Nuestros historiadores coinciden que
a través de toda nuestra historia republicana la corrupción ha sido un fenómeno
que siempre ha existido. Y esta afirmación puede hacerse extensiva a la mayoría
de las sociedades humanas. Sin embargo, también es cierto que en los casi
doscientos años de nuestra existencia como Estado peruano, han habido etapas
donde se pueden apreciar distintos niveles o grados de corrupción: son
distinguibles gobiernos mucho más corruptos que otros. Y ello no es un simple
consuelo, sino una constatación.
Inicio del actual ciclo de corrupción
Entre los jóvenes existe la impresión
que todos los presidentes de la república han sido corruptos y que no debemos
esperanzarnosen que esto pueda cambiar.La razón para pensar así está a la
vista: expresidentes como Fujimori, Humala y, probablemente, un par más, o
están presos o tienen ya un pie en la cárcel. Y no hablemos de candidatas o
candidatos a la presidencia que pueden seguir la misma suerte. Pero esta
sensación deprimente, con pruebas evidentes, no ha sido siempre así. La
población peruana ha sabido distinguir etapas de mayor o mucho mayor corrupción
que otras. A continuación mostramos un cuadro que grafica lo que sostenemos:
PERCEPCIÓN DE LA CORRUPCIÓN
EN LOS GOBIERNOS ENTRE 1968 – 2006
PERIODO
|
PRESIDENTE
|
AGOSTO 2008
|
1968 - 1975
|
Gral. Juan
Velasco Alvarado
|
2 %
|
1975 - 1980
|
Gral. Francisco
Morales Bermúdez
|
0.4 %
|
1980 - 1985
|
Fernando Belaunde
Terry
|
2 %
|
1985 - 1990
|
Alan García Pérez
|
30 %
|
1990 - 2001
|
Alberto Fujimori
Fujimori
|
53 %
|
Fuente: PUCP, Lima Metropolitana, Diario La República del
23-11-2009
Los datos extraídos de La República
muestran claramente cómo se pasa del 2% al 30% y luego al 53% en la percepción
de la población respecto al aumento de la corrupción en los gobiernos
señalados.Este cuadro nos permite ubicar el inicio del actual ciclo de corrupción,
que desgraciadamente, aún no termina.
Cabe resaltar que la percepción de la
población no hace distingos entre gobierno militar y civil, o entre su posición
ideológica de izquierda o centro-derecha. En el caso de los gobiernos del
arquitecto Fernando Belaunde o del general Juan Velasco, el 98% pensaba que no
eran corruptos. Esto demuestra que la percepción sobre la honradez de las
élites políticas, civil o militar era altamente positiva en aquella época. Esto
hay que difundirlo entre la gente que no vivió en aquella época, para
desmitificar la visión bastante “negativa” que ciertos líderes políticos y
medios de difusión se esfuerzan por difundir.
Las oleadas anticorrupción
La reacción ante la difundida
corrupción del gobierno de Fujimori –en cuyo segundo período fueron apresados
dos ministros de economía-, que alcanzó sus momentos más altos con la difusión
de los vladivideos, dio pie a la creación de un sistema anticorrupción en el
gobierno de Valentín Paniagua, que culminó exitosamente con la captura y
apresamiento de Vladimiro Montesinos (asesor presidencial de Fujimori), de
altos miembros de las Fuerzas Armadas e importantes ministros y funcionarios.
Fue un momento inusual en nuestra historia republicana, en la cual políticos,
fiscales y jueces honrados fueron capaces de sancionar a los corruptos e
impedir que se imponga la impunidad en nuestro país. El expresidente Paniagua
ha pasado a la historia como estandarte de la lucha anticorrupción en el Perú,
ejemplo que esperamos sea emulado y honrado por sus actuales congresistas y
militantes acciopopulistas. Veremos si dan la talla.
La del gobierno de Paniagua,
constituyó la primera y exitosa oleada anticorrupción. Sus resultados, dan fe
de ello. Actualmente, los fiscales y jueces que están y estarán a cargo de esta
posible segunda oleada anticorrupción, tienen los reflectores apuntándolos, y
con una población que les exige resultados, como los consiguió con creces la
primera oleada paniagüista. Veremos si estarán a la altura de sus altas
responsabilidades. Y de la misma manera que el gobierno de Paniagua dio un decidido apoyo político al
equipo anticorrupción, estamos esperando que la actual administración de PPK dé
señales claras y firmes al respecto.
