En las
recientes elecciones estadounidenses (martes 08-noviembre-2016), resultó electo
como el mandatario N° 45 de la Unión (para
un período de cuatro años, a partir del 20 de
enero del 2017), el candidato
republicano Donald Trump (pertenece
a la iglesia puritana-presbiteriana), a quien una orquestada
propaganda de amplio espectro daba por perdedor, frente a la candidata
demócrata Hillary Clinton (pertenece
a la iglesia puritana-metodista), favorita del “stablishment” (290 vs
228 electores, respectivamente). El resultado tuvo el efecto de
una bomba; causando perplejidad, asombro, e indisimulado desconcierto en
amplias capas de la población estadounidense, así como en diversas naciones, de
la que no se exonPera nuestra patria.
Sin solución de continuidad, surgieron “opinólogos” de todo pelaje, que
ensayan y seguirán ensayando explicaciones, justificaciones, y especulaciones
diversas, referidas a este hecho que viene cobrando la categoría de momento
histórico, que puede dar origen a una serie de reajustes en el escenario
internacional; como ya se viene notando
en las nerviosas reacciones de los dirigentes de la alianza militar
“Organización del Tratado del Atlántico Norte” (OTAN), y del Japón.
Lo cierto
es que difícilmente encontrarán una explicación racional, porque las premisas
sobre las cuales edifican sus reflexiones, son falsas, por lo que sus
resultados analíticos no guardan ni guardarán la debida concordancia con el
mundo real (“¿Cuándo
es verdadero nuestro entendimiento del mundo?
Cuando la interconexión de nuestras concepciones corresponde a las
interconexiones de las cosas” - “El
criterio final de la verdad debe ser siempre su correspondencia con la
realidad. Una teoría es cierta cuando
sus teoremas pueden describir o predecir acontecimientos del mundo real” – Dirk
J. Struik). Y eso se
debe a que los gobernantes de EE.UU., desde hace un buen tiempo, vienen
ofreciendo al mundo, una imagen virtual, que poco o nada tiene que ver con lo
que realmente sucede en su país.
Mediante un inteligente sistema de “marketing”, diseñado por un
destacamento de 5 millones de científicos sociales, proyectan una imagen que
tiene tres ejes fundamentales: (1)EE.UU. es una
nación excepcional, una nación
elegida por Dios, que cumple un rol dictado por la Providencia, por lo que su
intervención en los asuntos internacionales no puede ser discutida, (2)Es una nación extraordinariamente rica, que está libre
de crisis sistémicas y tanto su mercado interno, como su disposición de dinero son
de un vigor y abundancia inigualables, y
(3)Su potencial
militar es único e incontrastable, al punto tal que puede reducir a cenizas
a cualquier oponente que ose atravesarse en su camino o siquiera piense dificultar los planes que emanen de
Washington (véase
“think tank” “Fundación Rand” de la
Fuerza Aérea de EE.UU.).
Al optar
entre el ser o el parecer,
los diseñadores de la “marca” EE.UU., se inclinaron por el parecer, antes que
por el ser. Ni más ni menos, que “La “Civilización del Espectáculo” (MVLL).
Al
mostrar esta imagen idílica, no se preocupan mucho de que guarde concordancia --que
“converse”-- con la realidad maciza del
mundo real y concreto, porque las cosas son como EE.UU. quiera que sean, y
punto. Sucede que esta imagen virtual entra en colisión con la
realidad, y a pesar de lo mucho que impresiona,
esa imagen idílica tiene pies de
barro. Pese a ello, ofrece una
determinada verosimilitud que es tan potente, que consigue seducir e hipnotizar
a grandes conglomerados humanos, dentro y fuera de sus fronteras no importando
mucho el nivel educativo que tengan… Posee
la magia de David Copperfield de “hacer desaparecer” la Torre Eiffel, ante los
ojos absortos de los crédulos espectadores.
Su prestidigitación es tan notable, que son pocos los que alcanzan
a descubrir la farsa. Duchos en el arte del engaño, superan al gran
Houdini… Su “lavado de cerebro” es
eficaz y eficiente [su
engañosa imagen marketera es tan mendaz,
como la estafa a escala planetaria de los “derivados financieros”] Pero, como bien se conoce, “la mentira tiene las piernas cortas”, y
a la postre, la verdad la alcanza siempre.
Cuando algunas personas aisladas o agrupadas, ponen en cuestión la
trabajada imagen de los tres ejes, salen a contradecirlos expertos
“relacionistas públicos”, que menosprecian cuanto dicen, a la vez que los
acusan de envidiosos, cultores de ideas trasnochadas, comunistas encubiertos,
etc. [téngase
en cuenta que junto a los dos candidatos principales mencionados, también
participaron Gary Jonhson
(libertario) y Jill Stein (Partido Verde). Independientemente de ellos, no se debe dejar
en el olvido el aporte de los fuertes argumentos de Bernie Sanders (demócrata)
que reivindicó la palabra Socialismo].
Pero, en
esta oportunidad, hubo un norteamericano, que se encuadra en el elitista
esquema del “White, anglo-saxon,
protestant” (“Blanco-anglosajón-protestante”,WASP por sus siglas en
inglés), multimillonario por añadidura,
sin sombra de que sea socialista o comunista, que ha tenido la osadía y la
fuerza suficiente, como para denunciar el sainete montado por sus adversarios,
que enarbolan un mundo de ficción, que ha sido aceptado ingenua y totalmente
por muchísimas personas. Ese hombre es
Donald Trump, quien gracias a su fortuna personal, no requirió de financiación
de los “bankgsters” de Wall Street ni
del Complejo Industrial-miliar, ni de los reyezuelos árabes petroleros; pudo
decir a bocajarro lo que efectivamente existe en su país. Este político, que tiene el comportamiento de un palurdo, ha
levantado el velo de lo que realmente sucede, y ha conseguido –ganando o perdiendo la elección, porque la fecha decisiva será recién el lunes 19-diciembre-2016,
cuando vote el Colegio Electoral, compuesto por los 538 delegados elegidos (los
“compromisarios”), quienes darán
la victoria a quien alcance o supere la cifra mágica de 270 votos favorables. Recién
aquí los resultados serán oficiales—poner sobre el tapete de su
patria, una visión descarnada de cuanto ocurre en su país; evidenciando que
EE.UU. está dividido en dos, dado el nefasto neoliberalismo rampante que lo
aflige, concentrando excesivamente los recursos en pocas manos (1% vs 99%, y la pérdida de los salarios
frente a las utilidades empresariales, en la distribución del ingreso nacional
– véase “la boca de cocodrilo”).
En este
trabajo, nos proponemos analizar objetivamente, cuatro temas:
a)
El método de dominio mental y lavado cerebral
que manejan los defensores del statu quo,
b)
Una aproximación a la real situación
económico-social y militar de EE.UU.,
c)
Al basarse en una seductora entelequia marquetera y fantasmagórica [fabricada por las sociedades secretas] los
“analistas” (9 de cada
10) no podían menos que equivocarse de medio a medio,
d)
El peligro que corre la vida de Donald Trump,
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