Esta
mañana, la noticia del día se ubicó en Arequipa. Desde el set de RPP, Julio
Moriberón, director de Relaciones Institucionales de Southern Perú, anunció que
la compañía dejará el proyecto Tía María, decisión que será comunicada hoy
formalmente a los canales pertinentes del Estado Peruano.
La
noticia tiene varias repercusiones. De un lado, la económica. Resulta evidente
que el Ministerio de Economía y Finanzas deberá reajustar a la baja sus
proyecciones de crecimiento económico para este año. La puesta en marcha de Tía
María, proyectada para este periodo, era parte de las variables que se tenían
en cuenta para el cálculo de dicha cifra. Y ya no son pocas las voces que
piden, hace rato, al ministro de Economía y Finanzas, algo más de proactividad
en el incentivo de inversiones. Aunque también resulta cierto que el proyecto
en cuestión nació con problemas, como veremos luego.
Luego
tenemos el plano del discurso. El representante de Southern tuvo en su
presentación de hoy una frase que será recordada: la alusión a un supuesto
“terrorismo antiminero” como uno de los motivos para dejar de lado esta
inversión. La frase nos parece infeliz por tres motivos: el primero, porque
trata de asociar una posición con la que se puede discrepar o no con uno de los
peores males que tuvo nuestra patria. La segunda, porque en el fondo termina
descalificando per se a cualquier posición discrepante. Y, peor aún, cuando el
propio señor Moriberón terminó admitiendo que Tía María tuvo problemas al
inicio del proceso, debido a que enfocaron las relaciones con las comunidades
como un mero “favor”.
Ello
no niega, por cierto, que existe un sector minoritario que, por cuestiones
ideológicas, considera que el Perú debe abandonar toda actividad minera y
abocarnos a otras acciones productivas, pero que tiene un peso sustancialmente
menor al que algunas periodistas (¿aló, Valenzuela?) quieren atribuirle. Y
resulta cierto que el país no debería depender tanto de la minería y tener su
inversión más diversificada, pero también es claro que contamos con un buen
potencial en este campo, el mismo que debe explotarse con reglas claras,
respeto al medio ambiente y buenas relaciones con las comunidades.
Lo
que resulta alucinante es como este tema es visto para algunos como “el fin del
mundo” y por otros como una “victoria” que habría que festejar con champagne.
La cancelación de un proyecto minero siempre tiene varios responsables y en
este caso no es la excepción: una empresa que desde el vamos tuvo serias
dificultades en torno al tema de recursos hídricos y que, luego de algunos
cambios, tampoco pudo superar la desconfianza de los ciudadanos involucrados;
ciudadanos dedicados a actividades agrícolas que temen el impacto de la minería
en su producción; un gobierno central que oscila entre la desidia y el “meta
represión para que vaya esta inversión”; y autoridades locales opuestas a
rajatabla a este proyecto. Y, claro
está, tenemos la incertidumbre sobre sí la empresa venderá sus intereses en Tía
María - y a quien, considerando que hay cada minera que tiene problemas - y
como custodiarse de la minería ilegal.
Añadan
a este desenlace, por cierto, un factor que muchos obvian a esta hora: la baja
en los precios internacionales de los minerales, lo que hace que sea más fácil
tomar la decisión de cancelar un proyecto minero que tiene problemas sociales
fuertes. Y de retener la concesión hasta que el precio suba y las condiciones
sociales mejoren. Por ello la frase de “terrorismo antiminero” resulta siendo
aún más torpe, porque no ayuda en nada a ese objetivo de corto plazo.
Finalmente,
el tema político. Obviamente esto va a servir para chancar a Humala por su
“poca convicción en atraer nuevas inversiones”. Y Humala también podría
responder que los problemas con Tía María comenzaron en el gobierno de García.
