Elecciones
2016: ¿Todavía hay sitio?
La
campaña electoral tiene ya unos meses pero realmente solo importa desde enero.
Las candidaturas, los procesos internos, las alianzas, establecen un marco
general en el cual la atención ciudadana debe fijarse a partir que toda otra
preocupación desaparece del panorama. Tras las fiestas de fin de año, y con las
listas parlamentarias inscritas, son los tres meses finales los que definen el
resultado.
LA HISTORIA RECIENTE APUNTA EN
ESA DIRECCIÓN: sentidos comunes previos se desvanecen
rápidamente una vez que la atención general se pone en ciertos candidatos, y ESTOS COMIENZAN A MOSTRAR SUS LIMITACIONES.
Desde el lento deterioro de Mario Vargas Llosa en el caótico verano de 1990
hasta el rápido tránsito de inevitabilidad a irrelevancia de Alejandro Toledo
en 2011, es ahora donde se define el futuro del lustro siguiente.
ESTO NO QUIERE DECIR QUE UN
FUJIMORI SEA POSIBLE EN CADA ELECCIÓN: las circunstancias de
crisis generalizada en 1990 no existen (afortunadamente); pero sí hay un
espacio para que algunos crezcan.
Precisamente
porque no hay condiciones para un Fujimori, los crecimientos serán menores y
dispersos. A diferencia del 2006 y 2011, no hay “dos visiones” del país en el
debate público; hay una sensación de desamparo y desilusión que es el motivo
central de la campaña de candidatos como
Alan García, que promete sin fundamento alguno crecimientos “a la china”, en
una variante francamente incomprensible del “tú lo conoces, vota por él” que
usó Manuel Prado en 1956. Esto promete una campaña torpe, sin imaginación ni
conflicto de ideas, en donde nos deslizaremos hacia la fecha electoral sin
mayores cambios; serán contingencias, producto menos de aciertos de campaña
que de errores cometidos por el contendor, lo que pondrá en segunda vuelta a
alguien al lado de la casi inevitable Keiko Fujimori.
¿Puede ser distinto? Quizá. La lenta pérdida
de apoyo de candidatos como Toledo y quizá García, por errores propios o falta
de interés de los electores, dejará un espacio para la atención de otras
propuestas. La exigencia por escoger a alguien, causada por
la obligatoriedad del voto, podría significar que algunos no se resignen a
tomar lo que está al alcance, sino que miren otras ofertas. Es casi imposible
que esto ocurra en espacios como Facebook, por razones que merecen una
explicación más larga; pero si algún
candidato logra crear una narrativa atractiva y prepara una estrategia para
llenar los espacios que dejen sus competidores, podría aprovechar la
combinación de desencanto con unos y atención por otros para ganar cierto
momento. Qué ocurrirá luego, difícil saberlo.
Por Eduardo Villanueva Mansilla
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