La llegada de Donald Trump a la
presidencia de Estados Unidos ha modificado muchas cosas. No solo los
ciudadanos de ese país siguen con temor y temblor sus movimientos, también lo
hacen millones de personas en países fronterizos (México) o “cercanos” (El
Salvador). Por otro lado, a medida que pasan los días, asistimos a la
transformación de los equilibrios de poder en el mundo entero, con la aparición
de “interesantes protagonistas” (Rusia y China).
El tablero se ha movido, pero este
movimiento aún no es claramente percibido por muchos críticos del nuevo
presidente. Veamos, por ejemplo, lo que sucede con su anuncio de que Estados
Unidos se retirará de varios acuerdos comerciales y de cooperación económica.
¿Es eso bueno o malo? ¿Deberíamos insultarlo o aplaudirle? Desde hace varios
años, los movimientos “antiglobalización” lucharon contra el neoliberalismo y
se opusieron a tratados como el CAFTA. ¿Qué dirán ahora? ¿No era eso lo que
querían, el rechazo de los TLC? Bajo esta “lógica”, Donald sería “un buen
tipo”. Sin embargo, algo nos dice que sus decisiones causarán toda clase de
problemas. Entonces, ¿Trump ya no sería “tan bueno”?
La debilidad de estas “conclusiones”
―aparentemente válidas las dos― tiene su origen en la tendencia a evaluarlo
todo en términos de “bueno o malo”, que en realidad no sirve para hacer distinciones
útiles. Algo de esa matriz se percibe en las propaganda “antiTrump” que lo
contrapone a un Obama convertido en “caballero gentil” y santo de traje y
corbata. Frente a esta tontería, un poco de “memoria histórica” sería buena
para poner en su sitio a los presidentes anteriores ―entre los que hay varios
criminales de guerra y destructores de naciones― y quizás entonces podríamos
hacer comparaciones que sirvan.
Otra limitación de muchos críticos es
la poca o nula importancia que le dan a los problemas que enfrenta el proyecto
neoliberal, al ascenso de nuevos nacionalismos y a la crisis de la supremacía
estadounidense, escenario heredado por Trump de sus antecesores. En realidad,
el tablero ya estaba movido cuando llegó el nuevo Mr. President y a él le toca
ver cómo resuelve una partida que se le complica cada vez más. Por un lado,
Rusia ha llegado a disputar el papel hegemónico de Estados Unidos, asumiendo el
rol de “pacificador” que se atribuyera Bush padre, en su momento. Pero no nos
engañemos, las propuestas de paz rusas en Siria son un duro golpe a los
intereses estadounidenses y europeos en la región. Por su parte, China está
lista para asumir su rol de líder económico mundial y ya hay declaraciones de
sus dirigentes en esa dirección.
Con un tablero movido en su contra y
dos contrincantes que juegan muy bien al ajedrez de la lucha por la dominación
mundial ―y con vocación imperialista―, ¿debería extrañarnos que Estados Unidos
se comporte como matón de barrio? Parafraseando a Slavoj Žižek, son “tiempos
interesantes”. Ojalá terminen pronto.
FUENTE: Carlos Molina
(*) Académico y columnista de
ContraPunto
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