Hace precisamente un año, el 31 de
diciembre del 2021, la Villa Deportiva Nacional (Videna) del distrito de San
Luis, era escenario de lo que tal vez fue uno de los días más importante para
el gobierno del entonces presidente Pedro Castillo. Era el último día del año y
pese a los problemas y cuestionamientos que el ejecutivo había enfrentado,
había metas concretas cumplidas que podíamos anunciar al país. Aquel día
llegamos al 80% de población adulta vacunada con dos dosis, concretando así una
de las estrategias más importantes de lucha contra la pandemia. Se confirmaba
además que en la quincena de enero del 2022, llegarían las vacunas pediátricas
que permitirá inmunizar a niños de 5 a 11 años. Y como acto simbólico que
evidenciaba que estabamos en la siguiente etapa de inmunización, el Presidente
recibía su tercera dosis.
Pero este acto no solo sirvió para
celebrar esta buena noticia para el país; habían otros logros. El día anterior,
30 de diciembre, se había logrado por fin un acuerdo con las comunidades de
Chumbivilcas y la empresa minera Las Bambas. Ese conflicto tenía paralizada las
operaciones de esta mina, la más importante del país en explotación de cobre.
Este acuerdo era sumamente relevante.
No solo porque lograba desentrampar el conflicto más importante que teníamos
entonces, reactivando la actividad, sino que era una derrota para los sectores
radicales de ambos lados que se habían esforzado por petardear las salidas
pacíficas. Con ello, lograbamos consolidar la propuesta de manejo de conflictos
que en ese momento nos planteabamos en el gobierno: dejar atrás el manejo
represivo y las estrategias de excepción y militarización. Al último día del
año, además de Las Bambas, habíamos logrado administrar todos los conflictos en
etapa aguda del momento. Esto es: Cotabambas, Inambari, Coata, Aquia, Ayacucho,
vía gestión de diálogo y sin ningún costo social.
Por otro lado, el sector economía
exhibía resultados satisfactorios. El MEF anunciaba un crecimiento del 13% de
la economía peruana. Era uno de los más importantes en America Latina y la
inversión pública superaba un 21% de lo ejecutado en los últimos años. Marcó un
récord muy importante.
Un asunto no menor era terminar el
año con un plan concreto de retorno a clases. Con cronogramas claros y con
acciones en marcha que nos permitían asegurar que para marzo del 2022 los niños
volverían a las escuelas. La llegada de la vacuna pediátrica que ese día nos
confirmaban, aseguraba el logro de esa meta.
Había otros resultados en diferentes
sectores. Probablemente menores de los que se hubiese podido lograr en otros
escenarios, sin los escandalos en los que se vio envuelto el gobierno. Y sin el
constante acoso del sector golpista, pero indudablemente en medio de todo
aquello con lo que tocaba lidiar, dentro y fuera del gobierno. Estos resultados
nos permitian terminar un año con cierto optimismo. Esto era compartido por el
propio presidente, al punto que desestimó mi salida del premierato, la cual yo
misma le planteé como opción aquel día. Fue en medio de una cordial
conversación, al haberme enterado que días antes él y su entorno más cercano
evaluaban mi retiro y posible reemplazo.
“Sigamos adelante Premier”, me dijo,
“este año que viene debe ser mejor”. Exactamente a un año de aquella
conversación, las cosas fueron totalmente al contrario, a peor. El gobierno
colapsó luego de pésimas decisiones que tomó el presidente entre las cuales
está el haber optado `por gobernar como la mayoría de sus antecesores,
aprovechando las fisuras para la corrupción. La de haber priorizado declarar la
guerra fraticida al Congreso sacrificando y poniendo de lado los objetivos y
compromisos con el país.
El ex presidente Casillo se encuentra
ahora preso, responsable de una decisión indefendible de romper con las reglas
democráticas y dar un golpe, cuyo resultado ha sido el de un boumeran, un
contragolpe, que nos ha puesto en manos de las mismas rancias élites de hace
treinta años- militares, la derecha más antidemocrática autoritaria clasista y
racista, y como no los actores empresariales más conservadores, incluyendo a
ese actor estratégico que son los medios de comunicación. Por eso 28 muertes en
el país no suena crítico, tampoco el volver a la vieja estrategia
antisubversiva como principal forma de gobernar el país bajo la perversa
justificación de “imponer la paz”, o incluso poner al frente de puestos
estratégicos del Estado a cuadros políticos de aquella época nefasta, calificánolos
de “técnicos con experiencia”.
El gobierno de Boluarte ha optado
casi de manera “ingenua” en creer no solo en la protección de esas
comprobadamente arteras élites que antes la despreciaban, pero que hoy la hacen
sentir parte de ellos. La dejan ocupar el sillón presidencial a cambio de
confiarles la conducción del gobierno.
El gran peligro es que quienes ahora
tienen el poder y que para ello han optado autodenominarse patriotas y
demócratas moralizadores buscando esconder su real identidad, parecen no solo
haber regresado dispuestos a recuperar sus privilegios sino a a actuar bajo la
consigna del disciplinamiento de un pueblo que no solo osó en elegir a un
presidente, cuya sola imagen desafiaba estas élites racistas y clasistas; sino
de escarmentarlos por haberlos expuesto las últimas dos décadas respecto a las
graves violaciones a los derechos humanos que cometieron en los noventa.
Reagrupado este sector, el 2023 más que esperanza nos suena a amenaza. El
pueblo se prepara para la resistencia consciente ahora de lo que puede recibir
como respuesta.
Si las fuerzas democráticas
provenientes de todos los sectores no se logran reagrupar. Si seguimos
entrampados solo en buscar los culpables de este colapso antes de proponer
salidas concretas. Y si dejamos que esta lucha solo se defina en las calles y a
razón de quién pone mas muertos, este año nuevo no será sino el recuerdo de
esos años viejos que dejaron en nuestra memoria las más macabras épocas de
nuestra historia.
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