En 1796 el médico rural británico Edward
Jenner desarrolló la primera vacuna. Fue una vacuna contra la viruela,
enfermedad sumamente contagiosa y letal producida por el Variola virus, que
estaba matando a millones de personas en todo el mundo. Jenner observó que las
lecheras eran inmunes a la enfermedad, e identificó que esta inmunidad provenía
de una exposición al pus de las ampollas de las vacas con viruela bovina. Es
decir, el estar expuestos a una versión atenuada de la enfermedad generaba
inmunidad. Para demostrar su hipótesis Jenner inoculó a un niño de ocho años,
James Phipps, hijo de su jardinero, con la enfermedad. Phipps sufrió de fiebre
y algo de malestar, pero nada más. Lo expuso luego a la enfermedad, y no se
contagió. Es decir, había desarrollado inmunidad. Jenner vacunó luego a otros
niños con similar éxito y presentó los resultados de sus investigaciones a la
Real Academia de Medicina de Londres. Después de un debate inicial, la academia
aceptó sus resultados y la corona británica empezó campañas de vacunación.
Jenner, acertadamente, predijo que la vacuna permitía eventualmente acabar con
la viruela.
A pesar del respaldo científico y del hecho
que la viruela estaba matando a millones de personas en el mundo, las campañas
de vacunación sufrieron del rechazo de sectores varios de la población. En el
caso de la Inglaterra decimonónica, por ejemplo, la vacunación fue rechazada
por sectores libertarios, que pensaban que el Estado no tenía por qué decirles
qué hacer con sus hijos y menos aún en nombre de la salud. En algunos casos,
hubo rechazo al hecho que se administre a los seres humanos con fluidos
animales, pues se pensaba que esto era antirreligioso. Y en otros casos, se
cuestionaba la eficacia de la vacuna o no se entendía la razón por la cual
exponerte a una versión atenuada de la enfermedad podía generarte inmunidad.
Valgan verdades, en el siglo XIX los científicos recién estaban descifrando el
mundo de los virus, y entre los no especialistas, conceptos como virus,
contagio o inmunidad eran ajenos y difíciles de entender. La corona británica
decidió que la salud pública estaba por encima de temores individuales y en
1853 hizo obligatoria la vacunación en Inglaterra.
Las razones por las cuales hubo rechazo a las
vacunas en el Perú del siglo XIX fueron diversas, pero principalmente fue
debido a una serie de rumores que empezaron a circular, lo que hoy se llamaría
‘fake news’. Circuló el rumor que quienes se vacunaban contraían la sífilis,
algo que puede haber sido cierto en algunos casos, más considerando que era una
época en la que no se usaban jeringas descartables. También circuló el rumor
que la vacunación era una excusa para juntar a la población, censarla y cobrar
más tributos. Por otro lado, en casi todo el país se recurría a practicantes y
saberes tradicionales de la salud y no tanto a la ciencia o la medicina
occidental sobre la cual había mucha desconfianza. La medicina occidental se
consideraba intrusiva y poco efectiva (por ejemplo, las purgas o las sangrías).
El ejemplo británico fue seguido por la corona
española, y en 1802, el rey Carlos IV, que había sufrido él mismo con la
enfermedad, decidió que la vacuna debía llegar hasta el último rincón de su
imperio. Para tal fin organizó la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna,
que estuvo al mando de los médicos Xavier de Balmis y José Salvany. La
expedición se planteó tres grandes metas. La primera, llevar la vacuna por todo
el Imperio español, que incluía entonces a las Américas. La segunda, formar
especialistas en todo el Imperio para que pudieran realizar las vacunaciones.
Y, en tercer lugar, institucionalizar la práctica de las vacunaciones vía la
formación de Juntas de Vacunación en cada región. Llevar la vacuna desde Europa
a las Américas era complejo, pues no existían las técnicas de refrigeración que
existen en la actualidad y los viajes eran vía marítima, y, por ende, demoraban
más que los viajes por avión. Lo que se hizo fue usar niños expósitos, 22 en
total, de entre 8 y 10 años, a quienes se inoculaba con el fluido vacuno. Al
cabo de doce días se extraía el fluido y se inoculaba en otro niño para
mantenerlo fresco y así hasta llegar a las Américas. Al Perú la vacuna llegó en
1806.
En el caso peruano, la recepción a la vacuna
fue mixta, es decir, hubo gente que apoyó los esfuerzos de los vacunadores como
hubo gente que rechazó la vacuna, a decir del propio José Salvany, quien
dirigió los esfuerzos en el Perú. En algunas provincias del país, Salvany fue
recibido con los brazos abiertos y homenajeado. La vacuna, finalmente, prometía
solución a un problema que venía afectando a millones de personas desde que los
españoles introdujeron la enfermedad durante el proceso de la conquista
americana. En el Perú era una de las enfermedades más temidas, y quienes no
morían quedaban con marcas en el rostro. Pero fue rechazado también por otros
sectores y en algunas provincias Salvany fue recibido a pedradas.
