La
denuncia de que en la Contraloría se cobran comisiones para no ejercer labores
de fiscalización, no es tan traída de los cabellos o lanzada con ventilador,
como algunos piensan, porque existe un antecedente cercano del que seguramente
el señor Khoury no querría oír hablar: a fines del 2012, bajo la actual
gestión, se denunció al vicecontralor Oswaldo Yupanqui por actos dolosos
referidos a la extorsión de un alcalde en Arequipa.
No
sabemos ahora nada más que el vicecontralor fue destituido, pero no sobre los
demás implicados en la red de corrupción, ni si se ha seguido la acción penal y
con qué resultados. Nos preguntamos si el superior de Yupanqui, es decir el
señor Khoury, está comprendido en el caso, ¿es testigo, investigado,
inculpado? Habrá seguramente ocasión
para que el futuro Congreso revise la gestión de la Contraloría y se forme una
opinión sobre cómo se manejó esta denuncia.
Estos
hechos, intencionadamente soslayados para no mermar la autoridad de un órgano
de la autoridad de la Contraloría, ha sido recordado en las recientes
elecciones regionales, cuando la recién electa gobernadora regional de Arequipa
hizo pública la desconfianza de la ciudadanía en el Contralor Khoury y la
institución a su cargo. En otras regiones como el Callao o Cajamarca, la
incredulidad se ha acentuado por razones casi opuestas: falta de control en un
lado y ensañamiento con el presidente regional (hoy gobernador) en el otro.
Todo
esto no significa sino una caída vertical de la credibilidad en el organismo
que debería ser la garantía de honestidad y limpieza en todos sus actos.
Precisamente, varias comisiones del Congreso, están verificando las omisiones
del contralor Khoury en los casos más graves del período, lo que a su vez ha
desatado una frenética carrera en el local de Av. 6 de agosto, para presentar
más y más informes que acrediten que la Contraloría no andaba tan despistada y
así lavarse la cara. Pero, tal parece que no existe sustancia que retire la
suciedad acumulada.
Por
ejemplo, ahí donde se discute sobre la actuación de los organismos
internacionales en la supervisión de proyectos, la Contraloría no ha podido
responder por qué no atendió el pedido de la OEI (Organización de Estados
Iberoamericanos) para revisar 100 licitaciones en las regiones, la mayor parte
en Ancash (Caretas Nº 2336 del 20 de mayo del 2014).
Por
todo lo dicho, debería subrayarse el contenido del artículo 25 de la Ley de
Contraloría (27785), que indica que al Congreso al que le corresponde la
fiscalización de esta entidad en el cumplimiento de sus funciones
anticorrupción. Si no lo hace incurre en encubrimiento real. Por tanto alguna instancia del Legislativo
debe actuar de acuerdo a su mandato, tipificando si es que ha habido algo que
se pueda llamar instancia permanente de control, muy bien remunerada mientras
la corrupción estallaba en distintas regiones y organizaciones del Estado.
FUENTE:
Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano.
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