Tenemos hoy un Congreso electo tan chabacano como el
Ejecutivo, porque así, lo hemos dispuesto con nuestro comportamiento político.
Nadie puede sacar el cuerpo diciendo yo no fui. Pero como se dice en
jurisprudencia, somos autores mediatos, porque permitimos que rija un sistema
electoral corrupto, porque no hacemos un trabajo de esclarecimiento político,
porque en los partidos de izquierda hacemos lo mismo que la derecha, etc.
No interesa la
capacidad, ni la honestidad ni la representatividad social de los postulantes a
los cargos públicos. Nunca antes hubo tan bajo nivel ideológico de los electos.
Ya no se debate posiciones doctrinarias, sino ocurrencias en la farándula política.
Entonces las plataformas giran en torno a la coyuntura destacada por la prensa:
anular la inmunidad, combatir la corrupción, empoderar la anormalidad sexual,
identificarse con el despotismo militar, etc.
Estas
prensa-banderas han desplazado a los planteamientos de justicia social, lucha
contra la pobreza, igualdad social, soberanía nacional, desarrollo nacional y
hasta la palabra socialismo ha quedado proscrita en la práctica. Así, una mujer publicitada por
haber sido ultrajada inadmisiblemente por su pareja con el que se dio cita en
un hotel de Ayacucho, tiene más valor político que el líder aimara Walter
Aduviri, preso político por liderar una causa social, aunque aquella no sepa
nada de nuestra ideología.
Vivimos pues un
momento histórico de tergiversación política. Los gobernantes generan
informalidad y desempleo, pero luego salen a combatir a sus víctimas con
represión abusiva. Se admite el derecho de protesta e insurgencia, pero se
criminaliza el ejercicio de este derecho. Hablan de derechos humanos, pero
callan cuando nuestros hermanos ancestrales son utilizados como bestias de
carga en el Cápac Ñan y son tratados como objetos turísticos de fotografía, más
no, como personas.
Muchos detestan
la espuria Constitución fujimorista de 1993 por funesta para nuestra economía,
pidiendo su eliminación, pero la enarbolan cuando les conviene amparándose en
ella para proclamar la disolución del Parlamento. La disolución del Congreso
será constitucional, pero es lesiva a los principios democráticos. Hay quienes se
ufanan de demócratas, defendiendo el Estado de Derecho antidemocrático.
Todos están
orgullosos de Machupicchu pero tratan con desprecio a los descendientes
genéticos de quienes lo construyeron. Las empresas de la prensa claman por la
libertad de expresión, pero reprimen y desalojan a sus periodistas por no
sujetarse a la línea política de los dueños. Se aboga por sacar de la
postración a las comunidades campesinas de la sierra y de la selva, pero
defienden su status para que permanezcan en el subterráneo social.
Esta vorágine de
nuestra época hace que muchos piensen como izquierdistas, pero cuando gobiernan
se comportan sin diferenciarse del común de la derecha. Preferimos empoderar a
pitucos antes que, a los líderes populares, aunque los primeros nos decepcionen.
No empoderamos a los nuestros sino a los advenedizos. Hemos empoderado Ollanta
y a su esposa gobernante, a Vizcarra, a costa de perder poder parlamentario.
Pero son muchas las paradojas que tenemos como taras ideológicas que
tergiversan la esencia doctrinaria.
Se gobierna
mediante leyes y decretos y para eso, hay que saber gobernar. Las leyes las da
el Parlamento y los decretos derivados de esas leyes los da el Ejecutivo. No
podemos esperar un gobierno de calidad si los gobernantes no la tienen. Al
igual que un equipo de futbol armado con jugadores mediocres que, nunca tendrá
los resultados de un equipo de jugadores de alto rendimiento. Por eso suele
decirse que los peruanos tenemos la clase de gobierno que nos merecemos.
En cierto modo,
eso es verdad. La derecha se ha desprestigiado políticamente pero no hemos
sabido sacar provecho de este momento estratégico. Estamos patinando sobre lo
mismo. Entonces surge ante nuestras consciencias el deber de acabar con el
círculo vicioso y eso significa asumir responsabilidades. Continuar con el
mismo afán electorero sin escrúpulos nos costará caro.
En lo
particular, para la izquierda, no es constructivo volver a la jeringonza de los
fracasos, como quien repite un rosario religioso. Remover el concho solo enturbia
las ideas. Si no trabajamos como lo requieren las circunstancias, el fracaso se
repetirá. Nos ha tocado vivir este momento histórico y tenemos que responder a
los retos de nuestro tiempo.
Pero tenemos que
hacerlo como corresponde. No es solamente hablar de unidad y de allí no
pasamos. Tenemos que plantearnos objetivos y estrategias de envergadura que
otorguen sostenibilidad a nuestros planes. No con miras a cada ocasión
electoral, sino como movimiento sostenible en el tiempo, para obtener logros de
cambio en el desarrollo nacional que signifiquen mejores condiciones de vida
para los más indefensos. No trabajar para encumbrar oportunistas, sino para
construir capacidades de crecimiento y poder.
Los nativos
andinos no pudieron hacer frente a las armas de fuego de los conquistadores
españoles con sus hondas y macanas de palo, pero ahora podemos desarrollar
armas tecnológicas para empoderar a nuestras filas. Cuando falta el dinero,
estamos obligados a desarrollar nuestro ingenio. Vietnam nos demostró que es
posible vencer a las potencias mundiales.
Si por lo menos,
pudiéramos desarrollar una estrategia de alto rendimiento, con metas anuales a
cumplir, entonces estaríamos edificando un futuro en vez de andar perdidos en
las coyunturas.
SI ESTA NOTA RESULTA OFENSIVA, PIDO
DISCULPAS. PERO NO PERDAMOS MÁS TIEMPO EN DISTRACCIONES PASAJERAS. TODOS DEBEMOS
COLABORAR. USTEDES QUE DICEN
Febrero, 2020
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