Considerando el apoyo de Estados Unidos más importante que el voto de sus compatriotas, Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela.
Estados Unidos
tiene para la Cuenca del Caribe un proyecto que el Pentágono expuso en 2001.
Ese plan es tan destructivo y sanguinario que Washington no puede reconocer su
existencia, así que tiene que inventar una narrativa aceptable. Eso es lo que
estamos viendo en Venezuela. Pero, ¡cuidado!, las apariencias esconden cada
vez más la realidad, durante las manifestaciones prosigue la preparación de la
guerra.
Creación del conflicto:
Durante los
últimos meses, Estados Unidos ha logrado convencer a una cuarta parte de los
países miembros de la ONU –entre ellos 19 países de las Américas– para que no
reconozcan el resultado de la elección presidencial realizada en Venezuela en
mayo de 2018. Por consiguiente, esos países tampoco reconocen la legitimidad
del segundo mandato del presidente Maduro.
En una
entrevista concedida al Sunday Telegraph y publicada el 21 de diciembre de
2018, el ministro británico de Defensa, Gavin Wiliamson, declaraba que Londres
está negociando la instalación de una base militar permanente en Guyana para
retomar la política imperial británica anterior a la crisis de Suez. Aquel
mismo día, un diputado guyanés hacía caer sorpresivamente el gobierno de su país
y, de inmediato, se refugiaba en Canadá.
Al día
siguiente, la transnacional petrolera estadounidense ExxonMobil afirma que un
barco que había alquilado para realizar trabajos de prospección dentro de la
zona en litigio entre Guyana y Venezuela había sido expulsado de aquellas
aguas por la marina de guerra venezolana. La expedición contaba con una
autorización concedida por el gobierno guyanés saliente, que administra de
facto la zona en litigio. Inmediatamente, el Departamento de Estado, y después
el Grupo de Lima, denuncian el incidente como un peligro que Venezuela hace
correr a la seguridad regional.
Pero el 9 de
enero, el presidente Maduro revela grabaciones de audio y video que demuestran
que ExxonMobil y el Departamento de Estado mintieron deliberadamente para
crear una situación de conflicto y empujar los países latinoamericanos a
entrar en guerra entre sí. Los países miembros del Grupo de Lima reconocen
entonces la manipulación, con excepción de Paraguay y Canadá.
El 5 de enero,
la Asamblea Nacional de Venezuela elige su nuevo presidente, Juan Guaidó, y se niega a reconocer la
legalidad del segundo mandato del presidente de la República, Nicolás Maduro.
Según la Asamblea Nacional, la situación es similar al caso previsto en el artículo
233 de la Constitución. Según ese artículo, cuando un presidente de la
República se ve impedido de ejercer sus funciones –por enfermedad–, el
presidente de la Asamblea Nacional lo reemplaza automáticamente. Como puede
verse, esto no tiene nada que ver con la situación actual.
El 23 de enero,
los opositores a la Revolución Bolivariana y sus partidarios realizan
simultáneamente una serie de marchas en Caracas. Juan Guaidó se autoproclama
entonces presidente interino del ejecutivo. Estados Unidos, Canadá, Reino
Unido e Israel lo reconocen de inmediato como nuevo presidente de Venezuela.
España que ya participó antes en varias intentonas golpistas contra Hugo
Chávez, empuja la Unión Europea a sumarse a la nueva maniobra.
La lógica de los
acontecimientos conduce Venezuela a romper las relaciones diplomáticas con
Estados Unidos y a cerrar su embajada en Washington. Afirmando que el
presidente Nicolás no tiene derecho a romper relaciones con Estados Unidos,
Washington mantiene su embajada en Caracas y sigue aportando leña al fuego.
El 24 de enero, el ministro de Defensa, general Vladimir Padrino, comparece ante la televisión con su alto mando y confirma el compromiso de la Fuerza Armada Bolivariana al servicio de la Nación y del presidente electo constitucionalmente, Nicolás Maduro. El ejército es la única institución verdaderamente eficaz del país.
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El 24 de enero,
el ministro de Defensa, general Vladimir Padrino, comparece ante la televisión
con su alto mando y confirma el compromiso de la Fuerza Armada Bolivariana al
servicio de la Nación y del presidente electo constitucionalmente, Nicolás
Maduro. El ejército es la única institución verdaderamente eficaz del país.
La aplicación de un esquema ya utilizado:
Contrariamente a
lo que creen los venezolanos, el objetivo de Estados Unidos no es derrocar al
presidente Maduro sino aplicar en la Cuenca del Caribe la doctrina
Rumsfeld-Cebrowski de destrucción de las estructuras estatales en los países
de la región. Eso exige, ciertamente, la eliminación de Nicolás Maduro, pero
también la de Juan Guaidó.
