Venezuela está en boca de todos los
medios de comunicación del mundo desde hace algunos años. Si con Hugo Chávez el
país caribeño ya era permanente noticia, tras su fallecimiento y con el
recrudecimiento de los intentos (legales e ilegales) de apartar al chavismo de
Miraflores, está todos los días en las primeras planas de los principales
diarios internacionales, con informaciones tergiversadas y maniqueas en una
proporción creciente. Venezuela se ha convertido, como lo era Cuba décadas
atrás, en la nueva "mala palabra" en las RRII, con el objetivo de
fondo de forzar un cambio tras más de tres lustros de chavismo en aquel país,
que termine de consolidar a la derecha regional tras su llegada a los gobiernos
de Argentina y Brasil (este último, vía golpe parlamentario).
Cuando la oposición a Maduro,
nucleada en la heterogénea MUD, conquistó la Asamblea Nacional en diciembre
pasado, prometió que en seis meses acabaría con el gobierno del PSUV. Esto en
palabras del propio presidente de la AN, el veterano dirigente Henry Ramos
Allup. En esos meses, además, se dio el momento más grave de la crisis
económica que vive aquel país, con un descenso pronunciado de los precios
internacionales del petróleo (variable que comienza a cambiar fruto del acuerdo
entre los países OPEP) y dificultades crecientes en el abastecimiento de
alimentos. El gobierno ideó una iniciativa que le permitió sortear parcialmente
el escenario adverso, aún con notorias dificultades: los CLAP, Consejos Locales
de Abastecimiento y Producción, que se constituyeron en un bypass -tal como
hacía Chávez con las Misiones respecto al propio Estado- frente a la
distribución privada de alimentos, donde aún hoy sigue brillando el
acaparamiento.
Pasaron tres trimestres y la derecha,
que tiene gran apoyo externo y al alineamiento de diversos medios de
comunicación en lo interno, no logró conquistar Miraflores. ¿Qué factores
inciden en que no haya podido? Diversos:
a) A diferencia de Brasil, la MUD no
controla al poder judicial ni al vicepresidente del país. Tampoco a las FFAA.
Una fórmula "a lo Temer" es impensada.
b) El chavismo permea como identidad
de gran parte del pueblo venezolano, aún en condiciones adversas. Incluso con
aquellos que pudieran estar "desilusionados" con el actual estado de
cosas. La consultora opositora Datanálisis, en un reciente sondeo, muestra que
al menos 5 de cada 10 venezolanos sigue reivindicando el legado de Chávez. Hinterlaces,
por otro lado, muestra que hay una progresiva recuperación del oficialismo ante
las nuevas iniciativas económicas.
c) La oposición sigue mostrando dos
tendencias nítidas, en una similar situación a la vivida en 2014: un sector
dialoguista y otro abiertamente rupturista, que exige "calentar la
calle" nuevamente. Capriles, que pertenecía al primer bando dos años
atrás, ahora parece abonar a una línea más confrontativa, parecida a la que
comandó en 2013, tras el triunfo de Maduro. Esa puja, lejos de quedar enterrada
tras la victoria de la MUD en diciembre, sigue sobre la mesa y se acrecentó.
Unos culpan a otros de que Maduro siga en Miraflores, y viceversa. Los sectores
más radicales, con Tintori y Machado a la cabeza, buscan una insurrección antichavista
para la cual no parece haber condiciones objetivas a mediano plazo, tal como
queda demostrado en el punto previo.
d) La progresiva suba en los precios
internacionales del petróleo y una mejora en indicadores como el riesgo país
parecen demostrar que es posible un rebote luego de meses de produndas
complejidades. Sobre el primer planteo, la reciente gira de Maduro por países
OPEP y no OPEP deja un piso de acuerdos que haría prever un crecimiento de
expectativas de cara al año próximo.
En conclusión, con la navidad y las
vacaciones cerca parece lejano un inminente "derrumbe institucional"
como el que se plantea un sector de la MUD. El referendo también parece lejano,
ya que la derecha debería juntar nuevamente el 1% de firmas en los 5 estados
impugnados. Sin embargo la estrategia de "calentar la calle" buscará
ser legitimada nuevamente, sobre todo desde el plano internacional: las
condiciones regionales -sobre todo Argentina y Brasil, por sus respectivos
nuevos gobiernos- son bien distintas a 2014, cuando las guarimbas buscaron
derrocar a Maduro. Pero la MUD deberá tener bien claro algo: aún cuando cuente
con un indisimulable apoyo externo, deberá primero construir condiciones de
gobernabilidad a lo interno, algo impensado si al menos 5 de cada 10
venezolanos siguen reivindicando el legado de Hugo Chávez, tal como
enunciaramos. A fin de cuentas, se puede intentar erosionar y deslegitimar a un
gobierno a distancia, pero no se puede gobernar (y ser elegido previamente)
solo con rimbombantes declaraciones de la OEA.
FUENTE: Juan Manuel Karg
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