Hace tres años me metí en política
porque me cansé de quejarme. Me cansé de los políticos de siempre, aquellos con
los mismos nombres y las mismas ideas trasnochadas, de los mismos charlatanes,
ladrones, incapaces e insensibles que nos vienen gobernando desde hace treinta
años. Me cansé de avergonzarme de nuestras autoridades, anhelaba un país con
políticos más serios y decentes. Me aterraba la idea de tener que votar, una
vez más, por el mal menor. Entendí que si más peruanos nos atrevemos a meternos
en política, no tendríamos que pagar el tan alto precio de ser gobernados por
los peores hombres.
Estaba convencido que el Perú tenía
una gran oportunidad en sus manos. Estaba seguro que las grandes
transformaciones mundiales − la integración global, la revolución digital y el
big-bang del conocimiento − combinadas con el boom demográfico nacional − esa
inmensa masa de jóvenes peruanos con capacidad de soñar y ávidos de progreso −
eran ingredientes perfectos para dar el gran salto a la modernidad. Y también
estaba convencido que la receta para cocinar adecuadamente esos ingredientes
era simple: desarrollar los talentos de las personas; es decir, obsesionarse en
invertir en las personas. Peruanos más talentosos no solo resultan en mejores
profesionales sino también en mejores padres y madres, en mejores ciudadanos.
El progreso basado en los talentos resulta en sociedades más justas,
socialmente más conscientes, políticamente menos manipulables, e
ideológicamente menos polarizadas; es el progreso que apuesta por alcanzar una
sociedad con una amplia emergente nueva clase media. No en vano los economistas
solemos decir que “los países no progresan por la acumulación de capital, sino
por la acumulación de talento”.
Y hace tres años emprendimos esta misión
con mucho amor, mucha convicción y muy poca plata. Y nunca nos rendimos.
Subimos a los buses, caminamos en las playas, volanteamos en las calles y
plazas, y recorrimos los mercados de barrio. Abrimos nuestros corazones a los
peruanos y nos mostramos ante ellos tal como somos. Nuestra campaña puerta por
puerta, boca a boca, fue financiada mayoritariamente por la buena voluntad de
cientos de peruanos que donaron el uso de locales, colgaron publicidad en sus
propias casas, confeccionaron banderas, y otras tantas iniciativas. Todo esto
fue complementado con mucha creatividad y el uso intenso de las redes sociales
y las nuevas tecnologías de la información.
Y todo este esfuerzo rindió sus
frutos. A puro punche nos convertimos en la segunda fuerza política del país
con el respaldo de más de cuatro millones de peruanos capaz de vencer en
segunda vuelta al riesgo latente de volver a la dictadura. A pesar de enfrentar
la férrea resistencia del sistema corrupto, con medios de comunicación
alineados en sus ofensas, insultos y mediocridad, le devolvimos la esperanza a
millones de peruanos en base a transparencia, autenticidad, confianza,
sensatez, y experiencia y propuestas de gobierno serias y viables.
Por eso, es lamentable que la mafia
política de los mismos de siempre en complicidad con nuestras autoridades
electorales y el fariseísmo de tantos otros hayan planeado y promovido la
exclusión arbitraria e inconstitucional de nuestra candidatura a la Presidencia
y candidatos al Congreso, violando de forma aberrante el derecho a elegir de
millones de peruanos ante el asombro y el rechazo unánime de la comunidad
internacional. Este episodio no solo ha generado dudas en la población respecto
a la transparencia y rectitud de nuestras autoridades electorales sino también
afecta el grado de legitimidad del próximo gobierno.
Lo que es igual de triste es ver que
la consecuencia inmediata de nuestra exclusión ha resultado, nuevamente, en la
polarización de los peruanos en las próximas elecciones presidenciales. La
mafia, los mismos de siempre, están decidiendo nuevamente por los peruanos,
defendiendo sus intereses de grupo y no el de la mayoría de peruanos. Por
enésima vez nos ponen entre la espada y la pared de tener que elegir por el mal
menor, de tener que optar por dos extremos ideológicos de derecha e izquierda
propios del siglo pasado que han demostrado, en todas partes del mundo,
conducir a la desigualdad, la protección de los privilegios de pocos, a la
injusticia, el retraso, la corrupción y la insostenibilidad.
Apoyar a un candidato violaría el
principio esencial por el que me involucre en política, el de creer que en el
Perú todos podemos progresar, los pequeños, los medianos y los grandes, los
sindicatos y las empresas, sin odios ni rencores, sin revanchas ni venganzas;
sin sacar de la tumba el concepto de lucha de clases ni tampoco la creencia
ridícula que solo la gran inversión en recursos naturales nos llevará al
desarrollo; el de creer que hay una tercera vía, que es apostar por los
talentos de los peruanos y poner la cancha plana a todos en donde sea nuestra
pasión y nuestro esfuerzo el que determine nuestro éxito y no los privilegios,
los favores, nuestro apellido, el color de nuestra piel o el lugar de donde
procedemos. Esa es la tercera vía que nos llevará al progreso justo y moderno.
