¿POR QUÉ NO VOTÉ POR DONALD TRUMP?
Donald Trump es excesivo: 1200 libros —desde que inició su
candidatura en el 2015— dan cuenta de su personalidad, devaneos y modos de
configurar la política. De loco a payaso, estratega o psicópata, no han bajado
los adjetivos; sin embargo, aunque no gane en estas elecciones, tiene un
mérito: ha logrado catequizar a buena parte del electorado, latinos incluidos.
Para los gringos educados, y refiriéndose sólo a las formas
políticas, Donald Trump es un despropósito; es mentiroso, no tiene tacto
político, no guarda las formas: desentona. El fervor de sus partidarios se debe
a su retórica populista y su exaltación de los valores nacionales. Trump juega
con la polarización —que es la dinámica de las redes sociales— y se erige como
defensor de las clases medias ante el avance de las corporaciones económicas.
¿Alguien le cree? Según avanzan los resultados de las elecciones —aunque no se
perfila como el favorito— tiene muy alta votación.
El arraigo de Trump demuestra que más allá de nuestras
fronteras el populismo también es moneda corriente. Aunque el fervor trumpista
se interna en otras dinámicas: juega con el sentido de pertenencia, exalta el
chauvinismo y el terror a la debacle económica. Y esos miedos se han instalado
en los votantes latinos también.
Ser latino en U.S.A. es difícil; más allá de la maquinaria
burocrática que admite y expectora a conveniencia, el territorio norteamericano
dista mucho de ser un remanso de igualdad. El inmigrante en Norteamérica es,
antes que ciudadano, un sospechoso. En los feudos latinos, Trump ha jugado
exaltando el miedo y las vacuas promesas; pero no ha ido desentonado: en
Florida ha logrado imponerse. Sin embargo, los conteos, en general, muestran a
Biden como favorito; con amenazas de fraude por Trump y sus partidarios. Hay
quienes, sin ninguna prueba, le creen. El populismo vende.
De ganar Biden, U.S.A. y su política volverán a los cauces
habituales, algunos desmanes trumpianos serán enmendados y lo “polite” como forma
de hacer política regresará a la Casa Blanca. El experimento Trump, sin
embargo, dista mucho de estar acabado: su política ha exhibido numerosas
grietas en la composición política de los estadounidenses. Dependerá de la
nueva administración componer, en lo posible, estas desavenencias y así evitar
nuevos “outsiders”: Kanye West, ha intentado un mix de conservadurismo y
progresismo con poca llegada.
No voté por Trump por numerosas razones. La razón principal
es porque el populismo ejercido desde su administración ha agudizado la
polarización. Desde Twitter como trinchera, Trump ha dividido al país a su
antojo. El entorno de las redes sociales impele a la fragmentación, a la post
verdad y al pensamiento en bloque: Trump ha contribuido a esta dinámica. No votar
por Trump es un signo de coherencia con los valores democráticos y
constitucionales norteamericanos. Aunque no se tenga la ciudadanía gringa y se
conozca U.S.A. sólo por películas.
POR Roberto Ramírez Manchego
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