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TRADUCCIÓN A OTROS IDIOMAS - TRANSLATION TO OTHER LANGUAGES

miércoles, 6 de julio de 2016

¿POR QUÉ EL GIRO A LA DERECHA EN AMÉRICA LATINA?



Las elecciones parlamentarias en Venezuela que le dieron un triunfo holgado a la llamada Mesa de la Unidad Democrática; la victoria del candidato de la derecha, Mauricio Macri en Argentina; los escándalos de corrupción que han involucrado a la administración de Dilma Rousseff –y de paso a Lula Da Silva– en Brasil; la negativa del pueblo boliviano de permitir una nueva reelección del presidente Evo Morales y los acercamientos entre Cuba y Estados Unidos, son sólo algunos de los síntomas de la profunda crisis por la que atraviesa actualmente el movimiento de izquierda latinoamericano.

Atrás parecen haber quedado las grandes conquistas sociales que los gobiernos progresistas trajeron a la región como la disminución de la pobreza y la reducción de la brecha de desigualdad. Ahora las nuevas administraciones, buscan desarticular todos estos esfuerzos en favor de la firma de nuevos Tratados de Libre Comercio, el fortalecimiento de otras formas de producción económica que promueven la exclusión, y el ingreso a organizaciones de seguridad que persiguen la desintegración de las naciones latinoamericanas. Todas estas nuevas formas de intervención benefician a un actor que ha estado presente en la mayor parte de la historia del subcontinente: Estados Unidos.

En efecto, el aparente “giro a la derecha” que ha tenido América Latina beneficia los intereses de la Casa Blanca, toda vez que  los negocios y los tratados comerciales volverán a formar parte de la agenda de aquellas naciones que, con vehemencia, resistieron la nueva oleada del neoliberalismo que se reestructuró en los años 2000. Al respecto cabe recordar que la política económica de las naciones del subcontinente fue diseñada, durante la década de 1990, por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Este paquete de medidas realizadas para “los países en desarrollo azotados por la crisis económica” y que se llamó Consenso de Washington (que de consenso no tenía nada), impuso un modelo específico para la producción y comercialización, y abonó el terreno para generar dependencia en torno a los posteriores Tratados de Libre Comercio.

No obstante, hacia el final del siglo, esta estructura desmedida mostró sus primeras fisuras aumentando la pobreza y la desigualdad de millones de personas a favor de un puñado de empresarios (http://www.alainet.org/es/articulo/174870). Estas razones llevaron a los gobiernos progresistas a ocupar el poder en distintos países de América Latina, logrando importantes avances para las poblaciones que fueron, sin embargo, agudamente criticados por sus detractores. Como lo dijo recientemente Lula Da Silva: “los ricos no soportaron la idea de que en mi gobierno se hayan ayudado a los pobres”. Y esa idea refleja la dura crisis por la que atraviesa actualmente la izquierda latinoamericana, que se encuentra notablemente replegada a causa de la presión que Estados Unidos ha ejercido a la economía mundial.

Es evidente que en los años en que gobernó la izquierda, se puso en práctica un modelo económico alternativo que fijaba su atención más que en la producción de riqueza individual, en la distribución de la renta con el fin de beneficiar a amplios sectores sociales, algo que iba en notable contravía del modelo pregonado por Washington. Sumada a unas pocas excepciones, América Latina fue la zona del mundo que se rebeló en contra del modelo neoliberal y sus políticas impositivas. Durante estos gobiernos, la sociedad en su conjunto constituyó la piedra angular de las decisiones adoptadas, permitiendo evidenciar notables avances como la reducción de la brecha de desigualdad.

Otro de los grandes avances conseguidos por la izquierda latinoamericana fue el fortalecimiento de la integración regional mediante acuerdos de cooperación económica y social que, por primera vez en la historia del continente, mostraban avances significativos. Empero, con los cambios experimentados en los últimos meses es claro que la integración corre un peligro inminente.

De hecho, el presidente argentino Mauricio Macri ha mostrado una postura radical en contra de Venezuela, diciendo que buscará la suspensión de esa nación de Mercosur hasta tanto no se cumplan ciertas condiciones económicas que, no es sorpresa, benefician a los Estados Unidos. Macri es sin duda un defensor a ultranza del modelo norteamericano por lo que no debe ser extraño que exista una presión desde la Casa Blanca para congelar las relaciones entre las naciones latinoamericanas. Además de lo anterior, el primer mandatario argentino defiende un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea (http://www.telesurtv.net/news/Macri-atenta-contra-Venezuela-y-pide-pactar-con-la-UE-20151221-0012.html), acusando a los demás miembros del Mercosur de ir a “velocidades distintas de la Argentina”, lo que en la práctica significa una crítica aguda a aquellos países que aún mantienen una postura distinta a las directrices de la economía global.

Por otra parte, podría sostenerse que América Latina es víctima de la crisis del capitalismo mundial. El crack del 29 y más recientemente la crisis inmobiliaria de 2008, demostraron que este sistema económico es inestable y avasallador pero encuentra, sin embargo, una forma de reinventarse. La derrota de los gobiernos progresistas se explica mediante la imposibilidad de contrarrestar el poder de los grandes monopolios que gobiernan el mundo.

