Promesas y más promesas, así podría
resumirse la visita del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama a Cuba.
Luego de la normalización de las relaciones diplomáticas que se inició el
pasado 17 de diciembre de 2014, y que permitió la reapertura de las embajadas
en ambos países, el primer mandatario estadounidense pisó suelo cubano, en el
primer viaje de un dirigente de ese país luego de 88 años. La visita que fue
calificada como “histórica”, abrió un halo de esperanza para millones de
cubanos que esperan el levantamiento del embargo y el cambio de discurso por
parte de Washington en torno al reconocimiento de la soberanía e independencia
de la isla.
A pesar de que el presidente Obama
tuvo una actitud políticamente correcta y participó en varios eventos públicos
–entre ellos el publicitado juego de béisbol entre la selección de Cuba y los
Tampa Bay Rays–, la realidad que expresa su discurso es bien distinta de sus
aparentes intenciones de mejorar las relaciones con La Habana. De hecho,
después de todo tipo de vejámenes y ataques económicos, militares y hasta
psicológicos al que ha estado expuesta la isla desde el triunfo de la
revolución, la presencia de Obama buscó ejercer presión al gobierno de los
hermanos Castro en una suerte de “rendición de cuentas” que el presidente
norteamericano siente, es su destino, como “juez mundial”.
Parece que el restablecimiento de las
relaciones sólo se ha quedado en palabras, pues es evidente que no se ha
concretado ninguna de las propuestas dirigidas desde la Casa Blanca. En primera
medida, el embargo económico que inició en octubre de 1960 y que ha aislado a
Cuba del escenario latinoamericano y mundial, no ha sido aún levantado por el
gobierno de los Estados Unidos, incluso cuando Obama se comprometió a hacerlo.
Las presiones de los grandes grupos económicos y los partidos conservadores,
han obligado al presidente a incumplir su palabra (nuevamente). Sin duda,
liquidar el bloqueo es una de las propuestas más importantes a la hora de
normalizar el tratamiento diplomático entre ambas naciones, pero los intereses
de Washington parecen estar dispuestos en otra dirección.
En segunda instancia, uno de los
temas más agudos en la agenda y que de nuevo sólo se ha quedado en promesas, es
el cierre de la prisión de Guantánamo. Esta base naval que ha servido como
centro de detención, funciona en el territorio libre de Cuba como un enclave
estratégico de Estados Unidos, luego de un acuerdo firmado a principios del
siglo XX durante la ocupación militar de ese país a la isla. Desde entonces,
esta prisión ha sido un centro de violación sistemática de los derechos humanos
so pretexto de “la protección de la seguridad y los intereses de Estados
Unidos”. Sin embargo, desde su discurso de posesión en 2009, el presidente
Barack Obama prometió el cierre total de la prisión sin obtener ningún
resultado en sus dos administraciones
(http://www.univision.com/noticias/politica/guantanamo-la-promesa-incumplida-que-persigue-a-obama),
siendo una de sus grandes promesas incumplidas.
Además, con la altivez característica
de los presidentes norteamericanos, Obama llegó a criticar la situación en
materia de derechos humanos. Sin embargo, es oportuno preguntarse ¿por qué no
se tiene el mismo rasero para juzgar como violación sistemática de los derechos
humanos la situación de los presos en Guantánamo?”
(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210069). El gobierno norteamericano, en
consecuencia, no tiene el criterio suficiente para reprochar, cuando la
situación en su país resulta tan complicada y es incluso peor que en otras
partes del mundo.
Sumada a la lista de las promesas
incumplidas, se encuentra la ambivalencia del gobierno de Estados Unidos en
cuanto a la normalización de los viajes entre ambos países, ya que impide los
desplazamientos de cubanos a EEUU y condiciona los viajes de norteamericanos a
Cuba (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210117). La administración de
Obama sólo permitirá que hombres de negocios que quieran ayudar a cubanos
puedan hacerlo, haciendo que ésta apertura paulatina, signifique la entrada de
monopolios a la isla y, de esa forma, exportar su modelo neoliberal. No
obstante, los viajes se encuentran limitados a una parte de la población por lo
que la llamada “apertura” no es más que un pretexto.
Una demostración de lo anterior, es el
interés de Estados Unidos por obtener la vacuna para tratar el cáncer de pulmón
desarrollada por Cuba. En efecto, el Centro de Inmunología Molecular de Cuba
(CIM) y el Instituto del Cáncer de Roswell Park de Búfalo (Estados Unidos)
firmaron un acuerdo para desarrollar una vacuna contra el cáncer de pulmón que
ya tenía notables estudios en la isla
(http://www.telesurtv.net/news/Estados-Unidos-quiere-la-vacuna-cubana-contra-el-cancer–20160323-0036.html).
Esta situación demuestra que el gobierno cubano está cooperando, pero
Washington sólo persigue adueñarse de los avances en materia de salud y
educación que muestra La Habana, sin poner de su parte para resolver el
conflicto y entender que la normalización de las relaciones depende de ambas
partes.
