Quizá no
se haya dado cuenta hasta ahora, pero todos los días, para cumplir sus
quehaceres diarios, hace uso de un gran número de materiales hechos de
plástico, específicamente de tecnopor. Este producto lo encontramos como envase
de muchas de las bebidas y alimentos que consumimos, así como en los
electrodomésticos que compramos; sin embargo pocos conocemos los efectos
nocivos que provoca su consumo.
Por su
composición química, el tecnopor aparece en la lista de agentes cancerígenos de
instituciones internacionales como la OMS.
¿Pero por
qué el tecnopor se ha convertido en unos de los materiales más usados en la
industria del consumo? La respuesta la hallamos en su fácil portabilidad y,
principalmente, en su bajo costo de producción. Por ello, muchas empresas de
alimentos, entre ellas supermercados, restaurantes y cafés, prefieren utilizar
este producto, el cual es no biodegradable, para la conservación de sus
productos.
Pero lo
que las empresas ven como “beneficio utilitario” y económico, en realidad
constituye el principal problema para nuestro medio ambiente. Sucede que el
tecnopor, por sus compuestos químicos, tarda más de 500 años en degradarse,
tiempo de sobra para contaminar mares, ríos y tierras, lugares donde suele ser
desechado o simplemente arrojado. Pero su impacto no termina allí, dado que en
el proceso de su lenta “descomposición”, este plástico empieza a despedir
estireno en forma de gas, el cual se mescla con el aire que respiramos, y toma
contacto con las plantas y peces que consumimos, así como con el agua que
bebemos.
Asimismo,
médicos advierten que por efecto del calor, las grasas o los ácidos de los
alimentos, cantidades de estireno – compuesto principal del tecnopor- “se
sueltan” de este plástico y pasan a la comida y bebida que consumimos. Lo que
es prácticamente un autoenvenenamiento.
En
respuesta a estos efectos, en la actualidad ya hay 70 ciudades en el mundo,
entre ellas Nueva York, que han prohibido el uso indiscriminado del tecnopor.
Sin embargo, en el Perú todavía no existen leyes que regulen el comercio y consumo
de este plástico, y mucho peor aún, empresarios que con un sentido de
responsabilidad social y valor ético para con su público consumidor, decidan
por iniciativa propia restringir y disminuir su demanda como recipiente de sus
productos comestibles.
Bajo esa
situación, a la ciudadanía no le que más que estar alerta de las nuevas
investigaciones sobre las consecuencias del uso de este plástico, y adquirir,
de forma gradual, una conciencia más ecológica que pueda ayudarla a cuestionar
el hábito de consumir, ya sea de forma indirecta el tecnopor, y cambiar
esta praxispor una más amigable con su salud personal y con la del
medio ambiente en el cual vive y se desarrolla.
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