Rebeliones sin resolver
Por memoria colectiva Hace 3 meses.
La sangre del pueblo tiene rico perfume
Huele a Jazmines, Violetas, Geranios y Margaritas
A pólvora y dinamita
-La flor de Retama-
Por Carla Toche Casalino
Cuando uno se pregunta cuál es el
problema en un país como el Perú, se suele enumerar una serie de asuntos ya
conocidos como lo son la economía, la educación y lo que significa convivir
dentro de un colectivo que aun no ha podido entablar lazos cívicos con su
sociedad. El resultado es un manojo de cuestiones abrumadoras que,
aparentemente, no tiene ni principio ni mucho menos fin y que sigue atacando
nuestra ya bastante frágil ciudadanía. Sin embargo, me gustaría replantear la
cuestión y proponer ya no a la economía ni a la educación como nuestros
problemas principales sino como situaciones que atacan constantemente a lo que
sería nuestro problema de raíz, la autoestima colectiva. Tomando conciencia de
cómo la autoestima está ubicada bajo niveles insoportables y deprimentes, uno
podría tener más visión para tratar de explicar una serie de carencias que se
vienen alimentando desde hace ya varios siglos y que aun no logramos resolver,
como por ejemplo, la carencia de identidad. La gran incógnita que surge a
partir de lo planteado gira en torno al método y a las herramientas que se
necesitan para poder restablecer nuestra pobre autoestima. ¿Qué métodos
utilizar? A pesar que, actualmente, el problema aun no se ha resuelto por
varios factores, como lo mal planteado que están las instituciones frente a una
sociedad que no logra ser representada o lo evidentemente violentos que son los
poderes mediáticos y sus discursos paralizantes y amarillistas, tengo una
sospecha aun más tenebrosa y es que pienso que aun no nos hemos planteado, como
colectivo, el grave problema que estamos cargando desde hace ya tiempo: el
problema de la identidad. Y no me refiero al futbol o a la gastronomía, sino a
la identidad real, concreta, a la que surge de raíz y la que es fundamental
para la construcción de una sociedad fuerte, inclusiva, sana y justa. A pesar
que el panorama actual no es alentador ni seguro para proponer dicha sociedad,
debo decir que pocas veces lo fue y que, a pesar del gran peligro que aun
representa reclamar el lugar que la persona merece dentro de la sociedad, una
persona, en su momento, sí se alzó contra un sistema explotador, abusivo y
cruel, y aunque le costó la vida y el nombre, él dio inicio a una constante
problematización sobre la cuestión de la identidad como un asunto que se debe
resolver, exigiendo a todas las partes, colectivamente, a participar en esta
transformación. Y él fue José Gabriel Condorcanqui.
A pesar que su rebelión buscaba
mejorar la situación en la que vivían los indígenas y esclavos de su época, él
no apuntaba a cambiar el sistema. Recordemos que Condorcanqui mismo fue un
producto de la colonia ya que fue un cacique con bastante influencia por los
altos ingresos adquisitivos por su condición de arriero. Además, puesto que él
pertenecía a la élite, pudo recibir educación por parte de la Compañía de
Jesús, lo que le permitió hablar español y latín además de saber escribir
fluidamente. Esta educación señaló un momento decisivo en su vida ya que fue a
través de los jesuitas que él entendió la importancia de su posición frente a
los españoles y que él era tan importante y merecedor de reconocimiento como
cualquier otro ibérico. Esta idea, sin embargo, no fue adoptada por sus
compañeros con la misma pasión. Su rebelión, a pesar de que fue masiva, no fue
legitimizada por los indígenas. Estos fueron obligados, como lo menciona
Scarlet O`phelan en su libro “Un siglo de rebeliones anticoloniales”, a través
de los lazos de parentesco que unían a los que participaron en la primera fase
de la rebelión, los lazos económicos que se estrecharon entre los arrieros o,
en el caso de algunos caciques, por los temores que surgían al ver cómo podían
ser destituidos de sus puestos, en caso de representar un obstáculo para la
rebelión.
Sin embargo, a pesar que,
aparentemente, la rebelión de Tupac Amaru II no tuvo éxito, esta dio inicio a
una serie de eventos históricos. Para empezar, después de la terrible ejecución
de Tupac Amaru II y de su familia, se empezaron a emplear una serie de medidas
represivas por parte de los españoles hacia todo aquel que pretendía
reivindicar lo indígena. Expulsaron a los jesuitas del Perú para que dejen de
inculcarles orgullo a los indígenas y prohibieron la lectura de Garcilaso de la
Vega para dejar de airear pensamientos que podrían traer problemas al sistema
colonial. Mas, por acontecimientos como estos, poco a poco, se empezó a gestar
un espíritu nada conformista y más bien esperanzador e ilustrado, surgidas por
las ideas que procedían del viejo mundo que llegaron a inspirar a las mejores
acciones, como lo fueron las independencias de las colonias españolas. Así,
además de generar espíritu crítico entre los criollos y mestizos, la rebelión
evidencio un punto importante, el de poner en evidencia la brecha profunda y
fuerte que existe entre las instituciones que no permiten el crecimiento cívico
y una sociedad que se conforma con ese panorama hostil. Esta situación, que aun
no logramos subsanar, mostró el punto más débil que tenemos cómo sociedad, la
baja autoestima que tenemos como cuerpo colectivo.
Pero él, como líder de su
curacazgo y de su comunidad, entendió el rol que su historia le imponía,
entendió la importancia de la educación integral y humanista para lograr
efectos concretos y transformadores dentro de un contexto en particular y fue a
través de la educación que sobrepaso los límites impuestos por los españoles
logrando organizar a grandes masas de criollos, mestizos, esclavos e indígenas
para buscar el reconocimiento dentro de una sociedad donde los poderes y
símbolos ya no lo representaban. Así, a través de influencias, lazos y haciendo
uso del sistema de reciprocidad es que José Gabriel Condorcanqui trató de
restaurar la posición que, según él, le correspondía y que los españoles debían
aprender a respetar.
Quise usar esta imagen para así
poder entender cómo, en pleno siglo XXI, podemos penetrar esta carencia de
autoestima y tratarlo como un problema que debe ser abordado desde la
educación. Así, considero indispensable replantear el sistema educativo en aras
a una reivindicación ya no solo de lo indígena, sino de lo peruano, de la
mezcla y la hibridación que es gestada constantemente en nuestra sociedad. José
María Arguedas planteo un país con todas las sangres y se murió con esa
ilusión. Fueron muchos los intelectuales y héroes que apostaron por nuestra
reivindicación colectiva y es momento, pienso yo, de tomar las riendas de
nuestra historia para poder lograr y fomentar un fuerte e inquebrantable
orgullo peruano, por ellos que ya no están, por nosotros y por los que vendrán.
Sin querer generar pretensiones nacionalistas o radicales considero que, a
través de este orgullo y fuerte autoestima colectiva, obtendremos la manera de
poder subsanar los rastros dejados por los pésimos sistemas estatales que
siguen generando un terrible sentimiento de ahogo en nuestro pais. Finalmente,
pienso que si no logramos este objetivo como el punto por el cual el colectivo
debe girar, lo único que habremos generado en nuestra historia habrá sido una
suerte de profetas anunciadores no de una realidad tangible y hermosa, sino la
de un paraíso que no sucederá jamás.
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