Las razones por las cuales hubo rechazo a las
vacunas en el Perú del siglo XIX fueron diversas, pero principalmente fue
debido a una serie de rumores que empezaron a circular, lo que hoy se llamaría
‘fake news’. Circuló el rumor que quienes se vacunaban contraían la sífilis,
algo que puede haber sido cierto en algunos casos, más considerando que era una
época en la que no se usaban jeringas descartables. También circuló el rumor
que la vacunación era una excusa para juntar a la población, censarla y cobrar
más tributos. Por otro lado, en casi todo el país se recurría a practicantes y
saberes tradicionales de la salud y no tanto a la ciencia o la medicina
occidental sobre la cual había mucha desconfianza. La medicina occidental se
consideraba intrusiva y poco efectiva (por ejemplo, las purgas o las
sangrías).
Un hito se dio en 1896, cuando el gobierno de
Nicolás de Piérola decretó que la vacunación era obligatoria y creó el
Instituto Nacional de Vacuna para promover la vacunación. En los años
siguientes el estado amplió su presencia en el sector salud, creando nuevos
cargos e instituciones. En 1902 se creó el Instituto de Vacuna y Seroterapia,
en 1928 el Instituto Nacional de Higiene, en 1935 el Ministerio de Salud. En la
década de los 1940s, con un estado más presente a nivel nacional, además del
desarrollo de vacunas más baratas y eficientes, se organizaron masivas campañas
de vacunación. En el caso de la viruela fueron estas campañas masivas de
vacunación las que llevaron al fin de la enfermedad. En los 1960s ya casi no
había casos en el Perú y en los 1980s se declaró definitivamente erradicada a
nivel global.
La viruela no fue la única enfermedad
erradicada en el Perú gracias a las campas de vacunación. Otro ejemplo fue el
de la polio. La poliomelitis es una enfermedad viral que afectaba especialmente
a los menores de edad, los dejaba en muchos casos paralíticos o podía ocasionar
la muerte también. En la década de los 1950s en Estados Unidos, ejemplo que
luego se repitió en otras partes del mundo, se organizaron colectas ciudadanas
y los fondos que derivaron de ellas permitieron financiar el desarrollo de
vacunas contra la enfermedad. En 1955 el científico norteamericano Jonas Salk
desarrolló una vacuna y en 1961 el polaco Albert Sabin otra, ambas bastante
eficientes.
En las Américas la polio dejaba a
aproximadamente 6000 niños paralíticos al año en la década de los 1970s. En el
caso peruano, las tasas de mortalidad materna y mortalidad infantil eran
dramáticas. En 1980 la tasa de mortalidad materna era de 265 muertes por
100,000 y en 1986 la tasa de mortalidad infantil era de 79 por cada 1000
nacidos vivos. En el Perú, campañas de vacunación masivas desde la década de
los 1970s y una campaña final de erradicación de la enfermedad que se inició en
1985, llevó a que la enfermedad fuera declarada erradicada del país en el año
de 1991.
En el caso de la polio, la campaña de
erradicación de la enfermedad se hizo en medio de violencia terrorista, crisis
económica y boom del narcotráfico. A pesar de ello, y gracias en buena cuenta a
la participación de la sociedad civil, es que se logró acabar con este mal. La
sociedad civil colaboró organizando colectas, vacunando (en la vacunación
participaron escolares, universitarios, párrocos, médicos y enfermeras) y hasta
difundiendo días, horas y lugares para la vacunación. El club rotario logró
reunir a 4,000 voluntarios para la campaña final de erradicación.
Lo que nos muestran ambos ejemplos, el de la
viruela y el de la polio, es que la vacuna ha sido una herramienta útil para
confrontar enfermedades. Lo segundo, es que en todas las épocas ha habido
miedos infundados y rumores maliciosos, y es necesario que el estado informe y
explique de forma adecuada cómo funciona una vacuna y sus beneficios.
Finalmente, es esencial lograr la participación y apoyo de la sociedad civil
para tener una campaña de vacunación exitosa. Lo mismo deberá lograrse para el
caso de la covid-19.
Escrito por Jorge Lossio Imagen: Getty Images.
Doctor of Philosophy (UNIVERSIDAD DE
MANCHESTER-GRAN BRETANA) Licenciado en Historia (PONTIFICIA UNIVERSIDAD
CATOLICA DEL PERU).
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