Por eso no votaré por quienes
representan a la extrema derecha; porque su religiosidad por el agotado
“chorreo”, esa obsesión absurda y exclusiva por la gran inversión, nos ha
conducido a un crecimiento económico vacío, precario e insostenible que crea
empleos de pésimas condiciones laborales y bajos salarios, promueve el abuso
sistemático hacia los peruanos por parte de monopolios y oligopolios, alienta
la proliferación de lobbies escandalosos que aseguran la riqueza de los amigos
y perpetúan la desigualdad de oportunidades entre la mayoría de peruanos, y
favorecen la desprotección gradual de nuestro medio ambiente y nuestras
comunidades. No voy a votar por la derecha porque rechazo el abuso del
poderoso.
Por eso tampoco votaré por quienes
representan la extrema izquierda; porque su respuesta al abuso es el control,
la excesiva regulación, la revisión unilateral de acuerdos y contratos que
crean incertidumbre en todos, la intromisión Estatal desmedida en nuestras
vidas; porque paradójicamente critican algunas dictaduras y defienden otras;
porque sus odios y resentimientos no les permiten entender que la mejor forma
de evitar el abuso no es azotar al abusivo sino empoderar permanentemente al
débil, hacerlo libre y dejar que sus talentos expandan su humanidad en un
entorno amplio, transparente, simple. No voy a votar por la izquierda porque al
no entender las aspiraciones de los peruanos y su nuevo entorno, creará más
injusticias de las que trata de evitar. No voy a votar por la izquierda porque
no quiero volver al pasado sino quiero transitar al futuro.
No votaré por la derecha ni la
izquierda porque no entienden el Perú. Ambas se equivocan al pensar que la gran
fricción social de nuestro país es la gran inversión en recursos naturales y la
nueva versión de lucha de clases que se desprende de ella. Es interesante, pero
no es una coincidencia que para ambas, derecha e izquierda, el Ministerio de
Energía y Minas sea el ministerio más importante, cuando en realidad es el
Ministerio de Educación el que debería ser el más relevante en el mundo moderno
de hoy. En nuestra opinión, la gran fricción social del Perú de hoy es esa masa
inmensa emergente, fundamentalmente joven y emprendedora, que busca
desesperadamente un espacio en nuestra sociedad como ciudadanos con los mismos
derechos y el mismo trato. El día que logremos resolver esa fricción
invirtiendo en los talentos de los peruanos y creando un entorno de libertad y
trato igualitario podremos decir que estamos en camino de convertirnos en un país
desarrollado.
En consecuencia no voy a votar en
estas elecciones e invoco a todos nuestros militantes, simpatizantes y peruanos
en general a que actúen libremente de acuerdo a sus convicciones y a su
conciencia. Seguiremos en política con el único objetivo de hacer realidad la
misma visión de país con la que iniciamos este proyecto.
Quiero agradecer a todas las personas
que de una u otra forma han sido parte de nuestro proyecto político y nos han
acompañado en nuestra misión de ofrecerle al país una opción nueva, diferente,
joven, renovada, moderna, limpia, y con visión de futuro que siente las bases
para un Perú mejor. Quiero agradecer a todas nuestras bases en todas las
regiones del país, por su lealtad y compromiso; agradecer a los Jóvenes
Morados, quienes han dado una lección de amor a su país, de organización y de
esperanza en que los jóvenes del Perú si están dispuestos a hacer una política
diferente.
Finalmente, quiero decirles a todos
que lo que hemos logrado en estos meses de campaña, gracias a todos ustedes, ha
sido extraordinario. Hemos despertado un sentimiento. Le hemos devuelto la
esperanza al Perú. Hemos demostrado que sí se puede tener buenas probabilidades
de ganar la Presidencia de la Republica sin pedirle plata a nadie para que sea
candidato al Congreso y sin cobrar plata por “talleres” de capacitación a
militantes. Hemos demostrado que podemos llenar plazas con miles de personas
sin tener que dar una propina a nadie para que asista. Hemos demostrado que
podemos subir en las encuestas sin insultar ni ofender a nadie. Hemos
demostrado que podemos llamar la atención de los peruanos sin necesidad de
mentirles o decir lo que quieren escuchar. Hemos demostrado que podemos ganar
votos sin ser charlatanes y mas bien explicando en detalle nuestras propuestas
de gobierno. En suma, hemos demostrado que es posible hacer política diferente,
y ese es un mensaje poderoso para nuestros jóvenes, que no son el futuro sino
el presente del Perú. Por lo tanto, continuaremos haciendo política diferente
en los días, meses y años que siguen.
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