Cuando la rabia y la tristeza
impotente se juntan por la muerte de alguien propio y muy amado, el evocar sus
momentos vívidos ayuda a morigerar el dolor que nos va consumiendo y matando
lentamente. Y si nos atrevemos a emular sus cosas buenas, en cierta medida
estaríamos haciendo que perviva mucho de lo que fue esa persona que hoy tenemos
muerta, es decir, su legado estará entre nosotros, por siempre.
Algo así, nos sucede a los
venezolanos y a muchas personas de diversas partes del mundo multicéntrico y
pluripolar, quienes en la finitud de la vida, más allá del engaño religioso,
nos sabemos carentes del amado Hugo Rafael Chávez Frías, nuestro Comandante
Chávez y más en confianza pueblerina, Chávez, a secas.
En este extrañar al Comandante Hugo
Chávez, son muchas las anécdotas, los instantes, las palabras y las cosas, que
sucedieron a partir de él, con él y por él, de acuerdo con cada vivencia
personal de quienes hemos vivido en tiempos de Hugo Chávez.
Y, ha sido inmenso el aprendizaje con
el Comandante Chávez, que con el tiempo vamos descubriendo y nos dejan una
marca o huella que nos permiten afirmar que somos chavistas, en tanto y en
cuanto emulemos su legado.
De entre ese legado del Comandante
Hugo Chávez, en el alma de muchos pudieran haber quedado como huellas suyas: la
del irreverente y la del marxista.
Ya de por sí era revolucionaria la
irreverencia característica en el Comandante. Él era enfático en el hablar, con
circunloquios, argumentos, anécdotas y digresiones, citas textuales, coplas y
refranes, para enfatizar su punto de vista, buscando más persuadir, que
disuadir. Ese hombre de armas era un empedernido creyente en el diálogo. Hoy,
me atrevo a afirmar que Chávez sigue liberando al mundo, con su palabra
esparcida en la memoria colectiva.
Resulta que en ese hablar acompañado
con su mímesis y gestualidad como metalenguaje, iba la fuerza de esa
irreverencia de Hugo Chávez, para romper con el canon. Era el Hugo Chávez que
le decía al mundo y al establishment que él no sólo era diferente a ese canon y
estado de cosas opresoras, las del capitalismo, sino que, además, forzaba por
su liquidación junto al Pueblo.
Esa irreverencia en Hugo Chávez, iba
más allá de la palabra que contrastaba con el lenguaje melifluo y de la
hipócrita diplomacia que encubre muerte y explotación. Esa irreverencia era
acción, en Hugo Chávez, porque la irreverencia en el discurso se convertía en
fuerza material, no solo cuando hacía obras materiales y tangibles, sino
también, en esa inspiración que sigue llegando a todos los inermes y pobres del
mundo, de donde florecen mujeres y hombres líderes de pueblos que se levantan
contra el imperialismo, la opresión y explotación.
El Chávez que conocimos, con su
palabra irreverente, hizo aflorar palabras en desuso como “azuzar”, resementizó
expresiones como “escuálido” o “majunche”, también nos dio muchos significados,
con “palabras-testigo” que marcaron una época de ruptura con el pasado
cuartorrepublicano en Venezuela y “palabras-cliché” que resumían una nueva
forma de ser la mujer y el hombre nuevos, a partir de un nuevo modo de ser y de
pensar, lo que explica por qué Hugo Chávez rompió con el modelo hierático,
arrogante y prepotente del presidente de la República, que no se permitía la
ligereza de comer delante de los presentes, si todos los demás no comían antes
o junto con él, el Chávez, que igual le daba y se regocijaba amoroso, si lo
besaba una viejita o lo abrazaba un recogelata callejero o un niño sacaba
restos de su galleta de la boca para compartirla, tanto como la prestancia y
autoridad que reflejaba en la ALBA-TCP, PetroCaribe, UNASUR, MNOAL y en
cualquier espacio a donde dirigió su mensaje liberador del siglo XXI, porque
Chávez estaba ya dejando de ser Chávez, para ser un Pueblo.
Y como su irreverencia no era sólo
una pose para preservar el viejo orden de las cosas en el capitalismo, el
Comandante Chávez, con las bolas bien puestas, como los ovarios de las mujeres
más grandes de la historia y las de los grandes hombres, tuvo la valentía y la
honestidad de declararse marxista.
El porqué del marxismo en Hugo Chávez
es lo más genuino en él, hecho que explica toda su lucha e irreverencia contra
el capitalismo y sus lacras, pues, no hay otro camino que el socialismo, cuya
base ideológica y científica es el materialismo histórico y dialéctico, para
comprender el mundo y transformarlo, es decir, para cambiar las relaciones
sociales de producción, a partir de un proceso de cambios y de educación de
nuestros pueblos, gradualmente y profundizándolo, con la mayor celeridad
posible. Nos corresponde a nosotros, los que pretendemos llevar su legado
adelante, secarnos las lágrimas por la ausencia de Chávez y hacer posible la
profundización del chavismo bolivariano y socialista del siglo XXI, sin caer en
los remedos de revolución llamados “progresismos” para preservar la esencia del
capitalismo y sepultar de la memoria colectiva a Hugo Chávez. Con Chávez y su
legado construyamos, con irreverencia y como marxistas, la revolución del nuevo
mundo multicéntrico y pluripolar.
FUENTE: Luis Pino
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