EL PUEBLO NO QUIERE SENADO, BASTA CON LO QUE TIENE, NO MAS ESTUP…………..
A veces observamos desfases entre la
modernización del desarrollo económico, como en el caso peruano, aunque fuera
básicamente en función a los minerales, y el desarrollo político que llega a
ser una traba para el curso ulterior de la economía. Eso se está reflejando no
sólo en la desconfianza del 48% del empresariado de la última CADE para con el
presidente Ollanta Humala, sino también en el papel patético del Congreso, por
ejemplo, en el caso López Meneses, o en las retorcidas propuestas del
oficialismo respecto de la vuelta al sistema bicameral y las controvertidas
senadurías vitalicias que huelen a sobonería pro-impunidad para los jefes de
Estado que abandonen Palacio. Es pues una crisis tendencial de la política, que
se expresa en la debacle de los partidos y en la representación parlamentaria
que prohíjan, representación que se presenta cada vez más como la prolongación
directa del interés económico que, a la primera de bastos, mete sus narices en
la corrupción. Por eso es que cualquier propuesta que salga de ellos, los
congresistas, será tomada con recelo por la ciudadanía, como ha sucedido con la
eventual vuelta al senado, que no refleja otra cosa que una nueva expresión de
la crisis de representación y legitimidad, incluido del actual sistema
electoral.
Ha dicho bien un analista del Jr. Camaná (Martín Tanaka): primero deberíamos preguntarnos “en qué medida los problemas de representación y de funcionamiento de nuestro Congreso se resuelven mediante el bicameralismo, y cómo evitar que, por el contrario, se magnifiquen?”. Y es que los sistemas unicamerales pueden ser muy eficientes en repúblicas pequeñas como en los Países Bajos de Europa o en Israel. En otros escenarios depende cómo se organiza su funcionamiento y, obvio, depende de la clase de partidos y de líderes que lo administran.
El problema del Perú es que no es país tan pequeño que digamos, por lo que algunos voceros reclaman una compensación al desequilibrio regional por la vía del bicameralismo. ¿Pero por qué tendrían que ser necesariamente un Senado? Puede tranquilamente reformarse la unicameralidad actual, o crear un esquema mixto, como en efecto sucede en el parlamento alemán, cuya “cámara alta” no legisla. No necesitamos un Senado colegislador, más si ya tenemos uno de facto llamado Tribunal Constitucional que hace legislación positiva y se trae abajo la cosa juzgada.
Además, los partidos, previa reforma del sistema electoral, con la inclusión del voto voluntario y las circunscripciones electorales, tal vez puedan recuperar el tiempo perdido, y, solo así, hacer modificaciones al actual sistema unicameral que no es malo per se, sino que se ha devaluado en los últimos quinquenios. Pero no nos aventuremos a hacer innovaciones que solo presagiarán fracasos en tanto no hay partidos sólidos.
Por lo demás, ni piensen los otorongos instalar el 2016 una nueva cámara senatorial de 60 supuestos “reflexivos”, aparte de los actuales 130 legisladores. En todo caso, si insiste el oficialismo en su senado, porque ya no tiene votos en el pleno del Congreso, vamos al referéndum para ver quién gana. Por lo demás, no olviden, señores, la advertencia del padre del conservadurismo moderno en el Perú, Don Víctor Andrés Belaunde, en 1932: “Nosotros tenemos que sostener no solamente nuestras ideas y nuestro programa, sino también tenemos que recoger los latidos de la opinión pública. El Parlamento tiene que ser el gran reflector de los sentimientos nacionales”.
Ha dicho bien un analista del Jr. Camaná (Martín Tanaka): primero deberíamos preguntarnos “en qué medida los problemas de representación y de funcionamiento de nuestro Congreso se resuelven mediante el bicameralismo, y cómo evitar que, por el contrario, se magnifiquen?”. Y es que los sistemas unicamerales pueden ser muy eficientes en repúblicas pequeñas como en los Países Bajos de Europa o en Israel. En otros escenarios depende cómo se organiza su funcionamiento y, obvio, depende de la clase de partidos y de líderes que lo administran.
El problema del Perú es que no es país tan pequeño que digamos, por lo que algunos voceros reclaman una compensación al desequilibrio regional por la vía del bicameralismo. ¿Pero por qué tendrían que ser necesariamente un Senado? Puede tranquilamente reformarse la unicameralidad actual, o crear un esquema mixto, como en efecto sucede en el parlamento alemán, cuya “cámara alta” no legisla. No necesitamos un Senado colegislador, más si ya tenemos uno de facto llamado Tribunal Constitucional que hace legislación positiva y se trae abajo la cosa juzgada.
Además, los partidos, previa reforma del sistema electoral, con la inclusión del voto voluntario y las circunscripciones electorales, tal vez puedan recuperar el tiempo perdido, y, solo así, hacer modificaciones al actual sistema unicameral que no es malo per se, sino que se ha devaluado en los últimos quinquenios. Pero no nos aventuremos a hacer innovaciones que solo presagiarán fracasos en tanto no hay partidos sólidos.
Por lo demás, ni piensen los otorongos instalar el 2016 una nueva cámara senatorial de 60 supuestos “reflexivos”, aparte de los actuales 130 legisladores. En todo caso, si insiste el oficialismo en su senado, porque ya no tiene votos en el pleno del Congreso, vamos al referéndum para ver quién gana. Por lo demás, no olviden, señores, la advertencia del padre del conservadurismo moderno en el Perú, Don Víctor Andrés Belaunde, en 1932: “Nosotros tenemos que sostener no solamente nuestras ideas y nuestro programa, sino también tenemos que recoger los latidos de la opinión pública. El Parlamento tiene que ser el gran reflector de los sentimientos nacionales”.
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comentarios.
FUENTE: Plinio Esquinarila
FUENTE: Plinio Esquinarila
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