La izquierda que
la derecha necesita
Una gran performance política es la que, con lucidez e increíble muñeca
para sus 93 años, ha puesto en juego el patriarca del PPC, Luis Bedoya Reyes,
en la entrevista del último número de Caretas. Desde la carátula se da por
entendido que la apuesta del PPC fue un “rescate” caballeroso a la alcaldesa de
Lima. Luego, que este rescate exitoso podría devenir en una alianza para poder
salvar la institución que es la Municipalidad de Lima. Finalmente Bedoya
termina analizando a la izquierda en el contexto gubernamental: “También es
verdad que los moscones no se le desprenden [a OHT]. Hace rato que esa
izquierda, que no se sabe si es antigua o moderna, atomizada o unida, pero que
en realidad no la acierta nunca, sigue ahí obediente, merodeando…”.
¿Así que la alianza paniagüista es para dialogar y fortalecer las
instituciones? Bedoya claramente no apuesta por las alianzas con la izquierda.
Tampoco hay que ser cándidos. ¿Por qué entró el PPC a la campaña? Para que sus
regidores no sean revocados. Eso lo dice claramente. ¿De qué manera? A través
de una alianza de clase, no de una alianza política. Eso se infiere de la
relación que plantea con Susana Villarán: recuerda a los Villarán, a los De la
Puente y Lavalle, y a Susana como compañera de sus hijas. Por último, el “patriarca”
se expresa de la manera más tutelar respecto de Lourdes Flores (“[Castañeda] a
la pobre Lourdes la bailó”) como de Susana Villarán (“Y al año y medio ya me
vapulean a esta pobre mujer…”). Lo peor de todo es que, tanto analistas de
derecha liberal, de centro-derecha como de izquierda, repiten el concepto de la
carátula de Caretas y del rescate a través del cual solo fue posible que el NO
ganara. ¿Y las bases?
No, no me refiero a las bases de izquierda que hicieron lo suyo, desde
todos los frentes, como el Movimiento Sin Techo o como el Movimiento Juvenil
por el NO, sino a las mismas bases del PPC, uno de los partidos políticos que,
a pesar de tanta derrota, siguen tercamente organizados. Por eso Susana
Villarán pudo entrar a los mercados de Lima apoyada por los regidores Ibáñez y
Cánova del PPC. Pero ese también es el motivo por el cual las consignas
“secretas” de los congresistas Beingolea y Eguren para revocar a los de FS
calaron: porque sus militantes de base son consecuentes y eligieron con votos
cruzados a favor de sus regidores y contra “esos moscones que merodean” como
Marisa Glave, a quien una señora que votó en el Colegio Juana Alarco describió
como “una proterruca antiminera”.
Algunos analistas, sobre todo liberales, están entusiasmados con la idea.
¿Por qué?, ¿acaso es más divertido analizar una democracia con una izquierda
descafeinada y una derecha vanguardista?
Antonio Zapata sostiene que esta situación se debe a que “las izquierdas
han perdido contacto con sus bases”. Está bien el mea culpa, pero ¿cuál de
todas?, ¿la del MAS y sus bases en Sutep y rondas campesinas?, ¿las de TyL y
sus bases en Celendín y Espinar?, ¿o las casi invisibles del Partido Socialista
o de Ciudadanos por el Cambio? Es peligroso generalizar. Así como es peligroso “merodear”
y “ser obediente”. Sin embargo, es aún más peligroso ser una izquierda
funcional a lo que necesita la derecha.
Esta columna fue publicada hoy en La República. 27/03/2013
Por Rocío Silva Santisteban
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