Comunidades nativas en EE.UU. entre dos
fuegos
Estados
Unidos es el país más desarrollado del planeta, es lo que he escuchado a
menudo. Estoy de visita por varias de sus ciudades invitado por el Departamento
de Estado para conocer sobre las distintas políticas del gobierno para los
indígenas estadounidenses. En Washington DC observé una administración pública
muy preocupada por su país y por su gente. En todas las reuniones en las que
participé nos dijeron reiteradamente: respetamos sus identidades, sus sistemas
políticos y sociales, damos mucho apoyo a la promoción de sus culturas,
buscamos la recuperación de sus lenguas y la conservación de sus patrimonios.
Nos mostraron las diversas investigaciones y proyectos de las universidades y
museos para mantener la vida, historia y artes de los indígenas de este país.
Y sin
embargo hay testimonios crudos y desgarradores, como éste: “Muchos en nuestras
comunidades no saben de dónde vienen y quiénes son. Han perdido la esperanza
por culpa de la pobreza y los abusos. (…) Una mujer del pueblo Comanche fue
encerrada por estar ebria, los policías la esposaron en los barrotes de la
celda y usaron sus armas con electricidad para que se callara. No resistió la
electricidad y murió. Nadie se entera de esto porque somos un grupo muy pequeño
y no somos interesantes para la prensa”, nos comenta un abogado indígena de
Oklahoma.
“La
esperanza de vida de un indígena americano es menor. En promedio viven cinco
años menos que otros norteamericanos blancos”, nos explica un profesor
universitario de historia. Un informe del Museo Nacional del Indígena Americano
indica que la muerte por alcoholismo en los indígenas es siete veces mayor que
en el resto de la población así como las muertes relacionadas con drogas un 65%
más alta y el suicidio un 72% mayor.
Exposición de la Tribu Cherokee en
Washington. Los 600 millones de dolares que producen los usan para revitalizar
sus programas lingüísticos, mantenimiento de museos, difusión de su cultura y
tradiciones. Foto: Daniel Sánchez
El viaje
continuó hacia Oklahoma para conocer algunas reservas indígenas. La historia es
conocida, durante el proceso de expansión de los Estados Unidos de la costa
atlántica hacia la “conquista del oeste”, se desplazaron a las comunidades
asentadas en dichas zonas, hubo fuertes luchas, muchas muertes y, una vez
vencidos los indígenas, se los agrupó en reservas donde vivirían.
A fin de
que tuvieran un estatus de legitimidad se firmaron más de 350 tratados con
estos pueblos mediante los cuales se reconocía variados beneficios y
responsabilidades en la administración de dichos territorios donde, en la
actualidad, viven el 30% de los 4 millones de ciudadanos que se reconocen como
indígenas en EEUU. A lo largo de las últimas décadas, el Gobierno ha tenido,
por orden del Congreso y las Cortes Federales, que respetar las decisiones que
las autoridades indígenas han tomado con autonomía en el destino de los
recursos naturales que tienen en sus tierras.
De las
reservas visitadas en Oklahoma, tres sobresalen. Los indígenas Cherokee, por
ejemplo, manejan múltiples empresas de juegos, tecnología y manufactura lo que
les permite tener un presupuesto anual de 600 millones de dólares para brindar
servicios públicos de calidad en educación, salud o seguridad a sus 325 mil
miembros. Por su parte, los Osage, otra nación indígena, son dueños de los
recursos naturales del subsuelo de sus tierras y han desarrollado una industria
del petróleo que les permite producir 14 mil barriles de petróleo diarios. Los
Muscogee también conocidos como Creek tienen una policía tribal, una asamblea
legislativa donde se dictan las normas que los regulan y su propia Corte
Suprema de Justicia indígena.
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Pueblo de Acoma, cerca de Albuquerque, Nuevo
México. Este pueblo sufrió diversas invasiones de españoles, mexicanos y
estadounidenses. Sin embargo, aún mantienen su identidad cultural. En la
actualidad viven del turismo educativo y de exhibiciones culturales de sus
tradiciones. Foto: Daniel Sánchez
“Pero es
que han visitado a las más poderosas y ricas. Hay muchas otras que no tienen
esos beneficios y no la pasan tan bien”, nos aclara un ex fiscal indígena. En
el resto del país, cuatro de cada cinco indígenas no consigue un empleo formal.
El acceso a una vivienda se reduce y tienen que migrar a las ciudades para
poder obtener ingresos económicos.
Sin
embargo, en las ciudades se enfrentan a otros problemas. Converso con varios
norteamericanos y conocen, aunque no mucho, sobre las tribus indias, que es
como aquí se les llama. Algunos han estudiado a las principales en las
escuelas: Navajo, Cherokee, Apache o Sioux, no más de cuatro o cinco. ¿Y qué
pasa con las otras 560 naciones, tribus y pueblos reconocidos por el gobierno?
Quizás lo mismo que con otras minorías, sus problemas pasan desapercibidos o
los estereotipos que se tienen de ellas, las van invisibilizando.