En esta misma dirección, no debe olvidarse el papel descomunal que juegan los medios de comunicación en la transmisión de información tergiversada y acomodada a intereses privados. Este es un factor que sin duda debe tenerse en cuenta a la hora de analizar el porqué de la dura prueba por la que atraviesan los movimientos de izquierda (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-293340-2016-02-27.html). Es claro que el capitalismo tiene a su disposición grandes negocios entre ellos las empresas de la información que pueden influenciar sobre las percepciones de ciertos ciudadanos. De ahí que, algunos canales comunicativos (respaldados por Estados Unidos) han promovido de manera sistemática el pesimismo económico que ha llevado a las personas a buscar “alternativas” en el poder, hecho que ha significado un duro tropiezo para el progresismo en el continente.

La estrategia de Washington es redonda pues mientras asegura una situación de inestabilidad generalizada mediante condiciones económicas fluctuantes (que sólo le aseguran el acceso a bienes y servicios a determina parte de la población); ostenta, al mismo tiempo, un aparato mediático que anula cualquier forma de oposición generando una influencia directa sobre el inconformismo, rechazo y crítica por parte de las poblaciones a gobiernos que han favorecido a los sectores históricamente excluidos. De esta manera, Estados Unidos ha puesto a su disposición una ofensiva económica y mediática que busca desprestigiar los logros alcanzados por los gobiernos de izquierda.
El intento más hondo y preocupante es el ataque directo que ha recibido el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil que aplica las dos tácticas estadounidenses: ofensiva económica y ataque mediático. Esta organización que se convirtió en uno de los partidos a la vanguardia de las cuestiones sociales y que incluso llegó a ser considerado el “hermano mayor” del movimiento de izquierda latinoamericano (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=209943),  atraviesa hoy en día por un proceso que pretende endilgarle casos de corrupción que no han sido comprobados.
Sin embargo, es claro que desde la Casa Blanca se está apoyando un plan desestabilizador que busca acabar con los gobiernos de izquierda en la región a través de una guerra permanente que incluye toda clase de ataques como: el respaldo económico a las organizaciones que critican los avances conseguidos por las administraciones progresistas, la presión para la firma de tratados comerciales y la injerencia sobre los medios de comunicación.

Así las cosas, es posible que, como en épocas pasadas donde el gobierno de los Estados Unidos tuvo la responsabilidad de apoyar, financiar y mantener las dictaduras en América Latina (eliminando sistemáticamente a todos los sectores relacionados con la izquierda), exista actualmente un plan para reducir la lucha de los movimientos inconformes y asegurar –nuevamente– el papel hegemónico de la lógica del mercado. Esto se observa por la continua insistencia de los Estados Unidos por generar las condiciones para limitar la participación y la expresión de los pueblos del subcontinente. El plan incluye dos aristas: por una parte relegar todo ámbito de participación de la izquierda generando una suerte de “cerco” que limite su poder real de acción y, por otra, instigar a un determinado sector de la población a rebelarse en contra de los gobiernos, creando la sensación de “falta de apoyo” y “poca unidad”.
La problemática aguda que se percibe con estas acciones promovidas por el gobierno de los Estados Unidos, es su ausencia de objetivos y planeación. Es decir, con el pretexto de “instaurar la democracia”, el servicio de inteligencia de ese país ha cometido faltas terribles como su intervención en Afganistán, Egipto y más recientemente, en Siria, que no tienen otro propósito más que el de desestabilizar organizaciones políticas, e imponer modelos económicos que no son replicables en otras partes del mundo. De hecho, en una reciente entrevista el presidente Obama aceptó que el peor error de su gobierno fue haber intervenido Libia sin saber qué hacer después con el clima de ingobernabilidad 

(http://www.latercera.com/noticia/mundo/2016/04/678-676064-9-obama-afirma-que-el-peor-error-de-su-presidencia-fue-libia.shtml). Esta situación no es, sin duda, la primera por la que atraviesa la administración de Estados Unidos, pues su “modus operandi” se basa justamente en desestabilizar determinados países, causando profundos daños para luego abandonarlos a su suerte o lo que es peor aún, exportando el neoliberalismo como el mecanismo de “reconstrucción”.

Queda claro entonces que las intenciones de Washington en América Latina no son buenas. Lo que se pretende básicamente es reforzar, con una nueva oleada de gobiernos de derecha, el modelo económico explotador y desigual que caracteriza al neoliberalismo. De igual manera, el proceso por el que atraviesan las naciones latinoamericanas es una consecuencia natural que se explica a partir de las transformaciones del mundo: la baja de los precios del petróleo, la crisis económica y de materias primas y la sobreexplotación de recursos naturales.

Por esa razón y como se ha comprobado históricamente, los sistemas políticos, sociales y económicos son cíclicos, es decir, que están en constante movimiento. Los gobiernos de derecha que hoy se entronizan como los “salvadores”, sólo constituyen una etapa más de un proceso que llegará pronto a su fin, retornando el poder de la izquierda para la profundización de las cuestiones sociales y construyendo, entre todos, una estrategia que combata la influencia de los Estados Unidos en América Latina.

FUENTE: Rodrigo Bernardo Ortega

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