DEJARA DE SER UNA
PIEZA EN ESTE AJEDREZ POLÍTICO LA FIGURA DE DINA BOLUARTE, AL RITMO DE LAS
ARENGAS DINA ASESINA
DINA “BALEARTE”, como ha sido
bautizada la primera presidenta del Perú, que acaba de cumplir 30 días en el
cargo, será recordada en la historia por los 30 fallecidos atribuibles a las
protestas contra su gobierno en este periodo. Un muerto por día.
Otro dato es que a 28 de ellos los
asesinaron a balazos por las fuerzas policiales y las fuerzas armadas, bajo su
mando. Y uno más: 4 de ellos eran adolescentes. Pese a la argumentación
frecuente, ninguno tenía ningún antecedente ligado al terrorismo o, siquiera, a
alguna organización política de izquierda.
Mientras esto escribo, decenas de
videos grabados por los propios ciudadanos, ya que la prensa limeña ignora
estos hechos, muestran cómo el centro actual de la protesta, Puno, es objeto de
una represión desmedida. La paz en manos de una policía enardecida, que ha
comenzado a golpear mujeres mayores y adolescentes.
Además, se ha documentado varios
sucesos que muestran a efectivos policiales cometiendo vandalismo, con la
evidente intención de descalificar la protesta. Eso y las declaraciones de
inefables congresistas como Jorge Montoya y Alejandro Cavero, han motivado el
acuerdo de la población aymara. Reunida en Ilave, se comprometieron a marchar
hasta Lima, en número no menor de 30 mil, para “tomarla”.
Así, lejos de los intonsos llamados a
“la paz” de Boluarte, la protesta va germinando. Y lo hace al ritmo de la
provocación congresal, cuyas expresiones son el acicate perfecto para un largo
enfrentamiento. Ellos acentúan la polarización Lima-centro, hacia un desenlace
de impredecible dirección.
Pero además de la violencia, que se
ha multiplicado en su régimen, lo que caracteriza su gobierno es la
improductividad. Una gestión anodina -como la propia Dina- que se limita a
declaraciones vacías y una cercanía impúdica a sectores que hasta hace poco la
terruqueaban. Y la descalificaban de todas las formas posibles. Su presencia en
todos los canales de televisión, sin previa rectificación a los calificativos
de “Dinamita”, es solo una faceta de ese “matrimonio por interés”.
No es solo que haya una alianza entre
este gobierno y los sectores políticos que no ganaron la última elección, sino
que se trata de una auténtica captura del poder absoluto a través del poder
Legislativo, el Ejecutivo, y parte del Judicial. Dina Boluarte es apenas una
rehén de intereses que estaban urgidos de la salida de Pedro Castillo, no
precisamente por las arcadas que les produce la corrupción, como claman.
Desde el día en que -poco antes de la
vacancia y sucesión presidencial- la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales
archivó sin más la acusación contra la entonces vicepresidenta Boluarte, y la
libró de la suspensión, quedó en evidencia su entrega y sumisión a ese sector
que maneja el país oficial. Ese de las formas y leyes maleables, pleno de
hipocresía sobre los valores que defiende. Ese, dominado por intereses de
grupos económicos, que están en el límite de la legalidad, o son directamente
delictivos.
La conversión de la presidenta
Boluarte en un monigote de esa mezcla de fujimorismo, conservadurismo,
militarismo y “DBAismo” que hoy exacerba la narrativa de una supuesta amenaza
terrorista y se solaza en el despliegue de la fuerza contra “los indios que
quieren rebelarse”; tiene, sin embargo, sus límites.
La toma del poder de ese sector,
gracias a la debilidad, inconsistencia e inmoralidad de Pedro Castillo y su
círculo, avanza ahora contra los organismos electorales.. Así buscan asegurarse
que, en una futura elección, no tenga oportunidad otro sector político. Pero
esto podría ser engañoso, pues la población intuye estas movidas. En ese
momento, cuando Dina sea arrojada a los leones, nuevamente la intuición del
pueblo, que sí existe, hará lo suyo.
Entre tanto, la protesta no cesará.
Aunque así lo quieran presentar los medios de comunicación de Lima, Pedro
Castillo ha dejado de ser una pieza en este ajedrez político. Murió, como
pronto lo hará la figura de Dina Boluarte, al ritmo de las arengas que seguirán
coreando: Dina asesina.
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