¿El rebullicio mediático en torno a
Donald Trump nos hará olvidar que lo que dice el candidato no es lo que hace el
Presidente?
Alborozo despiertan las declaraciones
del mandatario electo contra los medios y su decisión de no admitir a CNN, New
York Times y Politic, entre otros, a las ruedas de prensa oficiales. ¿Pero se
nos olvida el nefasto desempeño de ídolos mediáticos como Kennedy, Reagan y
Obama, que vendieron como glamour el atropello contra países y pueblos?
Recordemos la luna de miel
comunicacional en torno a Barack Obama, la esperanza de renovación puesta en el
afrodescendiente que degeneró en genocida y no pudo instaurar ni siquiera un
sistema público de salud decente para su pueblo. Recapacitemos que la acometida
mediática contra Trump es dirigida por el experto en guerra sucia David Brock,
pagado por la Hillary Clinton que chilló de júbilo cuando supo del linchamiento
de Kadafi.
Conmoción provocan los discursos y
medidas de Trump contra los ambientalistas, pero ¿tan rápido se nos fue de la
memoria que bajo la administración anterior se sacrificó el medio ambiente de
Estados Unidos al devastador fracking, que envenena parejamente atmósfera y
subsuelo, y que bajo la presente siguen las políticas de sobreproducción para
mantener bajos los precios del petróleo y quebrar a los países disidentes de la
OPEP?
Desusada algarabía suscitaron las
declaraciones proteccionistas de Donald Trump. Suficiente para que algunos
olviden que Estados Unidos siempre ha sido proteccionista, que invariablemente
promovió Tratados de Libre Comercio para conseguirle mercados sin trabas a sus
productos, y que si ahora rechaza alguno como el Acuerdo Transpacífico, es
porque sus mercancías han dejado de ser competitivas en el área.
Revuelo inusitado causan las amenazas
de Trump de construir un muro y hacérselo pagar a los mexicanos. Suficiente
para que muchos pasen por alto que el Muro de la Vergüenza ya existe, y que si
a pesar de él se infiltran centenares de miles de mexicanos, es porque
autoridades y empresarios saben que sin esta mano de obra barata desaparecerían
gran parte de la agricultura y de las manufacturas estadounidenses, y que sin
el Muro que los ilegaliza, estos braceros exigirían derechos, y disminuirían
las ganancias.
Asombro y estupor promueven las
condenas de Trump contra las inútiles guerras imperiales de Estados Unidos en
continentes remotos, sus amenazas de salirse de la OTAN, que su país instaló
como instrumento de ocupación de Europa e intervención en el resto del mundo.
Se pasa por alto que el gasto armamentista estadounidense asciende a más de la
mitad del total planetario, que Trump propuso luego aumentar en 54.000 millones
de dólares el presupuesto militar, que en su discurso de despedida el
presidente Eisenhower denunció la existencia de un complejo militar industrial
que iba a acabar con la democracia, y que ello no le impidió servirse de él en
la desastrosa guerra de Corea. Por si quedaran dudas, Trump ha designado
consejero en asuntos de seguridad nacional al general H.R. McMasters, furioso
enemigo de Rusia y partidario de una política agresiva contra ésta y sus
aliados.
Las promesas de Trump a favor de los
blancos pobres y desempleados despiertan esperanza o escándalo en quienes
ignoran que ya ofreció reducciones de impuestos de 14% a favor del 0,1% más
rico de la población, y ningún beneficio para los desposeídos.
Las petulantes posturas de Trump
intentan compensar pérdidas de hegemonía: la de Estados Unidos, que desde hace
dos años no es la primera potencia del mundo, y la de la supremacía blanca,
pues en ese país gran parte de los caucásicos cayeron en la miseria y en poco
tiempo pasarán a ser minoría.
Tengamos en cuenta que republicanos y
demócratas son apenas máscaras de un único partido político, el del dinero, que
elige y desecha candidatos y que desde la administración pasada lleva su
descaro hasta legalizar y hacer públicos los sobornos que reciben los políticos
para financiar su carrera y comprar sus decisiones en el curso de ella. El
gabinete de Trump incluye cinco ex gerentes –mejor dicho, delincuentes
bancarios- de Goldman Sachs, y otro de la EXXON: ni un solo representante de
los blancos empobrecidos que llevaron al candidato al poder.
Trump no es miembro de una clase
política que representa al dinero: es el dinero, que ya no necesita una clase
política que lo represente.
Poderoso caballero es Don Dinero.
FUENTE: Luis Britto García
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