Lo que hoy se está viviendo en
Latinoamérica y el Caribe no es solo una ofensiva política y económica
neoliberal con el derivado de la instalación, por vías diversas, de gobiernos
derechistas, sino que en realidad avanza a paso firme por el continente una
gigantesca contrarrevolución cultural. No es de ahora sino que ya lleva años
modelándose, y que puede provocar tanto o más daño que una embestida militar
reaccionaria. Esta iniciativa deformante del pensamiento se cuela por todos los
huecos que le ofrece el sistema y también aprovecha, claro está, las
debilidades y carencias formativas de los propios ciudadanos y ciudadanas. A la
cultura popular, liberadora y revolucionaria que puja por consolidarse allí
donde pudo hacer pie en las últimas décadas, el aparato distorsionador y
alienante manejado desde las entrañas mismas del pensamiento imperial, trata de
oponerle (con una persistencia y continuidad apabullantes) un discurso disociador,
anestesiante, plagado de mentiras. Para ello, utiliza dosis de meta-lenguaje
que genera confusión, desencanto, desunión, parálisis, desmovilización. Todo
vale para envilecer o desprestigiar cualquier avance anti colonial y
antiimperialista en la región.
Ahora mismo, desde Colombia, la
maquinaria audiovisual infectada por el anti-chavismo lleva adelante un nuevo
ataque. Se trata de un nauseabundo serial denominado “El Comandante”, producido
por Moisés Naim, pseudo escritor y periodista venezolano residente en Colombia,
gran amigo de fundaciones estadounidenses y colaborador activo de medios de
comunicación que abominan de la Revolución Bolivariana. Es así que este
escuálido de la Cuarta República, sostiene un guión de 60 capítulos donde de lo
que se trata es de destruir la digna historia de rebeldía encarada públicamente
por el Comandante Hugo Chávez. Para ello, parte de vulgares anécdotas,
historias distorsionadas y una endeblez argumental que provocarían risa si no
tuviera como objetivo querer ensuciar a uno de los grandes del continente. En
realidad, desde el aliciente de una inversión millonaria gestada en entre Nueva
York, Miami y Bogotá, se busca destruir el legado de Chávez y todo lo que su
ejemplo libertario significa para Latinoamérica y el mundo. Primero lo fueron
matando lentamente hasta lograr su desaparición física aquel fatídico 5 de
marzo de 2005, ahora tratan de volver a asesinarlo a través de intoxicar su
verdadera historia.
Es importante recordad que Naim es un
gran amigo de Alvaro Uribe Vélez y que en una entrevista televisiva a quien
viene monitoreando desde hace años el narcotráfico y el paramilitarismo
colombiano, ambos convinieron en que “Venezuela es una dictadura con votos”. Se
comprende, Uribe odiaba y odia al Comandante del 4F, esa gesta que el pueblo
venezolano celebra por estos días y que marcó el puntapié inicial de una gesta
aún inacabada. Nunca pudo, el creador de los “falsos positivos” y la
motosierra, desde su mediocridad y altanería facciosa llegarle a la suela de las
botas a quien no sólo se convirtió en jefe de miles de militares patriotas sino
que supo enamorar a millones para enrrumbarlos en el camino maravilloso de la
Revolución. Uribe es una excrecencia del Imperio, y lo único que sabe hacer es
generar terror y muerte a través de sus paracos de las “Autodefensas”. Naím,
por su lado, es peón de esa estrategia que no sólo aborrece la paz en Colombia
sino que ahora trata, desde la mentira televisiva, burlarse del bravo pueblo
bolivariano.
En esta versión Obama-Trumpista o
Uribe-Santista (seguro que no le disgusta al reciente Premio Nobel) de “El
Comandante”, producida por la multinacional Sony Pictures, Naim no está solo en
su enaltecimiento del rencor y el revanchismo “cultural”, sino que ha recibido
importante apoyo económico desde Estados Unidos, donde un traidor a la
Revolución y al propio Chávez se movió para conseguir dólares a fin de que el
engendro televisivo saliera al aire. Se trata del militar y ex ministro de
Alimentación y también de Transporte Acuático y Aéreo, Hebert García Plaza, al
que el Vicepresidente Diosdado Cabello acusó de estar ligado a actividades de
la CIA contra Venezuela.
Si faltara algo para el menú de la
serie, es la presencia en el rol de Chávez del actor colombiano Andrés Parra,
al que todos en la calle conocían hasta ahora como “Pablo Escobar”, asociándolo
con el papel protagonista que tuvo en otra serie en la que sibilinamente se
ensalzaba la vida del narco. No es casualidad que lo hayan elegido a Parra ya
que en el plan de destrozar el mensaje revolucionario del Comandante del
Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 y de tantas otras patriadas, nada
mejor que asociarlo con un asesino serial como Escobar.
De todas maneras, por más esfuerzo
publicitario y gastadera de millones de dólares, lo que queda claro es que con
Chávez no pudieron ni podrán. Su fuerza está en lo que hizo por los más
humildes de su país pero también por los esfuerzos para rescatar la idea de la
unidad nuestroamericana y caribeña. Eso no se borra de un día para el otro con
falsas imitaciones. El estreno de la serie en Colombia, su plaza fuerte, donde
la derechista RCN actuó de canal de emisión, fue un contundente fracaso. Quedó
relegada al puesto 16 en las mediciones de audiencia, y los periodistas
especializados se burlaron de la misma, expresando que si el primer capitulo
“funcionó” de esa manera, cuando llegue al número 60 (altamente improbable) los
espectadores se van a ver reducidos a un par de familiares de Parra y poco más.
Sin embargo, qué sirva esta provocación
en el campo mediático-cultural para que quienes están al frente de los
estamentos populares de la cultura revolucionaria (al margen de que la
anquilosada burocracia oficial mueva sus caderas y actúe) deberán apelar
urgentemente a crear productos que den la batalla en este frente. Como dijo el
Presidente Nicolás Maduro, se hace necesario contar una y mil veces la verdad
sobre Chávez, defender su legado y mostrarle a las nuevas generaciones que el
Comandante es hijo de Bolívar, de Ezequiel Zamora y Guacaipuro y no de
Santander ni la oligarquía mantuana.
FUENTE: Carlos Aznárez
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