Una investigación evidencia que muchos de los
problemas relacionados con la deforestación y el desarrollo con bajas emisiones
requieren soluciones políticas. Foto: Aulia Erlangga.
¿Por qué
las iniciativas orientadas a mantener los bosques en pie, como REDD+ y otras,
todavía están lejos de cambiar las trayectorias de desarrollo?
En la
reciente conferencia bienal de la Asociación Internacional para el Estudio de
los Recursos Comunes (IASC), celebrada en Edmonton, Canadá, presentamos los
resultados preliminares de una investigación sobre la política de la gobernanza
multinivel en el cambio de uso de la tierra y las políticas climáticas.
La
comprensión de las políticas de uso de la tierra es en parte difícil porque son
muchos los actores involucrados: los sectores gubernamentales nacionales y
subnacionales, incluyendo el medio ambiente, la forestería, la minería y la
agricultura, así como empresas privadas, organizaciones no gubernamentales y
las comunidades locales e indígenas.
Al mismo
tiempo, con la creciente necesidad de encontrar nuevas rutas para el
desarrollo, es cada vez más importante entender cómo estos actores trabajan
juntos (o no) para generar cambios de uso de la tierra en la práctica.
Entonces
¿cómo podemos nosotros, como investigadores, estudiar esta complejidad y ayudar
a identificar formas factibles para avanzar?
ESTUDIOS
DE CASO EN CINCO PAÍSES
Nuestra
solución fue, esencialmente, dialogar con el mayor número posible de personas,
en los lugares donde estaban ocurriendo los cambios.
Identificamos
54 sitios ubicados en 11 regiones de 5 países: Perú, Indonesia, Vietnam,
Tanzania y México, y entrevistamos a más de 700 personas.
Llevamos
a cabo nuestra investigación en sitios donde existían iniciativas de desarrollo
con bajas emisiones, incluyendo pero no limitándonos a REDD+, y también en
lugares donde los bosques están siendo convertidos para usos en agricultura,
palma aceitera, minería y otros.
Encontramos
que a pesar de los diversos sistemas legales y niveles de descentralización,
los actores poderosos, que participan de la deforestación, generalmente
encuentran la forma de salirse con la suya, ya sea usando las normas a su favor
o actuando al margen de ellas.
En países
como Perú e Indonesia, donde los bosques no pueden ser titulados, observamos
diferentes grados y tipos de descentralización con distritos empoderados en
Indonesia y regiones habilitadas en el Perú.
Sin
embargo, en ambos países los actores lograron presionar a las agencias
gubernamentales a cargo (a nivel nacional, regional y/o distrital) para
reclasificar los bosques como áreas no forestales y, de este modo, habilitarlos
para la propiedad privada y la conversión.
En todos
los países, las personas informaron que la coordinación entre los distintos
sectores fue un gran desafío: las oficinas ambientales y de los sectores
tradicionales como, por ejemplo, agricultura y minería, generalmente trabajan
con objetivos contrapuestos.
Las
agencias ambientales en todos los niveles fueron consideradas por un sector
amplio como las menos influyentes. Esto refleja que existen intereses políticos
más grandes en todos los países: las coaliciones a favor de la expansión de la
agricultura, la minería y las formas tradicionales de desarrollo son más
grandes (o más poderosas) que la coalición que defiende alternativas
sostenibles.
Las
organizaciones no gubernamentales, y otras entidades que buscan promover
prácticas más sostenibles, son generalmente ignoradas.
Además,
la mayoría de iniciativas de bajas emisiones están tratando de cambiar el
comportamiento de los actores más débiles, a veces reforzando suposiciones
profundamente arraigadas respecto a los motores de la deforestación.
¿HAY
ESPERANZA EN REDD+?
REDD+ ha
abierto espacios nuevos e importantes para el diálogo y la promoción de los
derechos indígenas y comunitarios.
En
México, si bien el sector forestal está altamente centralizado y más de 20 años
de políticas gubernamentales han tratado de acabar con los ejidos (tierras
comunitarias reconocidas bajo la ley), REDD+ les devolvió protagonismo al
hacerlos custodios del 65% de los bosques del país.
Sin
embargo, a pesar de que REDD+ ha logrado sentar en una mesa a actores afines
del sector medio ambiente, este diálogo no ha logrado cerrar la brecha entre
sectores tradicionales.
Pocos
proyectos REDD+ tienen en cuenta los motores de la deforestación a gran escala
o de capital intensivo, aunque hay casos en que el fortalecimiento de los
derechos comunitarios ha permitido la exclusión de inversionistas externos no
deseados.
En
Tanzania, la mayoría de las intervenciones de REDD+ tuvieron resultados
positivos respecto a los agricultores sedentarios, pero su enfoque excluyó a
los sectores más débiles y pobres, tradicionalmente considerados problemáticos
(aunque en base a suposiciones en lugar de datos), como los agricultores y
pastores itinerantes, lo que impidió hacer frente a problemas como los
conflictos agrícola-pastoriles.
Estas
intervenciones también trataron de cambiar el comportamiento de los productores
pobres de carbón y otros usuarios locales de los bosques, excluyendo a los más
pudientes que conducen el sector: los comerciantes y los consumidores.
Desafortunadamente,
REDD+ está plagada de jerga técnica. De hecho, algunos proponentes de los
proyectos justifican la retención de información debido a la complejidad de
REDD+ y para no generar expectativas. Aunque de esa forma no están obteniendo
el consentimiento previo, libre e informado.
SOLUCIONES
POLÍTICAS PARA PROBLEMAS POLÍTICOS
Aunque
los actores con más poder saben cómo trabajar con actores gubernamentales para
alcanzar objetivos que ponen en riesgo a los bosques, encontramos que también
hay esperanza en la política.
Los
gobiernos locales han sido aliados clave para la conservación en algunos casos:
por ejemplo, algunos distritos de Tanzania apoyan la creación de reservas
territoriales comunales, y el distrito de Ketapang en Kalimantan Occidental,
Indonesia, apoya la conservación, a pesar de que el aceite de palma es muy
popular desde el punto de vista político.
En
Vietnam, a pesar de que los gobiernos subnacionales tienen poco poder en la
toma de decisiones, algunas provincias y comunas demostraron mucho mejores
prácticas en la implementación del proyecto.
El caso
más notable es el de Acre, Brasil. A partir de la organización sindical y
política indígena, el Estado construyó gradualmente un sistema de incentivos
ambientales con un mandato político de amplio respaldo popular.
Esto
implicó la creación de áreas protegidas, el apoyo a actividades económicas
compatibles con la conservación, como la extracción de caucho, y la búsqueda de
formas innovadoras para vincular las actividades de conservación en el Estado
con mecanismos de apoyo internacionales como REDD+.
Por
último, nuestra investigación ha destacado que muchos de los problemas
enfrentados por el desarrollo de bajas emisiones son de índole política, y por
lo tanto, se requieren soluciones políticas: para lograr estas transformaciones
económicas, la voluntad de cambio y la creación de alianzas son esenciales.
Anne Larson es científica. Por favor póngase
en contacto con ella en a.larson@cgiar.org
Ashwin Ravikuma es científica. Por favor
póngase en contacto con él en a.ravikumar@cgiar.org
FUENTE: ANNE
LARSON AND ASHWIN RAVIKUMAR
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