La historia dirá que el reloj marcaba la 13:36 del 31 de
agosto de 2016 cuando llegó el final de la presidencia de Dilma Rousseff. Y con
ese final, quizás el comienzo del ocaso definitivo del Partido de los
Trabajadores (PT), la coalición liderada por Lula Da Silva que controló Brasil
desde 2003.
El Senado dispuso este mediodía por amplio margen que la
ahora ex mandataria fuera destituida de su cargo, mientras la Cámara se
disponía a decidir si además sería impedida de ejercer puestos políticos
durante un período de ocho años. En su lugar asumirá el vicepresidente Michel
Temer, a cargo del Poder Ejecutivo el tiempo que duró el juicio político de la
petista.
Rousseff no permaneció sola en el momento político más duro
de su vida. En el Palacio de Alvorada miró atentamenet los discursos que
aliados y oponentes dieron minutos antes de la votación en el Senado. A su lado
estaba su viejo amigo Lula Da Silva, jefe del PT y ex presidente brasileño,
quien se halla en medio de la tormenta de corrupción que también contribuyó a
golpear la imagen de Dilma.
En un primer momento, los senadores debían responder la
pregunta: “¿La acusada cometió crímenes de responsabilidad y debe ser condenada
con la pérdida del cargo y el impedimento para ejercer cargos públicos por 8
años?”. Sin embargo, a pedido del PT, la segunda parte de la consulta fue hecha
por separado.
Para la destitución, debían contarse 54 votos positivos. Pero
para sorpresa de muchos, fueron 61 los senadores que se mostraron a favor de
apartar definitivamente a la ex mandataria de la presidencia de Brasil. Sólo 20
legisladores apoyaron a Rousseff, en lo que marca un fuerte debilitamiento del
PT en el juego político brasileño.
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