Partidos y corrupción
La crisis de los partidos políticos
que se empezó a gestar en la segunda mitad de la década de 1980, pareciera que
se está ahondando más, debido a las denuncias e investigaciones por corrupción,
que afectan a organizaciones como Fuerza Popular, el Apra, Perú Posible
(partido desaparecido), Partido Nacionalista (no habido), que podrían alcanzar
y golpear, asimismo, a potenciales nuevas o remozadas fuerzas políticas de
izquierda, como Nuevo Perú o la que cobija a Gregorio Santos. Otras
agrupaciones políticas están en un serio proceso de extinción, como son los
casos del Partido Popular Cristiano, y posiblemente el Apra.
El debilitamiento o virtual
desaparición de las organizaciones políticas mencionadasy el encarcelamiento o
peligro de apresamiento de sus líderes, están generando no solamente un aumento
del desprestigio de los partidos/políticos, y por extensión de la actividad
política, sino además, ha producido un vacío de poder cada vez mayor, notorio y
preocupante.
"Este fenómeno nos lleva a que
se vaya perfilando un país con rasgos de narcoestado y de Estado mafioso".
El vacío de poder
Como habría que recordar, la crisis
de los partidos de fines de 1980, provocó inicialmente la aparición de los
“movimientos independientes”, encabezados por sus dueños/caudillos ooutsiders.
Ricardo Belmont (ex-Alcalde de Lima) y Alberto Fujimori representan esta
tendencia. Durante los diez años de gobierno de Fujimori, fueron los poderes
fácticos, como los grupos económicos y las Fuerzas Armadas –controladas por
Montesinos- los que llenaron de alguna manera el espacio político abandonado
por los partidos. No se puede dejar de mencionar el surgimiento de una nueva
“red” política, la fujiaprista, que no ha dejado de manejar los destinos del
país hasta la fecha. El reciente gobierno de Humala, no deja de ser un brumoso
paréntesis a la hegemonía de esta oscura red.
Bajo el manto de gobiernos
cuestionados, dirigidos por expresidentes encarcelados o investigados
reiteradamente, han ido creciendo una serie de empresas, varias de ellas
ligadas a la educación universitaria, pero también mafias del narcotráfico, de
la tala y minería ilegal, o de la trata de personas, entre otros turbios
negocios. Estos grupos del crimen organizado vienen financiando campañas
electorales, y según los entendidos, entre ellos se encontrarían autoridades
políticas tanto del gobierno nacional, como de los subnacionales. Este fenómeno
nos lleva a que se vaya perfilando un país con rasgos de narcoestado y de Estado
mafioso.
Felizmente, no solamente estos
oscuros actores vienen llenando el espacio abandonado por los partidos. También
lo han hecho en momentos difíciles –y lo siguen haciendo-, medios de
comunicación, valientes periodistas, intelectuales y artistas. Asimismo,
importantes integrantes de la sociedad civil, como los gremios de trabajadores
y empresarios, las ONG, colectivos y movimientos sociales, nos han hecho sentir
que existen profundas y fuertes energías sociales, que emergencon virulencia y
juventud, loquenos permiten abrigar renovadas esperanzas en un futuro mejor.
¿Recambio político y generacional?
Los cerca de treinta años de
hegemonía fujiaprista ha permitido la penetración de su clientela política en
los diversos organismos y estamento sdel Estado peruano, lo que requerirá de
una meticulosa profilaxis institucional, ardua tarea para las generaciones
futuras, y a las que están prestas a entrar a la cancha.
La crisis ideológica iniciada en la
segunda mitad del siglo XX, así como el cada vez mayor desprestigio de los
actuales partidos peruanos, hacen presagiar el fin de un ciclo político
partidario, que debería traer un recambio generacional en la conducción de la
política nacional.
El caso de megacorrupción brasilera
“Lava Jato” y de otras empresas del país de los carnavales y de la samba,
podrían significar una especie de estocada final a una serie de líderes y
partidos políticos gravemente involucrados en estos sucios enjuagues. Esta
coyuntura abre una gran oportunidad para que nuevos líderes y partidos ingresen
con fuerza a la arena política. Mientras tanto, los medios de comunicación y
las organizaciones de la sociedad civil deben seguir defendiendo y recuperando
los espacios necesarios para continuar con la inaplazable lucha contra la corrupción
y con nuestro aún joven proceso de democratización.
FUENTE: Carlos Fernández Fontenoy
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