Pero más allá de la reedición del clásico “yo gobierno mejor que tú”, hay un
problema de fondo que no estamos viendo y que, el domingo pasado, Alberto
Vergara pinto en todo su esplendor:
Hay
que salirle al paso a la insensatez. No por defender a Humala, sino para
subrayar que la raíz del problema estuvo siempre en otro lado. Si la economía
peruana se ha amodorrado se debe, fundamentalmente, a que los precios
internacionales bajaron y a que grandes proyectos mineros se truncaron. Pero
esto está lejos de ser un producto humalino. Los precios internacionales
hubieran afectado a cualquiera y se debe subrayar que los atrofias
institucionales de mediación entre Estado y sociedad que, por ejemplo,
confabularon contra Conga, son semejantes a las que entramparon varios otros
proyectos durante gestiones anteriores. Premunidos de las mismas falencias
institucionales, el presidente Kuczynski –con su pasaporte gringo y su bancada
limeñísima– no hubiera destrabado Conga y la presidenta Keiko tampoco lo
hubiera conseguido a punta de bala. Dejen de vender cebo de culebra.
Decir
que nuestra economía se enarenó por responsabilidad de Humala es la mejor
manera de quitarle la nalga a la jeringa, es decir, evitar el análisis de las
fisuras del sistema político y económico que ha prevalecido por largo tiempo.
¿Qué otra cosa eran las largas ovaciones para Luis Miguel Castilla en las CADE
sino el reconocimiento público a quien garantizaba que Humala se mantuviese al
margen de la política económica? Se ha celebrado que el mandatario apenas
mande, pero se le enjuicia por los malos resultados. Responsabilizar al
presidente y a su gobierno apocado transparenta otra forma de caudillismo:
anhelar un individuo alternativo y soslayar lo que hemos construido
gradualmente.
Lo
bueno y lo malo del Perú de hoy es producto de una tendencia que supera a los
gobiernos de turno. Y esto, por cierto, se corrobora en los ránkings
internacionales que evalúan estas cuestiones. Si observamos los seis
indicadores del Banco Mundial sobre Gobernanza, en cuatro de ellos el Perú
mejora sostenidamente en la última década. En cambio, en materia de control de
la corrupción nos degradamos sostenida e independientemente de los gobiernos.
En cuanto al Estado de derecho, avanzamos y retrocedemos, sin ton ni son.
El
Perú, entonces, no pasa por ninguna crisis. Padece, en cambio, el deterioro
progresivo de muchas de sus instituciones. Una economía pequeña era menos
difícil de levantar con un Estado de derecho endeble, convenía que partidos y
sindicatos hubieran desaparecido, un Congreso desprestigiado y compuesto de
amateurs siempre fue útil para impulsar el modelo económico desde el Ejecutivo.
No lo sería para siempre. El sistema se ha ido tragando a sí mismo. Aquello que
antes lo alimentaba, hoy lo envenena. Pero estamos a tiempo de evitar la
atrofia, la crisis. Humala es síntoma y no enfermedad. Que no le cuenten la
historia desde las hojas del rábano. Piense en dónde están los nudos de nuestra
vida política y económica. Y, sobre todo, recuerde a Mafalda: esto no es el acabóse,
solo es el continuóse del empezóse de ustedes.
¿Qué
dicen quienes quieren dirigir los destinos del país desde 2016 sobre todo esto?
ACTUALIZACION
(12:10 PM) La Ministra de Energía y Minas acaba de declarar lo siguiente. Vía
El Comercio:
La
ministra de Energía y Minas, Rosa María Ortiz, señaló que se comunicó con el
presidente del directorio de Southern Copper, Óscar Gonzáles Rocha, y que este
ha negado que la empresa minera vaya a cancelar el proyecto Tía María en
Arequipa, como había anunciado por la mañana Julio Morriberon, director de
relaciones institucionales de la minera.
Ortiz
afirmó que la empresa emitirá una rectificación del anuncio de cancelación del
proyecto.
¿Un
vocero oficial de una compañía aparentemente seria como Southern se fue por la
libre? ¿Fue un mecanismo de presión de la empresa? ¿El gobierno acaba de apagar
un incendio?
ACTUALIZACION
2 (02:40 PM): Parece que en el MEM estaban mejor dateados sobre el tema. Aquí
el comunicado de Southern:
Igual
resulta siendo confuso todo. ¿Por qué un funcionario que es el vocero oficial
de la empresa se manda con una declaración que incendia la pradera, sobre todo,
cuando hay un conflicto social en Arequipa? ¿Y encima le prende fuego a
cualquier intento de diálogo con los ciudadanos en Islay? ¿Una forma de
presionar a un gobierno desesperado por las inversiones?
FUENTE:
José Alejandro Godoy (Foto: El Comercio)
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