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miércoles, 6 de julio de 2016

BICENTENARIO SIN PLANEAMIENTO ESTRATÉGICO



El instrumento de política más importante de un país es su Plan de Desarrollo Nacional. Allí se establece la visión compartida de futuro que tiene una sociedad, los grandes objetivos y acciones que se buscan concretar para garantizar el bienestar de las próximas generaciones. En el Perú, contamos con un Plan Estratégico de Desarrollo Nacional llamado “Plan Bicentenario: El Perú al 2021”, el cual fue aprobado por Decreto Supremo N° 054-2011-PCM del 23 de junio del 2011, a puertas de concluir el segundo gobierno de Alan García. Este Plan señala como uno de sus Lineamientos de Política lo siguiente:

… Crear las condiciones institucionales nacionales a través de la dación de políticas públicas inclusivas en beneficio de los pueblos indígenas y afroperuanos, favoreciendo el emprendimiento, la cultura de éxito, la superación de la “cultura de bien limitado” y la “igualación hacia abajo”, que son rezagos de la cultura del atraso que obstaculizan los objetivos de modernización productiva e inclusiva (p. 47).

Es realmente sorprendente que un documento oficial de tanta importancia considere a los pueblos indígenas como parte de una “cultura del atraso” que obstaculiza los procesos modernizantes. Más escalofriante aún es pensar que la imagen del país a sus 200 años de haberse constituido como república, se sustenta en este tipo de discursos racistas y excluyentes.

¿Por qué nadie se ha preocupado de este Lineamiento de Política que se encuentra en uno de los documentos públicos más importantes? Mi hipótesis es que la ideología anti-estatal,  la visión cortoplacista en la gestión pública y el énfasis en los micro-instrumentos de gestión antes que en los objetivos de política, han limitado el desarrollo de un planeamiento estratégico serio.  Cuando el Presidente Humala asumió el poder observó que era necesario “actualizar” el Plan Estratégico de Desarrollo Nacional que su antecesor había aprobado poco antes de dejar el cargo. Tenía que incluirse en ese plan la agenda que traía el nuevo gobierno: “la inclusión social”, “el reencuentro histórico con el Perú rural”, entre otros temas. Por ello, se dio un plazo de 150 días (luego extendido a dos años) para que el Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) culmine el proceso de actualización y remita a la PCM el proyecto para ser aprobado (todo ello fue establecido en los Decretos Supremos N° 089-2011-PCM y Nº 051-2012-PCM).

Sabemos que el proyecto de actualización ha estado circulando desde hace casi tres años sin haber sido aprobado, y recién el 30 de junio último ha sido publicado en el Diario Oficial El Peruano la autorización de su pre-publicación para su discusión pública (Resolución Ministerial N° 138-2016-PCM), es decir, si es aprobado por el presente gobierno, lo haría pocos días antes de dejar el mandato, tal como lo hizo el gobierno aprista. De esta forma, se abriría la posibilidad de que el nuevo gobierno vuelva a observar el “Plan Actualizado” y terminemos con un Plan de Desarrollo Nacional que sería más un plan de gobierno que de Estado, con una mirada de corto plazo y poco o nada internalizado por la administración pública y la ciudadanía.

La cuestión es de fondo. En el Estado peruano existen muchos planes pero no existe planeamiento.  Es decir,  bajo el esquema del new public management la gestión pública ha priorizado la modernización de entidades claves y la elaboración de muchos instrumentos de gestión basados en mecanismos de mercado, todo ello hacia la búsqueda de resultados inmediatos, dejando de lado los grandes lineamientos de política que definan la ruta estratégica de largo plazo sobre el cual deben articularse todos los sectores y niveles de gobierno. En este escenario, el MEF a través de instrumentos de presupuesto por resultados como los programas presupuestales, ocupó de facto el lugar del planeamiento estratégico, mientras que sectores políticamente empoderados aprobaron planes (como el Plan Nacional de Diversificación Productiva) que para el gobierno tuvieron mucho mayor peso que el Plan Estratégico de Desarrollo Nacional. Se suma a ello que cada entidad quiere dejar su huella de la forma más fácil: poniéndola en el papel. Así, existen muchas estrategias, lineamientos de políticas, planes especiales, etc. que se aprueban bajo parámetros poco claros, con metodologías distintas y sin articularse entre sí. En este contexto, las políticas de Estado del Acuerdo Nacional son declaraciones de buenas intenciones que terminan siendo un cajón de sastre y nadie sabe cómo se implementan a través de políticas nacionales, políticas multisectoriales, planes multisectoriales, etc. 

El gobierno que se va poco hizo para consolidar un verdadero sistema de planeamiento estratégico, donde todos los sectores cooperen hacia fines comunes antes de preferir figuretismos sectoriales. Y las cosas no pintan bien para lo que se viene. Ya hay voces que afirman que el CEPLAN debe ser absorbido por el MEF o Proinversión, creyendo que planeamiento estratégico es simplemente planeamiento de inversiones. Ni siquiera a los acérrimos defensores de la integración económica y la globalización les parece interesar que la propia OCDE en el recientemente emitido Estudio de Gobernanza Pública sobre el Perú, recomienda la necesidad de reforzar la labor del CEPLAN y el planeamiento estratégico a largo plazo. Si no sabemos quiénes somos cómo país ni hacia dónde vamos, será difícil alcanzar un verdadero desarrollo con equidad y justicia.


FUENTE:  Roger Merino

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