusiones a las que
allí hayan llegado la Barrick Gold, la Rio Tinto, la Goldcorp, la BHP
Billington, entre otras de las 150 gigantes mineras transnacionales que
acaparan el total del valor de la producción mineral a nivel mundial.
No
obstante, las informaciones disponibles sobre el comercio de materias primas en
los últimos tiempos permiten sacar algunas conclusiones.
El
70% de las manufacturas industriales o bienes de consumo de la Unión Europea
(UE) dependen de sustancias minerales metálicas y no metálicas que Europa se ve
obligada a importar. Para fabricar un teléfono móvil, una computadora o una
pantalla de televisión, hacen falta entre 40 y 60 materias primas diferentes
como el litio, el tantalio, el cobalto y el antimonio, cada vez más difíciles
de obtener. La demanda y los precios están y seguirán en aumento y están
definidos por países emergentes como China e India, que consumen entre el 40% y
el 50% de las principales materias primas metálicas. El consumo de cobre en
China ha aumentado del 12% al 40% en sólo una década. Además, el país asiático
es el mayor consumidor de metales del mundo y restringe las exportaciones de
sus materias primas como el aluminio, cobre, níquel o tierras raras (nombre
común para dos series de elementos químicos: los actínidos y los lantánidos),
antimonio y wolframio, siendo el principal país productor de estos tres últimos
elementos.
A
diferencia de lo que sucede en los otros países industrializados como Estados
Unidos y Japón, que reconocieron más temprano su dependencia crítica de
materias primas comenzando por definirlas y después acumularlas, la UE no había
dado anteriormente una respuesta política integrada para asegurarse un acceso a
las materias primas que considera imprescindibles para su desarrollo económico.
Pero ahora se reconoce como altamente dependiente, amenazada por las economías
emergentes, y vulnerable en este campo.
Para
proteger sus intereses, la industria europea elabora desde 2008 una Estrategia
de Materias Primas no Energéticas que deberá orientar sus políticas. Salpicada
con términos como “minería sustentable” y “ayuda para el desarrollo”, se trata
en la práctica de una agresiva estrategia comercial en términos de competencia
con economías emergentes. La exposición pública de esta estrategia ha sido más
bien discreta y entre bambalinas, de espaldas al gran público, pero su
calendario se ha ido cumpliendo a rajatabla.
“Dialoguemos,
pero el oro es nuestro”
La
“diplomacia de materias primas” forma parte de la Estrategia de Materias
Primas. Consiste en exigir a los países con bienes minerales que eliminen las
restricciones al comercio de materias primas, instrumentando acuerdos
comerciales y políticas de cooperación al desarrollo que contengan cláusulas
que garanticen el acceso a las materias primas. La UE ofrece ayuda para
construir el know how en los países en desarrollo. Esto facilita la extracción
de las materias primas, así como las negociaciones con empresas mineras.
Diplomacia
por delante, ya está activa la Estrategia de Materias Primas en Rusia, África y
Sudamérica. De este saqueo planificado se hacen cómplices todos los países
industrializados en su afán de crecimiento ilimitado.
A
pesar de que la crisis generalizada no hace más que profundizarse, la UE
promueve políticas de crecimiento y consumo desmedidas que hacen aumentar la
demanda de materias primas. Su estrategia para salir de la crisis apunta a la
innovación tecnológica y de procesos y modelos empresariales y sociales. La
Estrategia de Materias Primas se enmarca en la Estrategia Europa 2020, más
general, bajo el lema “competir en el mundo”.
¿Ayuda
al desarrollo?
Para
implementar su Estrategia global a través de la cooperación al desarrollo, la
UE hace todo lo posible para implementar el libre comercio. Con el argumento de
la cooperación al desarrollo, apunta a
formar a los técnicos de los países del Sur global emergentes y en desarrollo e
intenta influenciar las finanzas públicas
facilitando las negociaciones para las empresas mineras – ayuda a
“despejar el campo” para sus propias actividades y procura beneficios fiscales.
