Augusto Valqui Malpica
Regresaste al Perú a fines de los
años setenta sin haber concluido ningún estudio universitario. Tuviste la
fraternidad del viejo Armando Villanueva del Campo que, amigo de tu padre, te
encumbró en la Secretaría de Organización del Partido Aprista sin haber tenido
la experiencia de desempeñar un cargo de dirigente de nuestra organización.
Fuiste muy hábil en tu estrategia
para destruir, primero a los viejos del APRA. Sin ningún respeto, sobrepasaste
con demagogia y mentiras a los jerarcas del Partido que eran, por decir lo
menos, los viejos ingenuos ante tu taimada personalidad. Lograste con
compañeros como el chino Venero, Kitasono, Mantilla –traicionado por ti ahora–
y otros apristas de Trujillo como Angelats, avanzar en tu farsa de
transformación del país.
Con un grupo de apristas
intelectuales de San Marcos y Villarreal y apristas empresarios como yo –que
caímos en tu trampa–, te apoyamos para que fueras Secretario General del
Partido, inclusive económicamente. Creímos que eras la esperanza y la bandera
de revolución democrática que nuestro Perú necesitaba.
Nadie te midió. Nadie dudó del
encargo de Armando. Venías con la bendición de la izquierda responsable, la que
nos hizo desechar injustamente la opción aprista y decente de un señor con
mayúsculas al que no le llegabas a los talones.
Creí en Jesús Guzmán Gallardo –tan
ingenuo como yo– frente a un taimado como tú que no tenía tiempo para pensar en
los valores que representaba nuestra organización. Eramos muchos ingenuos los
que veíamos en ti a un hombre pobre que con sacrificio había estudiado algo de
Derecho en San Marcos.
No ponderamos las quejas de Luis
Heysen Incháustegui, cuando arremetiste y violaste a su hija. No supimos
entender las palabras de Jorge Lozada Stambury en un caso parecido. Menos aún,
entendimos el extraño poder político que ostentaba el aprista chalaco Raúl
Vizcardo, que tuvo la indignidad de callar por ambiciones politiqueras
personales el incidente en el cual asaltaste malamente a su hermana. Luego
entendimos y conocimos las razones. No mencionaré dos o tres casos adicionales
que demuestran tu terrible irresponsabilidad como hombre. No lo eres. Eres
simplemente un taimado cobarde que entró en nuestra Casa del Pueblo para
arremeter contra nuestro templo.
Te sabías y sabíamos de tus
condiciones de salud mental. De otra manera no hubieras llegado dónde estás.
Tenías que tomar cuatro o cinco pastillas diarias para estabilizar tu
desequilibrado ser. Lo requerías. Callamos lealmente.
Nunca entendimos el casi desprecio
por el señor García. Así llamabas al compañero Carlos García Ronceros, tu
padre. Siempre lo despreciaste por su honor y la limpieza que trataba de
inculcarte. No soportaste el que sea un hombre cuya decencia iba por delante;
lo repudiaste porque no te dio los bienes materiales que hubieras querido
tener. Hoy, cosas de la vida, lo material mal habida te sobra.
Fuiste cruel con tu hermano Carlos.
Dios te lo quitó. Ahora te jactas en tus bravatas públicas que no tienes
hermanos. Nunca lo dejaste entrar en Palacio. Eso me consta y nos consta a los
apristas. Tu naturaleza humana pervertida nunca te permitió ver al inteligente
y bueno que fue Carlos García Pérez. Rindo homenaje al ser increíblemente noble
que fue Carlos que unos meses antes de morir, conversando en su departamento de
Magdalena, me dijo: “Búfalo, hay que defender a Alan contra lo que trama Jorge
del Castillo”. La traición. Siempre me preguntaré cómo dos hermanos pudieron
ser tan, pero tan diferentes. Nunca lo entenderé. Hoy con el tío George estas
más que unido, aunque aparentes distancia. Ustedes dos se conocen sus secretos.
Esa es la verdadera razón de una alianza de delincuentes políticos.
Pero –ya ves Alan– el dinero no sirve
para nada. Los mítines que organizas no son apristas; son simplemente expresión
del corrupto y venal alanismo.
Aunque Del Castillo meta los sucios
dineros robados a lo largo de su “carrera” política, y aunque tú también
inyectes los billetes con los que el imperio y la derecha te compraron, debes
saber que los apristas lucharemos para acabar con ustedes dos. Formen su
partido político de extrema derecha, como lo califica Juan Sheput el asesor de
Toledo, y como lo reconoce Lourdes Flores, otrora representante de lo que tú
ahora te jactas de ser: ser el líder de la plutocracia. Tienes todo el derecho
de serlo y defender tus intereses económicos y promover a tu perro del
hortelano, pero no tienes ningún derecho a seguir en el corazón del pueblo
aprista. Eso se terminó. Quiero que lo entiendas muy bien. Los apristas que
creímos en ti, queremos que dejes el aprismo, que no te resistas. Será peor.
Gastarás mucho dinero en alquilar clientelajes. Kouri te apoyará en interesado
romance pasajero, pero tú, Alan García Pérez, ya no estás en el corazón del
pueblo aprista.
Desde el aprismo puro y sincero.
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