Nadie se
salva. La más afectada es Nadine Heredia: el 59% de la población cree que la
primera dama utilizaría dinero indebidamente obtenido para sus consumos
personales. Le siguen el ex mandatario Alejandro Toledo, el jefe del Estado,
Ollanta Humala, el ex presidente Alan García, la lideresa de Fuerza Popular,
Keiko Fujimori y el virtual candidato Pedro Pablo Kuczynski.
Esta
última se ve menos afectada en la reciente encuesta de El Comercio-Ipsos sobre
percepción de corrupción. Para la mayoría de la ciudadanía, los ingresos
partidarios, personales o familiares de Keiko sustentarían sus gastos
personales.
Diversos
expertos, en distintos ámbitos académicos, analizan el porqué de esta
apreciación ciudadana.
Cecilia
Blondet: “Debemos revertir esta situación” (Investigadora principal del IEP)
Sorprende
que más de la mitad de los peruanos crean que dos ex presidentes y la primera
dama financian sus gastos personales a través de actos de corrupción. No ocurre
lo mismo con Keiko y PPK; en estos casos, para la ciudadanía, la corrupción
queda en tercer y cuarto lugar, después de ingresos personales o de su partido.
Estos números dan cuenta del desprestigio de las autoridades políticas y
plantean un enorme desafío para las próximas elecciones.
El caso
de Nadine es el más fresco e inesperado. Que seis de cada diez personas
consideren que la esposa del presidente financia sus ingresos personales
mediante actos de corrupción es muy serio y atenta contra la credibilidad de la
máxima autoridad. Sus argumentos para justificar la tarjeta adicional, si los
ingresos provienen del partido, de consultorías o si son donaciones, y la
resistencia a hablar claro escudándose en sus abogados y en recursos legales
han mellado su credibilidad y su imagen. Los datos expresan el rechazo ante una
aparente inconsistencia y frivolidad de la primera dama.
En cuanto
a Toledo, la mitad de la población cree que sus gastos personales son
financiados mediante actos corruptos. Cinco de diez personas no creen que las
casas de Toledo son de su suegra, del señor Maiman o compradas con el dinero de
su trabajo. Las cifras, al igual que en el caso de Nadine, muestran el rechazo
a la inconsistencia y frivolidad del personaje. Alan García está unos puntos
debajo de Toledo, pero entra en el mismo grupo de ex presidentes cuestionados.
El tema de los ‘narcoindultos’ es una mancha difícil de limpiar.
¿Hasta
qué punto y en qué medida afectará en las próximas elecciones esta alta
percepción de corrupción en la política? Debemos ser capaces de revertir esta situación.
Alfonso
Baella: “La batalla de la honestidad ha sido perdida” (Experto en estrategia de
comunicación)
Lo que
las cifras señalan es lo que vemos en las calles y en las redes sociales. La
batalla de la honestidad ha sido perdida, categóricamente, por este gobierno y
por quien fue su principal aliado político. Así, Nadine Heredia, la mujer
símbolo del nacionalismo, y Alejandro Toledo, el accidente estadístico del
peruposibilismo, son vistos con claridad como vividores de la corrupción. La
falta de transparencia, las historias sobre sus ingresos y propiedades, algunas
de ellas inverosímiles o contradictorias, y la obsesión por mostrar un nuevo
estatus, muy diferente al que tenían lejos del poder, generan una explicable
percepción de que no viven de trabajar, sino de prebendas, coimas o dinero
ilícito.
Ollanta
Humala y Alan García sufren también el embate de esta percepción ciudadana que
no les hace bien ni al Estado ni a la política, porque desmoraliza al ciudadano
de a pie. Es inaceptable, por inmoral, que autoridades de la mayor categoría no
sean vistas como ejemplos y referentes sociales. Eso ahuyenta a la gran mayoría
de personas de participar en la política y deja un espacio para los mediocres,
los corruptos y los bandidos. En el extremo inferior, están Keiko Fujimori y
PPK, quienes se salvan, por ahora. Ambos han estado distantes de acusaciones y
destapes, y eso los ha ayudado para mantener un mejor perfil, que es un claro
capital electoral.
Los
políticos deben cuidar su prestigio porque el prestigio es poder; y el poder
deben usarlo para elevar la valla social en valores y virtudes. Esa es la tarea
incomprendida o, lamentablemente, relegada y la verdadera oportunidad para
transformar una nación.
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