Este esquema ya
fue utilizado antes para convertir los incidentes internos que tenían lugar en
Siria en 2011 en una agresión externa perpetrada por todo un ejército de
mercenarios, en 2014. En el caso de Venezuela, la Organización de Estados Americanos
(OEA) –cuyo secretario general ya reconoció a Juan Guaidó como presidente–
asume el papel que hizo la Liga Árabe en el caso de Siria. El papel de los
Amigos de Siria lo asume el Grupo de Lima, que se encarga de coordinar las
posiciones diplomáticas de los aliados de Washington. Y Juan Guaidó hace el
papel del jefe de la oposición siria Burhan Ghalioun.
En el caso de
Siria, Burham Galioun, quien desde hace mucho tiempo colaboraba con la NED
estadounidense, fue reemplazado por otro personajillo, que a su vez fue
reemplazado por otro, luego por otro y por otro más, tantas veces que ya nadie
recuerda su nombre. Juan Guaidó será rápidamente desechado de la misma manera.
Pero el esquema
sirio funcionó sólo en parte, en primer lugar, porque Rusia y China se
opusieron reiteradamente en el Consejo de Seguridad de la ONU. En segundo
lugar, porque el pueblo sirio apoyó a la República Árabe Siria y dio pruebas
de excepcional resistencia. Y, finalmente, porque Rusia logró respaldar y
equipar al Ejército Árabe Sirio ante los mercenarios extranjeros y la OTAN.
Sabiendo que el Pentágono ya no podrá seguir utilizando a los yihadistas para
debilitar el Estado sirio, Washington va a poner ahora el caso sirio en manos
del Departamento del Tesoro, que hará todo lo posible por impedir la
reconstrucción del país y del Estado.
En los próximos
meses, el autoproclamado presidente interino Guaidó tratará de crear una
administración paralela
Ø para
apoderarse del dinero del petróleo en varios litigios;
Ø para
“resolver” el diferendo territorial con Guyana;
Ø para
negociar la cuestión de los refugiados;
Ø para
cooperar con Washington y hacer encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes
venezolanos con diversos pretextos.
Si tenemos en
cuenta la experiencia adquirida durante los 8 últimos años en el Gran Medio
Oriente, no debemos comparar lo que sucede en Venezuela con lo sucedido en
Chile en 1973. El mundo postsoviético ya no es el de la guerra fría.
En aquella
época, Estados Unidos trataba de controlar todas las Américas y cerrar el paso
a toda forma de influencia soviética. Quería explotar las riquezas naturales
de aquella parte del mundo con el menor control posible de los gobiernos
nacionales y con el menor costo posible.
Pero hoy, por el
contrario, Estados Unidos se obstina en ver el mundo como unipolar. Ya no
tiene amigos ni enemigos. Según la visión estadounidense una población está
integrada a la economía globalizada o vive en territorios que contienen
recursos naturales, recursos que Estados Unidos no explotará necesariamente
pero que siempre quiere controlar. Y como esos recursos no pueden estar
simultáneamente bajo el control de los Estados-naciones donde se encuentran y
del Pentágono, Washington aspira a impedir el funcionamiento de las estructuras
estatales de esos países.
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Este mapa
proviene de un Powerpoint que Thomas P. M. Bennet, asistente del almirante
estadounidense Arthur Cebrowski, presentó en una conferencia realizada en el
Pentágono, en 2003. La parte rosada abarca todos los países cuyas estructuras
estatales deben ser destruidas. Este proyecto no tiene nada que ver con la
guerra fría ni con la explotación de los recursos naturales. Después de haber
destruido el “Gran Medio Oriente”, los estrategas estadounidenses se preparan
para destruir la “Cuenca del Caribe”.
Cegar a los actores:
Es posible que
Juan Guaidó crea realmente que puede resolver la crisis y servir a su país
autoproclamándose presidente interino. En realidad, es lo contrario. Su
autoproclamación creará una situación que será asimilada a una guerra civil.
Guiadó, o sus sucesores, pedirán ayuda a Brasil, Guyana y Colombia, que
desplegarán fuerzas “de paz” con apoyo de Israel, Reino Unido y Estados
Unidos. La violencia continuará hasta que ciudades enteras estén en ruinas.
No importa que
el gobierno de Venezuela sea bolivariano o liberal, que sus relaciones con
Estados Unidos sean buenas o no. El objetivo no es lograr un “cambio de
régimen” sino debilitar el Estado lo más posible. Ese proceso comienza en Venezuela,
pero se extenderá de inmediato a otros países de la región, como Nicaragua,
hasta que no quede verdadero poder político en el conjunto de esa región.
Esta situación
es muy clara para numerosos árabes, cuyos países ya cayeron en esa trampa.
Pero, por el momento, los latinoamericanos no parecen verla con claridad.
Por supuesto,
también es posible que los venezolanos tomen conciencia de la manipulación,
dejen de lado sus divisiones y salven el país.
POR THIERRY MEYSSAN: Intelectual francés,
presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus
análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe,
latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: De la impostura del
11 de septiembre a Donald Trump. Ante nuestros ojos la gran farsa de las
"primaveras árabes"
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