En un
giro sorprendente, el cuerpo de policía tailandés que había sido enviado a
detener a un grupo de manifestantes pacíficos se sublevó, dejando al margen las
vallas de contención, sus chalecos, armas y escudos. Se trató de un gesto
solidario, donde los policías reconocieron el reclamo y los métodos pacíficos
de los presentes.
Ocurrió
hace apenas algunos días, en Bangkok, Tailandia, pero la repercusión de lo
ocurrido tiene total vigencia, tanto en el tiempo como en lugares tan remotos
en el mundo como nuestra convulsionada Sudamérica. No es extraño que, ante un
reclamo del pueblo frente a los políticos, las autoridades envíen a policías
pesadamente uniformados a reprimir y acosar a los manifestantes, aún si estos
eligen modalidades pacíficas. Lo que es inusual – y esperanzador – es que los
hombres y mujeres de azúl depongan sus armas y se sumen a la protesta.
Los
manifestantes se habían reunido en Bangkok con el objetivo de mostrar su descontento
con la maquinaria política del ex primer ministro del país, Thakskin
Shinawatra, al que se lo acusa de corrupción a gran escala y abuso de poder. La
actual primer ministro de la nación asiática, Yingluck Shinawatra, es la
hermana de Thakskin y considerada por el pueblo como su títere político.
La
reunión pacífica fue convocada por Suthep Thaugsuban, quien organizó a los
manifestantes y los citó frente a las oficinas de la Policía Metropolitana de
Bangkok, con el fin de expresar masivamente su inconformismo y rechazo hacia el
gobierno de los hermanos Shinawatra.
En un
comienzo, hubo hostilidades entre la policía y los ciudadanos allí reunidos,
pero pronto la policía sorprendió a todos con un gesto que conmovió hasta las
lágrimas a los presentes: bajaron sus armas, las dejaron en la calle y se
unieron a la gente, en un mismo reclamo: justicia y mejores condiciones de vida
para el pueblo tailandés. Se pudo ver a cientos de policías arrodillados en las
calles y saludando amablemente a cada uno de los manifestantes, lo que implica
un fuerte mensaje hacia el poder reinante.
Más allá
del destino de Tailandia, se trata de un acto que inspira, y esperamos que
policías de todo el mundo descubran que también ellos pueden defender aquello
en lo que creen, y que un traje no los hace tan diferentes de los civiles.
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