El día
que llega al mundo, Cheyenne Rae Owensby es una niña sana y feliz. Cheyenne lo
es todo para su madre. Pero un día, cuando se queda en casa de su padre, algo
horrible sucede.
Los
padres de Cheyenne están separados y la bebé se queda con su padre cada dos
fines de semana. Pero esta vez sucede algo diferente: la madre de Cheyenne,
Amy, recibe una terrible llamada; solo una hora después de haberla dejado con
su padre.
Cheyenne
tiene solo 8 meses cuando su padre la agarra y zarandea porque la niña no para
de llorar. La fuerza del adulto es tan grande que provoca una fractura en el
cráneo de la niña,y una hemorragia cerebral.
A la
desesperada madre le explican que han tenido que llevar a su hija en helicóptero
al hospital más cercano y que esta ya no respira.
Cuando
llega junto a su hija, las noticias no pueden ser peores: esta quedará en coma
vegetativo de por vida. „Temblando, me eché a llorar y vomité. Solo le pedía a
Dios que la salvara y me llevara a mí en su lugar. Cuando me acerqué a su cama
en el hospital, vi a mi hija cubierta de vendas, había botellas de suero por
todos lados y tenía la pierna negra por un coágulo. Entonces sonó mi teléfono y
era la policía: „James, el padre de Cheyenne, ha confesado que la ha
zarandeado“.
„El
hombre al que quería, mi primer amor, mi compañero de la Universidad, un hombre
al que he conocido desde hace mucho y con el que he compartido 10 años de mi
vida, le ha hecho eso a NUESTRA hija. Mi mundo se ha roto en pedazos“.
El padre
de Cheyenne ha confesado lo que hizo. Según él, perdió el control. Es condenado
a 20 años de cárcel. Y mientras él se sienta tras los barrotes de su celda, la
madre de Cheyenne sigue luchando por la vida de su hija. Los médicos dicen que
no sobrevivirá a esa noche y que, si lo hace, quedará en estado vegetativo para
siempre.
Pero
entonces ocurre un milagro: aunque a Cheyenne le extraen la mitad del cerebro,
un día la pequeña despierta. Puede hablar y moverse, aunque la mitad de su
cuerpo está gravemente paralizada. Sin embargo, no ha perdido las ganas de
vivir y no se rinde pese a sus secuelas.
Hoy
Cheyenne tiene ya 3 años y disfruta de la vida al máximo. Cuando uno ve su
sonrisa, es difícil de creer por lo que tuvo que pasar esta niña una vez.
La madre
de Cheyenne informa con regularidad a sus amigos y familiares a través de
Facebook sobre los avances de Cheyenne. Pero el mensaje que quiere transmitir a
todos es: „Tened siempre cuidado con quién cuida de vuestros hijos“. Comparte
este artículo con todos tus conocidos, ya que puede salvar vidas.
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