En
el contexto de la ayuda al desarrollo, Europa también se beneficia de la
transferencia de tecnología, ocupando actualmente la posición de líder mundial
en tecnología de extracción. O sea, cuantos más proyectos extractivos, más
posibilidades de vender tecnología. La ayuda al desarrollo está cada vez más
condicionada por la obligación que adquieren los países que la reciben de
adquirir la tecnología en los países que les dan la ayuda. Y de paso,
transferirá también el costo en términos de daño ambiental y social.
Europa
encauza gran parte de su dinero de cooperación al desarrollo a través del
European Investment Bank (Banco Europeo de Inversiones) EIB, parte del cual se
destina a proyectos mineros e infraestructura relacionada. Cada año, millones
de euros públicos de la UE fluyen a proyectos mineros bajo el velo del
desarrollo.
Sin
embargo, la contribución del sector minero al desarrollo ha sido reiteradamente
cuestionada por políticos, académicos y organizaciones de la sociedad civil.
Numerosos casos muestran que las normas y reglamentaciones actuales son
insuficientes para garantizar un desarrollo positivo. Las amenazas y los
impactos de la actividad minera en los países del Sur son tales que ya se han
formado redes de comunidades impactadas por la actividad minera que han optado
por la vía de la resistencia como modo de defender su vida y su integridad.
Así, por ejemplo en Latinoamérica existe la Red Mexicana de Afectados por la
Minería REMA, en Ecuador la Coordinadora Nacional por la Vida y la Soberanía o
muy recientemente se ha formado en Colombia la Red Colombiana Frente a la Gran
Minería Transnacional o Reclame. Numerosos grupos trabajan también en la misma
línea en otros países como Argentina, Brasil o Guatemala. Existe también un
Observatorio de Conflictos Mineros en América Latina (OCMAL). Y han surgido
también Redes de afectados de una única empresa como es el caso de la compañía
brasilena Vale.
Ni
“verde” ni responsable
La
alta tecnología es una de las áreas para la que Europa demanda tantas materias
primas. La tecnología “verde” recurre a baterías: nanotecnología, componentes
electrónicos y células fotovoltaicas para generar energía “verde”. ¿Pero qué
tan verde puede ser una tecnología que se abastece de actividades de
(exploración y) extracción minera crecientemente vinculadas a conflictos por la
tierra, destrucción del medio ambiente e incluso graves violaciones de derechos
humanos que han llegado en numerosas ocasiones hasta el asesinato, las amenazas o la intimidación de
personas que se oponen a la instalación de la actividad minera en sus
comunidades.
No
se trata de “excepciones”, ya que se multiplican los casos, reportados y
documentados exhaustivamente en países como Argentina, Perú, Colombia,
Ecuador, Guatemala, Costa Rica, El
Salvador, México. Diferentes gobiernos locales y nacionales, así como empresas
mineras transnacionales se han visto involucrados en hechos turbios, que son
muy difíciles de controlar y posteriormente pedir responsabilidades. La
tendencia al abuso es creciente, pues la exploración minera es constante y
nuevos proyectos mineros surgen cada día. Hay que sumar los impactos
socioambientales y la resistencia frente a megaproyectos de infraestructura
como carreteras, puertos, aeropuertos, hidroeléctricas, etc., asociados a la
industria minera.
Todos
estos conflictos se dan en medio de un despliegue publicitario en torno a la
“responsabilidad corporativa”, a la minería “responsable”, “sustentable” y
hasta “verde”. Las políticas referidas a las materias primas se elaboran entre
políticos e industria, sin participación popular de ningún tipo. Al mismo
tiempo que se dan estos hechos inaceptables, la Unión Europea justifica sus
políticas pro-mineras en la necesidad de velar por la competitividad, el
crecimiento y el empleo. El trasfondo es sin embargo el abastecimiento de la
industria para el crecimiento, y el lucro de las empresas transnacionales, sin
poner atención especial al modo de hacerlo.
La
minería a gran escala es una actividad extractiva que no es ni será nunca
sustentable. Esto se desprende de la sola definición del término minería y de
la descripción de esta actividad industrial. A pesar de lo que asegure la UE en
el marco de su acceso a materias primas, “crecimiento ilimitado” y
“sustentable” son planes incompatibles.
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