“Incendiar
la pradera”. Así titula la primera publicación de La Siniestra sobre la
tradición radical peruana. Escrita por José Luis Rénique, la obra fue
presentada por Julio Cotler y por mí, en la Feria Internacional del Libro.
Comentar
el análisis que hacer José Luis acerca de un siglo entero de marchas y
contramarchas en el pensamiento radical fue particularmente especial para mí.
Creo que este libro puede servir para quienes, como yo, buscan repensar la
radicalidad en el Perú; para las nuevas generaciones que hoy se identifican con
la izquierda o con las propuestas políticas que aspiran al “cambio” en el país.
Se trata de generaciones que crecimos en los años marcados por el conflicto
armado interno y la dictadura (autocracia) de Fujimori. ¿Hay futuro para un
pensamiento radical en el Perú? ¿Es posible seguir hablando de revolución,
luego del peso que aún cargamos como sociedad, tras la muerte de más de 60 mil
peruanos y peruanas en “la guerra senderista”, como la llama Rénique?
El ensayo
está dividido en tres partes. La primera busca los orígenes de la radicalidad
rememorando a Manuel Gonzales Prada y su virulenta reacción ante el fracaso de
la República Criolla y el débil liberalismo político en el país, luego de la
derrota sufrida en la Guerra con Chile. Este pensamiento radical se encuentra
en los años 20-30, con Mariátegui y Haya. La revolución tendría como tarea
central encontrar al “verdadero Perú”, alejado del poder, excluido y relegado
por esta República Criolla.
La
segunda parte, la revolución en la revolución, quizá la más lograda como relato
articulador, da cuenta de la formación de los símbolos, de la gesta heroica, de
quienes en los años 50 y 60, de distintas maneras, decidieron romper con el
“acomodo” de la izquierda y remover el status quo. Forman parte de esta
narración los intentos de guerrilla del MIR y del ELN, con Luis de la Puente y
Héctor Béjar como sus principales protagonistas, las tomas de tierras que
evidenciaron la urgencia de una reforma agraria en el país y el crecimiento del
movimiento campesino, con Hugo Blanco como figura emblemática. Esta parte
muestra un segundo elemento de continuidad en la tradición radical, junto con
la búsqueda del verdadero Perú: La división permanente de la izquierda. Esta
etapa resulta más llamativa, pues, de distintas maneras, tanto el MIR como el
ELN, y en gran medida Blanco, buscaban encender la mecha de la revolución en el
país. La incapacidad de generar confianzas entre ellos y la autosuficiencia de
cada uno, seguros de la correcta interpretación de los factores que los
conduciría a la victoria, los llevó a desarrollar estrategias paralelas, que se
rozaron mas no llegaron a confluir.
Finalmente,
de la Revolución Militar a la Guerra de Sendero, la tercera parte del ensayo da
cuenta de las oportunidades perdidas por la izquierda, de las posibilidades
abiertas por la revolución de Velasco, apoyada sólo por algunos sectores
encabezados por Béjar, que entraron a SINAMOS, que requerían de un apoyo
político claro para poder hacer una transición de la “revolución desde arriba”
a la apropiación desde abajo, desde el mundo popular, de los cambios en curso.
Tras la caída de Velasco y la contra-revolución de Morales Bermúdez, la
izquierda, junto a una movilización social masiva en defensa de las reformas,
entra a los años 80 a enfrentar un dilema que marcará el curso de su historia:
Tomar posición frente a la democracia burguesa, por un lado, y frente a la
guerra senderista, por el otro. Las salidas de esta “nueva izquierda” fueron la
creación del PUM, con un pie en la vida política legal institucional, pero
reivindicando la autodefensa armada, y el surgimiento del MRTA, autodenominado
“la conciencia crítica” de esta izquierda que buscó – infructuosamente –
disputar el sentido de la lucha armada a Sendero.
El texto,
si bien señala que la tradición radical trasciende a los actores políticos y
busca otras expresiones, sociales, culturales o académicas, tiene un eje muy
centrado en quienes compusieron la izquierda, en sus diferentes variantes. Una
mirada a los actores sociales, sus dinámicas y decisiones en este período
ayudaría a completar el fresco.
Este
ensayo llena un vacío histórico, busca superar la lógica de “fragmentos”, de
historias parciales (y parcializadas) de algunos momentos, y ayudar a construir
una narrativa conjunta, de un siglo entero de pensamiento radical en el Perú.
Busca historizar, poner en contexto, saltando las coyunturas, para entender los
periodos de larga duración. Busca secularizar a la izquierda, ayudarnos, a
quienes no habiendo vivido en este tiempo, cargamos con su herencia –buena y
mala–, en un momento en el que, en el país, necesitamos repensar qué entendemos
por radicalidad y por revolucionar la sociedad en busca de justicia;
secularizar la izquierda rompiendo capillas y dioses, recuperando lo humano y
contradictorio, aprendiendo, recogiendo y zanjando.
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