Como
muchos indígenas en el mundo, los de EEUU también sufren el prejuicio y la
discriminación. Se piensa que son poco civilizados, millonarios de casinos o
que tienen genes propensos al alcoholismo. La imagen de sus vidas ha estado
sujeta a la persistente distorsión de los medios masivos de identificarlos solo
como los “pieles rojas” en las películas del oeste. Incluso hoy cientos de escuelas
usan los símbolos y nombres indígenas para referirse a las mascotas de los
deportes. Esto, ellos lo consideran ofensivo. Como dijo el Presidente Kennedy
en 1963 “para un sujeto que ha aparecido y reaparecido con tanta frecuencia en
las novelas, películas, televisión, el indígena americano es el menos conocido
y el más incomprendido de todos nosotros”. Estos estereotipos persisten 50 años
después.
No
obstante ello, en Seattle, uno de los mayores centros industriales del país,
hay dos iniciativas muy interesantes para promover la participación y
conocimiento de los indígenas que viven en la ciudad. En el 2003, se creó el
Consejo Consultivo de Nativos para la Policía. Un grupo de ciudadanos indígenas
que voluntariamente trabaja con la policía para lograr un entendimiento mutuo y
así eliminar los estereotipos que pueden conducir al abuso policial. También se
ha hecho obligatorio en las escuelas de la ciudad, la enseñanza de cursos que
cuenten la historia de los indígenas, sus luchas y sus culturas. Esto con el
objetivo de que el intercambio y acercamiento cultural sea en ambas
direcciones.
En el
Parque Nacional Olimpic de Washington se construyó en 1914 la Represa Elwah. El
pueblo Klallam luchó para que se destruyera pues impedía el flujo del salmó,
pez base de su economía y cultura. En el 2014, el Gobierno Federal ordenó su
destrucción para devolver el salmón y el beneficio a la tribu. Foto: Daniel
Sánchez
“Ha sido
difícil mantener nuestra identidad pues hasta los años 70 nos obligaban a ir a
escuelas donde se nos prohibía hablar nuestra lengua. Buscaban asimilarnos,
extinguiendo nuestra cultura” nos cuenta una activista indígena Comanche que
contribuyó a que el Presidente Nixon revirtiera esta situación. “No hemos
dejado de ser indígenas porque usemos ropa moderna y celulares, viajemos en
autos, tengamos empresas exitosas o incluso hablemos bien el inglés. Somos
indígenas porque tenemos una identidad propia, una historia remota y una
cultura diferente que nos hace sentir orgullosos”, concluye.
“Los
pueblos han sobrevivido a cada contexto histórico porque han utilizado las
herramientas existentes en cada época. Ahora es necesario prepararse, conocer
las formas de generar dinero y usar las ganancias para promover nuestra cultura”,
nos comenta el Director Ejecutivo de una corporación empresarial de indígenas
en Albuquerque. Hace unos años, los dirigentes de los 19 pueblos indígenas de
esta zona decidieron formar una empresa. Ahora esta corporación administra
hoteles, gasolineras y locales de diversión y genera más de 35 millones de
dólares en ganancias anuales. Lo interesante es que estas utilidades son
destinadas en su integridad a financiar actividades que permiten mantener viva
su cultura. Son un ejemplo de éxito en el país, pues sin un dólar del Estado
han logrado la construcción de un centro cultural donde mantienen un museo,
ejecutan proyectos para la revitalización lingüística y difunden sus
costumbres.
Finalmente,
otro elemento interesante es que a nivel político los asuntos indígenas no son
exclusivos de los parlamentarios indígenas. De los 435 miembros que forman el
Congreso norteamericano, solo 2 son indígenas. En el Senado ninguno de los 100
miembros lo es. Sin embargo, hay un “caucus” de 40 parlamentarios de los
diversos partidos políticos que se han unido para, en conjunto, sumar esfuerzos
legislativos que permitan promover las iniciativas indígenas. Obviamente hay
limitaciones. Sin embargo, un contexto político así ha permitido, por ejemplo,
pasar en pocos años de la casi extinción del hawaiano, a que sea una lengua
viva y muy usada en las dependencias públicas del archipiélago. También que una
represa que afectaba la pesca del salmón para los indígenas Elwha Klallam de
Port Angeles sea destruida para que el ecosistema se recupere y su economía
comunal se restaure.
En este
viaje estoy acompañado de diversos líderes indígenas latinoamericanos. Por el
Perú va Talit, una dirigente del pueblo indígena Shiwilo de Loreto, “aunque hay
problemas aquí, no se comparan en nada con los que tenemos en Perú. Estados
Unidos no es un paraíso pero no se tardan tres días en bote surcando el río
para llegar a un hospital. Los idiomas indígenas no se han extinguido y los
niños reciben una buena educación. Las empresas no entran a las tierras de las
comunidades sin su permiso y los beneficios que reciben de éstas se pueden
verificar. Aquí sí se percibe un Estado que promueve proyectos, respeta a los
indígenas y no los olvida”. Esta reflexión resume muy bien que en el Perú, a
diferencia de lo que algunas cifras económicas muestran, falta aún mucho para
considerarnos un país desarrollado.
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*Daniel
Sánchez Velásquez es Jefe del Programa de Pueblos Indigenas de la Defensoría del
Pueblo. Abogado de la PUCP. Magíster en Derecho Constitucional por la
Universidad de Sevilla. Autor de diversas publicaciones e investigaciones sobre
Derecho Constitucional y Derechos Humanos. Autor del libro Discriminación y
Medios de Comunicación. Análisis de las bromas raciales en la televisión
peruana.
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Artículo
publicado el 2 de julio por el portal de divulgación científica y humanística
Sophimanía.
FUENTE: Daniel
Sánchez Velásquez*
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