El discurso del presidente
estadounidense que figuró como histórico e inclusivo, tuvo una intención clara
en su subtexto: “como el hombre más poderoso del mundo libre, me siento en la
capacidad de exigirle al pueblo cubano de renunciar a su soberanía y a pedirles
con vehemencia que respeten los derechos humanos. Después de ello, podremos
considerar ayudas”. En el plano formal, existieron tres puntos críticos en los
que se expusieron la postura de Estados Unidos, a saber: a) “Dejarlo todo
atrás”, haciendo alusión a que el enfrentamiento Washington- La Habana es algo
anacrónico; b) “Gracias a las virtudes de un sistema democrático y respetuoso
de la libertad de los individuos, EEUU es el país de las oportunidades”; y c)
“El socialismo tiene sus cosas buenas, como la salud y la educación (aunque le
falta los derechos ciudadanos y las libertades que tienen los Estados Unidos).
El problema que este pronunciamiento
sugiere es complejo. En primera medida, el hecho de hacer “borrón y cuenta
nueva” esconde una pretensión absurda: evadir la responsabilidad de Estados
Unidos del maltrato al pueblo cubano, buscando ser exculpado de la guerra
económica y política impuesta sobre la isla. En otras palabras, el objetivo de
Washington es “hacer como si nada hubiera pasado”, olvidando más de 50 años de
opresión y barbarie ejercida sobre el pueblo de Cuba
(http://www.diariolasamericas.com/5133_acercamiento-eeuu-cuba/3707405_prensa-oficial-cubana-critica-discurso-obama-isla.html).
Esta estratagema del gobierno norteamericano pretende, en el fondo, dividir a
la población de la isla entre aquellos que respaldan el cumplimiento de falsas
promesas y las personas que aún, a pesar de las circunstancias, creen en las
grandes virtudes del socialismo.
En efecto, el presidente Obama alabó
el sistema de salud y educación cubano, y no es para menos, pues según la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(Unesco), la educación cubana “es un ejemplo para el mundo” (https://actualidad.rt.com/actualidad/view/119953-unesco-educacion-cubana-ejemplo-mundo)
y no sólo en cobertura sino también en calidad. No en vano Cuba ocupa el primer
lugar de los países latinoamericanos en cobertura, y su diseño en educación es
mejor incluso de países que se consideran desarrollados. Este logro se suma a
la eliminación de la desnutrición infantil
(http://www.telesurtv.net/news/Cuba-libre-de-desnutricion-infantil-segun-Unicef-20160201-0018.html)
que la Unicef había reseñado como un gran logro del gobierno cubano que
evidencia el trabajo y compromiso de la revolución por la niñez.
Las críticas de la visita del
presidente estadounidense fueron de variada índole. Comenzando por un digno
artículo de Fidel Castro titulado “el hermano Obama” en el que con vehemencia
recordó que el pueblo cubano “no necesita que el imperio nos regale nada.
Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con
la paz y la fraternidad de todos los seres humanos”
(http://www.lavanguardia.com/politica/20160328/40716336065/fidel-castro-responde-a-obama-que-cuba-no-necesita-regalos-del-imperio.html).
Esta actitud quedó evidenciada en una fotografía en la que el presidente
norteamericano intentó abrazar a su homólogo cubano en señal de reconciliación.
Sin embargo, Raúl Castro en un gesto de desconfianza rechazó con dignidad la
intención de Obama, poniendo distancia a la relación y mostrando que el
recibimiento de los Estados Unidos en la isla se hizo con prevención y cautela.
Por su parte, el canciller Bruno
Rodríguez dijo, con razón, que la visita de Barack Obama fue un “ataque” a la
historia de la isla, fue una visita en la que hubo una crítica de fondo a
“nuestra concepción, a nuestra historia, a nuestra cultura y a nuestros
símbolos” (http://www.diariodecuba.com/cuba/1461011941_21776.html). Si el
presidente Obama pensaba que su recibimiento sería tomado como un “gran
acontecimiento” para Cuba, se equivocó. De ahí que, la administración de EEUU
deba cambiar su actitud hacia a la isla porque no ha logrado mucho con su
visión empresarial y sus promesas sin sustento.
Ahora bien, la táctica del gobierno
norteamericano está basada en doblegar al presidente Castro para comenzar la
implementación de un nuevo régimen que, como se ha visto con otras experiencias
(como Afganistán, Iraq o Libia) es fracasado. Por tal motivo, “Obama ha sido el
único presidente que ha visitado Cuba y que se ha sentido con el derecho de
criticar públicamente, exhortar y presionar al liderazgo cubano y a los
sectores sociales a que realicen “cambios” en la sociedad, lo cual podría
llamarse “arrogancia del poder” e injerencia en los asuntos internos de Cuba”
(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=210931). La realidad es que las
promesas dichas por Barack Obama no están de acuerdo con la dignidad y
reconocimiento de la soberanía del pueblo cubano, son simples “requisitos” para
iniciar un diálogo unilateral que lleve a los Estados Unidos a posesionarse en
la isla. No obstante lo anterior, la estrategia empleada tanto por Cuba como
por algunos países de América Latina
–que estuvieron unidos en el mismo objetivo–, venció pues como se
constató en la visita, los Estados Unidos fueron forzados a dar un paso al
frente en la normalización de las relaciones con Cuba
Finalmente, es oportuno decir que lo
único que persigue el gobierno norteamericano son cambios sin compromisos
reales, imposiciones sin diálogo, ni retroalimentación. Por esa razón, los
países latinoamericanos deben unirse y continuar haciendo presión frente a
Estados Unidos para obtener las demandas de Cuba, es decir, el levantamiento
real y definitivo del embargo y, de la misma forma, exigir que Washington
devuelva a la isla la posesión de Guantánamo como una muestra del respeto a la
soberanía de los pueblos de América Latina.
FUENTE: Rodrigo Bernardo Ortega
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