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martes, 16 de junio de 2015

LÍDERES DE PARTIDOS FINANCIAN SUS GASTOS PERSONALES CON DINERO DE ACTOS DE CORRUPCIÓN



Nadie se salva. La más afectada es Nadine Heredia: el 59% de la población cree que la primera dama utilizaría dinero indebidamente obtenido para sus consumos personales. Le siguen el ex mandatario Alejandro Toledo, el jefe del Estado, Ollanta Humala, el ex presidente Alan García, la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori y el virtual candidato Pedro Pablo Kuczynski.

Esta última se ve menos afectada en la reciente encuesta de El Comercio-Ipsos sobre percepción de corrupción. Para la mayoría de la ciudadanía, los ingresos partidarios, personales o familiares de Keiko sustentarían sus gastos personales.

Diversos expertos, en distintos ámbitos académicos, analizan el porqué de esta apreciación ciudadana.

Cecilia Blondet: “Debemos revertir esta situación” (Investigadora principal del IEP)
Sorprende que más de la mitad de los peruanos crean que dos ex presidentes y la primera dama financian sus gastos personales a través de actos de corrupción. No ocurre lo mismo con Keiko y PPK; en estos casos, para la ciudadanía, la corrupción queda en tercer y cuarto lugar, después de ingresos personales o de su partido. Estos números dan cuenta del desprestigio de las autoridades políticas y plantean un enorme desafío para las próximas elecciones.

El caso de Nadine es el más fresco e inesperado. Que seis de cada diez personas consideren que la esposa del presidente financia sus ingresos personales mediante actos de corrupción es muy serio y atenta contra la credibilidad de la máxima autoridad. Sus argumentos para justificar la tarjeta adicional, si los ingresos provienen del partido, de consultorías o si son donaciones, y la resistencia a hablar claro escudándose en sus abogados y en recursos legales han mellado su credibilidad y su imagen. Los datos expresan el rechazo ante una aparente inconsistencia y frivolidad de la primera dama.

En cuanto a Toledo, la mitad de la población cree que sus gastos personales son financiados mediante actos corruptos. Cinco de diez personas no creen que las casas de Toledo son de su suegra, del señor Maiman o compradas con el dinero de su trabajo. Las cifras, al igual que en el caso de Nadine, muestran el rechazo a la inconsistencia y frivolidad del personaje. Alan García está unos puntos debajo de Toledo, pero entra en el mismo grupo de ex presidentes cuestionados. El tema de los ‘narcoindultos’ es una mancha difícil de limpiar.

¿Hasta qué punto y en qué medida afectará en las próximas elecciones esta alta percepción de corrupción en la política? Debemos ser capaces de revertir esta situación.

Alfonso Baella: “La batalla de la honestidad ha sido perdida” (Experto en estrategia de comunicación)
Lo que las cifras señalan es lo que vemos en las calles y en las redes sociales. La batalla de la honestidad ha sido perdida, categóricamente, por este gobierno y por quien fue su principal aliado político. Así, Nadine Heredia, la mujer símbolo del nacionalismo, y Alejandro Toledo, el accidente estadístico del peruposibilismo, son vistos con claridad como vividores de la corrupción. La falta de transparencia, las historias sobre sus ingresos y propiedades, algunas de ellas inverosímiles o contradictorias, y la obsesión por mostrar un nuevo estatus, muy diferente al que tenían lejos del poder, generan una explicable percepción de que no viven de trabajar, sino de prebendas, coimas o dinero ilícito.

Ollanta Humala y Alan García sufren también el embate de esta percepción ciudadana que no les hace bien ni al Estado ni a la política, porque desmoraliza al ciudadano de a pie. Es inaceptable, por inmoral, que autoridades de la mayor categoría no sean vistas como ejemplos y referentes sociales. Eso ahuyenta a la gran mayoría de personas de participar en la política y deja un espacio para los mediocres, los corruptos y los bandidos. En el extremo inferior, están Keiko Fujimori y PPK, quienes se salvan, por ahora. Ambos han estado distantes de acusaciones y destapes, y eso los ha ayudado para mantener un mejor perfil, que es un claro capital electoral.


Los políticos deben cuidar su prestigio porque el prestigio es poder; y el poder deben usarlo para elevar la valla social en valores y virtudes. Esa es la tarea incomprendida o, lamentablemente, relegada y la verdadera oportunidad para transformar una nación.

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