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lunes, 21 de diciembre de 2015

LOS PULPINES SE REBELARON POR HARTAZGO Y FRUSTRACIÓN



Entrevista a Enrique Fernández Maldonado, ex funcionario del Ministerio de Trabajo y autor del libro “La rebelión de los pulpines, jóvenes, trabajo y política”, un profundo análisis de la gran protesta que hace un año sacudió a la sociedad peruana y obligó a recular a la mayoría parlamentaria neoliberal y derogar la “Ley Pulpín”.
—A un año del movimiento de los denominados pulpines, ¿cuál es el mensaje que nos deja aquella protesta?
—Que los poderes fácticos no la tienen todas consigo. Mira, los promotores de la Ley Pulpín son quienes cortan el jamón en el país: los gremios empresariales, los partidos políticos en el Congreso y, claro, un sector del gobierno. Sin embargo, no pudieron con un movimiento ciudadano, protagonizado por los jóvenes, que no solo logró derogar el régimen cuestionado, sino generar una corriente crítica con las opciones que promovían la flexibilización laboral.

—¿Qué motivó la reacción social de los jóvenes en las calles?
—Creo yo que varios factores. El primero, el deseo de no ser tratados como ciudadanos de segunda categoría, con menores derechos por el solo hecho de ser “jóvenes”. Pero ahí mismo, veo un sentimiento de hartazgo y frustración con una clase política que no los representa, que lejos de atender sus principales demandas (seguridad, empleo, educación), aprueba normas que los perjudican.

—¿Quiénes participaron y cuánta gente estuvo involucrada realmente en las protestas? Algunos políticos trataron de minimizar las marchas.
—Hubo varios sectores movilizados contra la Ley Pulpín. Al inicio se trató de los sectores políticos y sindicales que están organizados: juventudes de partidos y las secretarías de juventud de las centrales sindicales. Pero luego, la convocatoria creció y se sumaron otros sectores organizados (el movimiento Hip Hop entre los más visibles) y otros que no lo estaban (una gran mayoría), pero que veían urgente e importante manifestar su rechazo a la norma. Aunque es difícil cuantificarlo con exactitud, la mayor de las marcha habrá llevado unos 20 mil ó 25 mil manifestantes. Hacia el final ese número declinó.

—La rebelión de los pulpines ¿es solo la respuesta a un conflicto social?
—También refleja una “cultura política de búsqueda”, como la denominó Sigrid Bazán en la presentación, que expresa una forma de rechazó a las maneras como se ha venido ejerciendo la política en el país: entre camarillas, con acuerdos bajo la mesa, desde una perspectiva machista, de manera clientelar y sectaria. Incluso en las fuerzas de izquierda.

—¿Por qué la juventud no ha podido sostener en el tiempo este movimiento?
—Una buena pregunta. Mi impresión es que este movimiento está ahí, latente, a la espera de la siguiente motivación para salir a las calles. Lo que ví con las protestas contra la Ley Pulpín fue la reactivación de una serie de núcleos políticos o politizados que se han movilizado o realizados acciones colectivas, bajo determinadas coyunturas, en los últimos años. Sucedió con las manifestaciones contra la repartija de cargos públicos, contra el aporte obligatorio a la seguridad social y el servicio militar, contra la revocatoria. ¿Qué viene después? Eso habría que conversarlo con los protagonistas de las protestas.
—Los pulpines ¿son la suma de pequeñas organizaciones o tienen una organización general que las convoca?
—El “movimiento Pulpin” fue la confluencia de una serie de organizaciones y colectivos, algunos de larga data (como las juventudes de los partidos o los colectivos sindicales), otros de reciente aparición (como las Zonas y el Bloque Hip Hop), y otros con una participación histórica en la política nacional, aunque en la actual coyuntura recién se estén re-organizando (como el movimiento estudiantil universitario).

—Llama la atención que no hayan vuelto a salir a las calles con la misma intensidad, por ejemplo, en defensa de la libre desafiliación de las AFP. ¿Tienen una agenda?
—Hacer política, y más la que busca enfrentar los intereses de los poderosos, no es fácil. He visto en las redes que las Zonas han acordado movilizarse contra la aprobación del TPP por parte del Congreso de la República. Y al cumplirse un año de la primera protesta masiva contra la Ley Pulpín (antes hubo otra, pero de menor convocatoria), un grupo de colectivos juveniles ha presentado un proyecto de ley para la aprobación de un régimen laboral juvenil.

—Tampoco se ha visto que los pulpines sean partidarizados. ¿No creen en los partidos y los políticos tradicionales? ¿Están buscando su espacio propio?
—Algunos lo están haciendo. Es el caso de algunas de las Zonas, que buscan constituir espacios de organización “autónomos” de los partidos políticos. Pero hay un amplio sector de jóvenes que no se sienten representados, ni política ni ideológicamente por la derecha o izquierda partidaria. Estos son la gran mayoría. Existen otros colectivos y jóvenes que forman parte de las organizaciones políticas “realmente existentes”, principalmente de izquierda. Aunque me queda claro que son una minoría.

—Quienes participaron en las movilizaciones hace un año ¿son los llamados a ser el cambio generacional en la política?
—Eso quisiéramos varios y me incluyo. La importancia adquirida por la resistencia de los pulpines radica en que lograron influir en un proceso político que, de otra forma, se hubiera agotado entre los estudios de abogados vinculados a las empresas y un parlamento sumiso a los poderes empresariales. El salto hacia un movimiento social articulado y potente depende de ellos. Por lo pronto, son ahora conscientes de lo que pueden lograr, en una lógica de unidad y confluencia.

—Contactarte con los protagonistas de estas marchas para elaborar el libro, ¿te ha permitido tener una visión distinta a la que tenías hace un año del movimiento de los pulpines?
—Sin duda: he conocido gente valiosa, que a pesar de su juventud (son chicos que no pasan los treinta años), tiene bastante claro el escenario político; sus posibilidades y limitaciones como movimiento. Eso es importante destacarlo.

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—¿Cree que actualmente los pulpines deberían tener más participación política? ¿O quizás la tienen y no estamos enterados?

—Ambas cosas. Se requiere hacer más política, pero también hay procesos organizativos en marcha de los cuales el gran público conoce poco. Algunos de una valía que merece conocerse y replicarse. El libro busca visibilizar estas experiencias y esfuerzos.

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