¿Hay o no ideologías en el Perú? Para
Alberto Vergara la política de la epopeya y la gesta ha acabado. Ya no hay
temas sustanciales en debate o propuestas radicales de transformación, solo
ausencia de contenido y gestos formales. Cero, o casi cero, ideología. La
actual campaña presidencial sería prueba de ello. En cambio, para Santiago
Pedraglio siguen existiendo proyectos en disputa. La ideología neoliberal que
se mantiene desde Fujimori o el proyecto reformador del Humala del 2011 serían
ejemplos concretos.
De cierta manera ambos autores tienen
razón. Para empezar habría que diferenciar niveles de análisis. Ciertamente hay
un orden convencional instituido desde la década de los noventa. La política
neoliberal, un conjunto de instituciones y prácticas, administra el actual
escenario. Su sentido está muy arraigado y podría ser simplificado así: “nada
debería detener a las fuerzas del mercado, ¡viva lo privado, abajo lo público!”
Pero la política neoliberal no está
libre de disputa, nunca lo estuvo. Grandes cantidades de conflictos sociales,
el antiguo Humala (el del 2006 y en menor medida el del 2011) y el histérico
discurso que sataniza a Velasco; elementos que dan cuenta de una activa lucha
por el significado de la política, aunque su intensidad sea por el momento
relativamente incipiente. La cuestión es que hay conflictividad, y no es un
mero gesto formal.
Ahora bien, no creo que esto se
contradiga con el fin de la política como un tipo de epopeya. Mucho ha cambiado
desde la década de los ochenta, empezando por la desaparición de una amplia
militancia de izquierdas casi religiosa, cuya obsesión por el proyecto
transformador y el partido era dogmática. La lucha por el sentido no tiene una
organización estable ni una solución sistémica para todos los problemas (quizás
ni interese). Los temas puntuales han cobrado gran relevancia y las adhesiones
políticas varían rápidamente. Además, hay una mayor valoración de la proximidad
entre las candidaturas políticas y la gente, lo cual ya no pasa siempre por
grandes mítines.
En suma, creo que hay un trasfondo
ideológico en el Perú no exento de conflictos. Esto va acompañado de otras
percepciones en torno a la política y que requiere determinados gestos,
diferentes a los de antaño. Así, gesto y gesta no necesariamente tendrían que
ir separados.
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