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TRADUCCIÓN A OTROS IDIOMAS - TRANSLATION TO OTHER LANGUAGES

domingo, 9 de agosto de 2015

CRÓNICA DE UN FRACASO MINERO




No estoy convencida del balance netamente positivo de la eventual operación de la mina Tía María en el Valle de Tambo, pero sí de que es improbable que se concrete debido a que ha sido saboteada, quizás, de manera letal.

Lo paradójico es que el sabotaje no provino ni de los “espartambos”, ni de los “lentejeros”, sino que ha sido resultado de su propia estrategia corporativa.

Al parecer, a algún “creativo” publicista de éxito en tiempos fujimontesinistas se le ocurrió que agitar el cuco del terrorismo era una buena idea para inclinar la balanza contra los opositores. Los psicosociales para apoyar la versión han sido, siendo generosos, inútiles.

Y entre los actores de este operativo fallido, cuyos favores a la causa son más que dudosos, figuran desde el congresista Juan Carlos Eguren, hasta el “interlocutor” de la Southern, Jesús Gómez Urquizo, pasando por varios ministros de Estado, el inefable jefe de la Policía, Enrique Blanco, un puñado de periodistas incondicionales y los miembros del tristemente célebre “colectivo por el Desarrollo de Islay”, cuya vigencia es una ficción ideada en Lima, igual que su logotipo.

Pero lo determinante para inclinar claramente la balanza en sentido contrario –más allá de los eventuales pronunciamientos de los gremios empresariales y mineros – ha sido la propia estrategia comunicativa de Southern Perú, cuyas falencias se hicieron evidentes apenas a 5 días de iniciado el paro, con el amago de retiro de la zona como mecanismo de presión a un gobierno claramente debilitado, bajo amenaza de llevarse su inversión a otro lado.

Y la estrella de esta armazón, a juzgar por la inversión, ha sido la campaña publicitaria originada en el “Centro de Información de Southern”, cuya machacona repetición es, simplemente, contraproducente.

Entre los variados “boomerangs” que se lanzan desde el misterioso “Centro”, de logotipo circular, figuran, por ejemplo, un spot publicitario en el que aparecen, pletóricos de felicidad, los miembros del “Colectivo por el Desarrollo”, algunos francamente impresentables ante la población del valle.

El mensaje, vacío de significado, es un eco de perfecciones, infalibilidades, lugares comunes, autoelogios, simplezas y manipulación. ¿A quién convencieron?, ¿cuántos nuevos fans de la minería hay ahora en el país?, ¿cuál es el elemento determinante que hizo cambiar de opinión a millones de peruanos que han recibido el mensaje diaria y reiteradamente?

La campaña solo ha servido para poner en evidencia, una vez más, la fractura social que atraviesa al país y amenaza con hacerlo inviable. No sólo los publicistas y comunicadores, los funcionarios de la empresa, sus directivos, los ejecutivos del gobierno, los líderes empresariales y los políticos; todos ellos, no han entendido nada de lo que realmente ocurre en éste y otros conflictos.

Como resultado, después de años de enfrentamientos y pérdidas (materiales, morales y humanas), no hay ganadores en esta pelea. Todos hemos fracasado. Y, entre los que más pierden, en primera fila, siempre estarán las poblaciones más débiles y vulnerables, cargando su pobreza, su desesperanza, su exclusión y humillación por ser eternamente ninguneados. Sus problemas reales no se guionizan en el “centro de información” de Southern, ni figuran entre las prioridades de quienes, casual e irresponsablemente, toman las decisiones en este país.



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