A
Antauro Humala debe pesarle muchas veces ser hermano del presidente. La
situación absurda que todos los que participaron de la toma de comisaría de
Andahuaylas en el año nuevo de 2004 al 2005, estén actualmente en libertad, y
que ninguno haya podido ser acusado por la muerte de los cuatro policías, salvo
Antauro calificado de “coautor”, sin haber disparado ni dictado ninguna orden
para el enfrentamiento, resume una condición impuesta desde el primer día del
gobierno de Ollanta Humala: si quieres conservar la presidencia no debes mover
un dedo por tu hermano presidiario.
Antauro
organizó un acto que buscaba forzar los acontecimientos en un contexto en que
se hablaba abiertamente de la salida del presidente Toledo, por incumplimiento
de sus promesas y continuismo neoliberal. Con un grupo de sus partidarios, sin
armas, entraron a la comisaría y se encontraron con todo el personal borracho y
se apoderaron de ella. Decían que entregarían el local si Toledo renunciaba.
Curiosamente, mientras en Lima y otros lugares, se vio el caso, a través e la prensa,
como un rebrote de violencia, los andahuaylinos apoyaron a Antauro y hasta lo
llevaron en hombros una vuelta por la plaza de armas de la ciudad en muestra de
liderazgo.
El
presidente, por supuesto, no renunció, y envío fuerzas antisecuestros, imaginando
un escenario como el que vivió Fujimori cuando el MRTA tomó rehenes en la casa
del embajador japonés. Pero acá no hubo paciencia para negociar una salida y un
grupo de policías fue enviado sobre los etnocaceristas que se atrincheraban en
la calle, produciéndose el confuso incidente de la balacera en la que mueren
cuatro policías y dos de los ocupantes de la comisaría. Hay dudas evidentes de
que los etnocaceristas hayan disparado sobre los policías y peritajes que
afirman que recibieron tiros por la espalda. En cualquier caso el incidente
escapó del plan original de Antauro, que permanecía dentro de la comisaría y
lejos de donde se produjeron los hechos.
El
expresidente de la Corte Suprema, César San Martín, sabe todo esto, y era
consciente que su antiguo rival Villa Stein ya había iniciado una revisión del
caso, cambiando la naturaleza de los delitos y absolviendo a los dos que
estaban señalados como los autores materiales de los disparos, por falta de
pruebas, dejando pendiente el punto más peliagudo que era el del jefe de la
asonada, del que dijo era “coautor” (se supone que mediato, a la distancia) de
las muertes que pasaron de homicidio agravado, a simple, como no planificado. A
San Martín le tocaba decir que no puede haber un “coautor”, sin otros autores.
Ni autoría mediata en hechos producidos fuera de su control. Esto no absolvía a
Antauro de la toma de la comisaría y la apropiación de armas. Pero sí tomaría
en cuenta la voluntad negociadora que se desarrolló para devolver la comisaría y
superar la crisis.
FUENTE:
Raúl Wiener Periodista, Analista Político y Económico peruano.
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